Nunca ha habido mayor necesidad de un nuevo equilibrio global, del rechazo a la guerra, a la explotación y la agresión de las grandes potencias como ahora, que nuestro mundo se acerca a la catástrofe de la guerra nuclear. Hoy más que nunca, necesitamos rechazar la brutal agenda unipolar de los Estados Unidos, la distribución del mundo entre potencias hostiles y la supresión de los derechos de muchos en interés de unos pocos. En donde todo esto se ve más claro es en cuanto a la posesión de armas nucleares: sólo nueve Estados poseen estas armas de destrucción masiva por excelencia, y, a pesar de ser tan pocos, pueden mantener al resto del mundo en jaque con su terror nuclear.

La lucha por un mundo genuinamente multipolar, alineado sólo con los pueblos del mundo y no con bloques militares, lleva la paz y el desarme en su centro: esto es tan cierto ahora como lo fue hace 60 años cuando se fundó el Movimiento de los No-Alineados (MNOAL). Además de la oposición a la colonización y al sometimiento económico, los fundadores del Movimiento defendían la autodeterminación y la igualdad en las relaciones entre los Estados, y también coincidían en su oposición a los bloques militares, su compromiso con la paz mundial y una defensa muy firme del desarme nuclear mundial. Ese hilo conductor ha sido una constante desde entonces, y hoy seguimos viendo a los países del Sur Global liderando las iniciativas de desarme mundial.

Prácticamente todo el Sur Global está autoorganizado en zonas libres de armas nucleares reconocidas internacionalmente, propuesta que tiene sus orígenes en la década de los 60. En 1968, veinte países de América Latina establecieron una zona libre de armas nucleares, renunciando a la adquisición y al emplazamiento de las mismas en sus territorios. Los firmantes de este tratado, el Tratado de Tlatelolco, también aceptaron la jurisdicción del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) sobre sus instalaciones nucleares. A cambio, los Estados con armas nucleares acordaron no utilizar – ni amenazar con utilizar – armas nucleares contra ninguno de los Estados firmantes. El Tratado de Rarotonga se firmó en 1985 y prohibió los dispositivos explosivos nucleares en el Pacífico Sur, así como las pruebas y el uso de tecnologías de explosivos nucleares. La zona libre de armas nucleares de África se formalizó en 1996, con la firma del Tratado de Pelindaba, tras el desarme por parte de Sudáfrica de las armas nucleares que tenía desde la época del apartheid.

Ha habido un fuerte desarrollo regional en materia de desarme, liderado por el Sur Global, pero también hubo – y sigue habiendo – intentos por globalizar estas propuestas. El Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) (negociado durante la década de 1960, pero que entró en vigor en 1970) fue impulsado, en gran parte, por la India, para controlar la proliferación y la expansión de los arsenales. Tanto la India como Pakistán se negaron a adherirse al TNP, afirmando que consagraba en la ley a los que tenían y a los que no tenían armas nucleares, un sistema de doble rasero. Lamentablemente, ambos probaron y desarrollaron sus propios arsenales. Pero el punto era correcto: los Estados con armas nucleares no cumplieron con sus obligaciones de desarme según el TNP. De hecho, posteriormente han tratado de reinterpretar el TNP como si este les permitiera conservar las armas nucleares.

Occidente se va

En los primeros años del siglo XXI, en el contexto de la llamada “guerra contra el terrorismo”, el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, y el primer ministro del Reino Unido, Tony Blair, intentaron cambiar el marco jurídico internacional que rige las armas nucleares. Buscaron anular el requisito de desarme, centrándose en evitar que más países adquirieran armas nucleares. Su objetivo era reinterpretar el TNP para legitimar la posesión de armas por parte de los Estados nucleares existentes, al tiempo que lo utilizaban como justificación para la confrontación con los Estados acusados de proliferación. Afirmaban que era necesario un nuevo documento que reflejara los drásticos cambios en las condiciones de seguridad internacional, incluidos los atentados del 11 de septiembre de 2001.

La realidad era que los Estados Unidos y el Reino Unido estaban realizando investigaciones para nuevas armas (que estarían dispuestos a utilizar incluso contra Estados no poseedores de armas nucleares) al tiempo que desarrollaban armas para enfrentarse a Estados más poderosos como Rusia o China. Este fue el verdadero motor de la proliferación nuclear, junto con la determinación de los Estados Unidos de convertir a Israel en el único Estado con armas nucleares de Oriente Medio.

Un nuevo camino

Fue la frustración con el TNP lo que llevó, en 2013, a la fundación de la Iniciativa Humanitaria sobre las consecuencias de las armas nucleares. Esta iniciativa se materializó en el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN), que entró en vigor en enero de 2021.

El tratado hace que las armas nucleares sean ilegales por primera vez, prohibiendo el desarrollo, la posesión y el despliegue de armas nucleares por parte de los Estados participantes. En la actualidad, el tratado cuenta con 61 Estados partes que están legalmente obligados a cumplirlo, y muchos más que están en proceso de adhesión. Los países del Sur Global están a la vanguardia de la consecución de este tratado; entienden que cualquier uso de armas nucleares por parte de los estados del Norte Global afectará de forma desastrosa a sus propias poblaciones, tierras y producción de alimentos. Mantienen la que ha siempre ha sido su postura: cualquier posesión de armas nucleares es inaceptable; no hay garantías cuando se trata de este tipo de armas.

Es sin duda notable que el tratado impone a los firmantes la obligación de ayudar a las víctimas del uso y las pruebas de armas nucleares. Exige la reparación de los terrenos contaminados por los ensayos nucleares. También reconoce explícitamente el impacto desproporcionado de las actividades de armamento nuclear sobre los pueblos indígenas, debido a las elecciones realizadas por las potencias nucleares coloniales para sus lugares de ensayo. Por ejemplo, muchas de las pruebas del Reino Unido se llevaron a cabo en los territorios de los Primeros Pueblos Australianos en Emu Field y Maralinga, contaminando amplias zonas del sur de Australia. Francia realizó pruebas nucleares en sus antiguas colonias, incluyendo 17 en Argelia y 193 en la Polinesia Francesa. Estos errores históricos deben ser corregidos.

Las iniciativas de la mayoría mundial por la paz y el desarme demuestran que otro mundo es posible. La guerra es terrible. En todas las guerras, la gente sufre, y las consecuencias afectan a varias generaciones. Se destruye el futuro de innumerables personas, como vemos en Ucrania, Afganistán, Palestina, Yemen, Libia, Siria, Irak y el Sahel. Las prioridades de la humanidad son la lucha contra la desigualdad y la pobreza, hacer frente a la crisis climática y ampliar el acceso a la salud y a las vacunas. El gasto masivo de los Estados en producción y destrucción militar es un despilfarro criminal de recursos. Las alianzas militares no resuelven nuestros problemas, pero el diálogo, la desmilitarización y la cooperación internacional sí.