luis arce evo morales

Es recurrente la pregunta que se plantea en relación a por qué en Bolivia no se presentan de manera impactante los efectos de la crisis económica, comercial y financiera mundial, como sí ocurre en la mayoría de países de la región que enfrentan devaluaciones de su moneda, inflación acelerada, déficits fiscales y de balanza comercial y de pagos, recesión productiva y, por tanto, consecuencias serias para las clases trabajadoras y los sectores populares. Y otra que surge de inmediato: hasta cuándo será posible que se mantenga esta situación de relativa estabilidad, crecimiento económico y equilibrio en los indicadores macroeconómicos.

La propia lógica del capitalismo en su fase neoliberal genera crisis cada vez en ciclos más cortos y más aún ahora con las consecuencias de la pandemia del coronavirus y la Guerra en Ucrania, convertida ya en guerra de repercusiones mundiales y que ha puesto en vilo a las viejas potencias de Europa y Norteamérica frente a la falta de energía de gas y petróleo de consumo fundamental de la población y las industrias y la escasez de los alimentos.

Las transformaciones políticas, culturales, económicas y sociales en Bolivia, ejecutadas por el gobierno del Movimiento Al Socialismo (MAS) presidido por Evo Morales Ayma (2006-2019) y de Luis Arce Catacora (2020-2025) están en la base de las respuestas a estas interrogantes. La derrota de los regímenes neoliberales que tuvo su origen en la rebelión popular de octubre de 2003 estableció la Agenda de Nacionalización del Gas y de Convocatoria a Asamblea Constituyente que cambie el oren político, social y económico boliviano.

Estado fuerte y democracia participativa

Frente al neoliberalismo dominante en el periodo de 20 años (1985-2005), desde 2006 el fortalecimiento del Estado con la nacionalización de los hidrocarburos, la recuperación de las empresas estratégicas enajenadas, el impulso a la industrialización, la reforma constitucional, la democracia participativa, la redistribución social y regional de la riqueza y la expulsión del Fondo Monetario Internacional (FMI) como gestor de la política económica, así como la retención de los excedentes antes exportados al exterior por las transnacionales instaladas en el país, estuvieron en el centro del proyecto nacional-popular impulsando un proceso de liberación nacional.

La existencia de un contexto regional nacionalista y antiimperialista fue un factor muy importante para el proceso de reformas en Bolivia porque se contó con la solidaridad de los gobiernos de Hugo Chávez, Lula Da Silva, Néstor Kirchner y Fidel Castro y la implementación de los proyectos de integración ALBA, UNASUR y CELAC.

La nacionalización de los hidrocarburos del primero de mayo de 2006 y los precios internacionales del gas (principal recurso de exportación a Brasil y Argentina) permitieron contar con importantes recursos para la redistribución social y la reinversión en proyectos industriales como los de la separación de los líquidos de hidrocarburos, de urea y de fertilizantes y de otros emprendimientos basados en el papel impulsor y gestor del Estado Plurinacional que implementa el Modelo Económico Social Comunitario Productivo y el Plan de Desarrollo 2021-2025 que prioriza la industrialización con sustitución importaciones.

El crecimiento económico del país tuvo un promedio del 5% anual del Producto Interno Bruto (PIB) durante los catorce años de la presidencia de Evo Morales con una reducción de la pobreza del 60% al 35% y de la extrema pobreza de 38% al 15%.

A pesar de la existencia de una estructura latifundista agroexportadora muy poderosa, el gobierno ha condicionado su exportación (soya y derivados, principalmente) si previamente se asegura la demanda del mercado interno, siendo importante además la producción campesina pequeña y mediana que ha recibido incentivos y apoyo técnico y financiero de las instituciones estatales.

Derrota del Golpe de Estado y modelo endógeno

El golpe de Estado de octubre-noviembre de 2019 y el Gobierno de Facto vigente hasta noviembre de 2020 no solamente provocaron las masacres de Senkata y Sacaba, la salida vertiginosa de Evo Morales en un avión militar mexicano y persiguieron y encarcelaron a dirigentes del movimiento popular, sino pretendieron retomar el modelo neoliberal bajo la dirección del FMI favoreciendo a las elites oligárquicas y a las transnacionales.

La resistencia popular y el nuevo triunfo electoral del MAS posibilitaron que se recupere el poder político y el proyecto político endógeno, industrialista y de redistribución de la riqueza con resultados positivos desde noviembre de 2020.

Ante el futuro inmediato, los proyectos de industrialización de litio, hierro, biocombustibles y de propileno y polipropileno se encuentran en la carpeta de ejecución, sin embargo, los primeros dos se encuentran muy retrasados desde el periodo de su aprobación.

Entre tanto la explotación de oro está bajo control de “cooperativistas” que realizan exportaciones millonarias de manera ilegal, la explotación de la mina San Cristóbal (la más grande de plata, plomo y zinc de Bolivia) está bajo control de la empresa transnacional Sumitomo con impuestos y regalías ínfimas para el país y las empresas petroleras mixtas Chaco y Andina, de las que la transnacional REPSOL tiene una alta participación junto a la estatal YPFB, no informan de su situación, se convierten en un desafío para que el gobierno tenga un mayor control y genere todas las condiciones para continuar con un proceso económico de desarrollo integral y de largo alcance y enfrente las eventualidades y repercusiones de la crisis mundial.


 

Eduardo Paz Rada
Sociólogo boliviano con Maestría en FLACSO México. Docente titular de la UMSA y docente invitado en las Universidades de Buenos Aires, Valparaíso, Florianópolis y en la Escuela Nacional Florestan Fernandes del MST. Investiga temas de sociología política, sociología latinoamericana y geopolítica e integración de América Latina.