A propósito, no necesariamente de su nacimiento, sino del presente. Hablar de Marx es ineludiblemente hablar de revolución, de cambio de época y de crisis histórica. Por eso, cuando se pregunta por la actualidad de su pensamiento, la respuesta a dicha interrogante debe hallarse desde las mismas coordenadas que dieron origen a su pensamiento. Lo fundamental entonces es determinar si la crispación social y la emergencia histórica que significa la aparición del sujeto proletario han sido superadas.
Algunas formulaciones necesarias
La teoría revolucionaria de Marx anida en la concepción materialista de la historia y se sustenta en la crítica a la economía política clásica. Su nódulo principal o punto de anclaje es el ser humano junto a su devenir histórico, transfigurado en su tensión dialéctica con la naturaleza. La superación y actualización de dichas tensiones se alcanza por medio del trabajo, que es a la vez mecanismo y conducto de la experiencia histórica del ser humano.
El trabajo, por lo tanto, según Marx, se convierte en la fuerza objetiva y subjetiva que encauza y organiza la experiencia social del hecho humano. Su ordenamiento y disposición determina cierta organización social y establece un tipo de formación económico social. Bajo esta última enunciación hipotética se formula una noción moldeable y contradictoria, el modo de producción.
Una vuelta breve a El Capital
Marx comienza su célebre obra El Capital, partiendo de la unidad más íntima del ordenamiento y disposición del trabajo dentro del modo de producción capitalista, la mercancía. Esta célula del modo de producción capitalista refleja en su núcleo las dos condiciones alienantes del ordenamiento del trabajo bajo este sistema. Por una parte, cosifica el trabajo, dislocándolo de su función social, dejando de lado la relación social que el trabajo convoca y percibiendo al mismo como cosa, bajo el entramado ideológico del fetichismo de la mercancía.
Como resultado de esto último, el trabajo mismo y el fruto de su acción en el mundo, valores de uso para la vida obtenidos a partir de la humanización de la naturaleza, pasan a ser propiedad privada apropiable. Es bajo esta lógica que Marx habla del predominio histórico del valor de cambio sobre valor de uso en el modo de producción capitalista. Formulando con esto la subsunción de uno sobre otro.
Bajo esta situación histórica surge el régimen de la propiedad privada y todo su entramado jurídico. Dentro del proceso de producción y de valorización en el mercado se deja ver la segunda condición alienante de este ordenamiento, la plusvalía. Al mercantilizar el trabajo y separarse fetichistamente de la corporalidad humana, la condición cualitativa del trabajo, es decir, la capacidad de crear cada vez mayores valores de uso, se termina convirtiendo en mercancía; esta fuerza de trabajo comprable y vendible pasa a encajarse en la lógica del valor de cambio.
Los frutos de esta mercancía llamada fuerza de trabajo, que reproduce cualitativa y permanentemente su valor, es lo que el sistema de circulación e intercambio de mercancía consolidada en la relación trabajador/capitalista extrae como plusvalía. Según las jornadas de trabajo que esta fuerza de trabajo entregue en relación con el costo de su venta. Dentro de la jerga marxista, este proceso es explicado por medio de ley del valor.
En resumidas cuentas, la ley del valor formula la idea de que cada producto fruto del trabajo humano tiene un tiempo de realización según el determinado tipo de formación histórico social donde se desarrolle. A esto último Marx lo denomina “trabajo socialmente necesario”, y lo contrapone al trabajo excedente, que en última instancia es lo que genera plusvalía.
Esta contradicción fundamental entre capital y el trabajo, entre el capitalista que compra la fuerza de trabajo y el trabajador que la vende, es el sustrato básico de la lucha de clases dentro del capitalismo.
“la ley del valor formula la idea de que cada producto fruto del trabajo humano tiene un tiempo de realización según el determinado tipo de formación histórico social donde se desarrolle”
Como el propio Marx lo formula en el Capítulo VII del Tomo I del El Capital, correspondiendo a la Cuota de Plusvalía en el apartado Examen del Valor Producto.
« […] el capitalista afirma sus derechos de comprador. De otra parte, el carácter específico de la mercancía vendida [la fuerza de trabajo] entraña un límite opuesto a su consumo por el comprador, y, al luchar por reducir a una determinada magnitud normal la jornada de trabajo, el obrero reivindica sus derechos de vendedor. Nos encontramos, pues, ante una antinomia, ante dos derechos encontrados, sancionados y acuñados ambos por la ley que rige el cambio de mercancías. Entre derechos iguales y contrarios, decide la fuerza.»
Salvedad necesaria
Por si no quedó claro en el apartado anterior, el capitalista se consolida como tal en la medida que acumula cada vez mayores proporciones de excedente de la fuerza de trabajo social. Este excedente puede representar de múltiples formas, incluyendo medios de producción tanto materiales como inmateriales. Es en este sentido que se debe entender la frase de Marx “el capital es trabajo muerto que se alimenta de trabajo vivo”. Todos los medios de producción existentes son en realidad la fuerza de trabajo de generaciones anteriores solidificada en forma de capital.
Ante esta luz, la Sección Séptima del El Capital “El Proceso de Acumulación del Capital” y los capítulos del XXII al XXIV pueden conectarse con la Primera Sección dedicada a la mercancía y el dinero. Por el hecho de ser esta última sección la demostración histórica del proceso de mercantilización desarrollada en la primera.
Volviendo al presente
Como se puede ver después de este breve repaso, la lucha de clases es resultado del proceso de producción material y espiritual del proceso de reproducción de las condiciones materiales de producción. Lo auténticamente marxista en tal sentido es definir y estudiar en cada período histórico la manera en que cada aspecto de la lucha de clases se desarrolla según sus condiciones materiales. Para esto sirve el la concepción materialismo histórico.
Es al instalar el análisis marxista dentro del presente, como afirma Terry Eagleton, que se puede descifrar las líneas problemáticas en las que las lógicas sociales dominantes son presionadas por la lucha de clases contra sus propios límites estructurales. Desde este análisis y con la claridad que permite la iniciativa de la lucha, se puede determinar quiénes son los amigos y los enemigos del pueblo, como afirmaba Lenin, aprovechando así la función revolucionaria del materialismo histórico.
Hoy los métodos de acumulación y generación de plusvalía han tenido ciertamente cambios cualitativos. Son cada vez más profundas y amplias las formas en que lo vivo se convierte en flujo de plusvalor. Sin embargo, la lógica sigue siendo la misma que Marx y Engels formulaban desde el manifiesto. El proletariado existe en “la medida en que éste alimenta e incremente el capital”
En tal sentido, viendo como el capital genera hoy ganancia, se puede verificar los marcos de la proletarización. Al generar ganancia desde la identidad y el deseo, ¿no hace de las luchas identitarias una fuente de proletarización? Al generar ganancia de la expoliación de la naturaleza humanizada ¿No hace de las luchas ecológicas fuentes de proletarización? Al generar ganancias sobre el trabajo del cuidado no remunerado o sobre la mercantilización de los cuerpos gestantes ¿No hace de las luchas feministas sustratos de proletarización? ¿No es el cuerpo racializado fuente presente y permanente de ganancia para el gran capital? ¿No es esta también una lucha a ser proletarizada?
¿No sigue siendo todo lo anterior parte de la contradicción fundamental entre capital y trabajo? Entendiendo el trabajo como potencialidad de lo vivo, es posible afirmar que sí.
Un nuevo horizonte
Es desde estas coordenadas que debe ampliarse la noción de lucha de clases. Sin caer en la trampa de la sobredeterminación. Es necesario afirmar que todas las luchas que presionan hoy las lógicas dominantes son atravesadas por las ambiciones de romper con la dominación, la opresión o la explotación del sistema imperante. Esto hace que estas luchas se dibujen necesariamente como parte de la lucha de clases, entre dominadores y dominados, entre opresores y oprimidos y entre explotadores y explotados.
Esto último conjuga necesariamente una nueva variante de la intencionalidad comunista, no solo como horizonte de disolución de las clases sociales, sino también como desate de las distintas luchas consolidadas bajo la lucha de clases. Es precisamente ante la ruptura de la división de clases y la superación de la fetichización mercantilista de lo humano que se puede ampliar la vivencia de lo humano, donde el desarrollo libre de cada individuo sea la condición para el desarrollo de todos y todas.
“Es necesario afirmar que todas las luchas que presionan hoy las lógicas dominantes son atravesadas por las ambiciones de romper con la dominación, la opresión o la explotación del sistema imperante”
Incluso si ninguna de las anteriores formulaciones es aceptada y se desconfía sustancialmente de la categoría de clase y por ende de la condición histórica de lucha de clases, cabe apelar al sentido común del trabajo político de agitación y movilización, haciendo el llamado a marchar separados pero combatir juntos.
La actual situación global dentro del capitalismo amerita claridad táctica y proyección estratégica para la amplia franja anti-neoliberal y capacidad de convocatoria y argumentación teórica para la franja anticapitalista. Conjugar un gran frente con estos dos sectores debe ser la tarea inmediata de los marxistas.
¿Para qué sirve Marx?
Luego de este largo periplo, lo esencial es admitir que hoy Marx sigue siendo útil. De no haber quedado claro lo anterior habría simplemente que recurrir a la premura del presente. Ser como el historiador marxista Edward Palmer Thompson, que frente a la arremetida neoliberal de Margaret Thatcher en el Reino Unido y frente a la pregunta de un interlocutor de si era o no marxista, confesaba: “En una situación como ésta, nadie va a negar que es marxista”. Para mí negarme como marxista es abdicar a la lucha.