En la Parte I de esta historia mencionamos el encuentro de Otto y Roque en la Universidad de El Salvador, en 1954, cuando el guatemalteco llegó allí exiliado tras el golpe de estado en su país contra el nacionalista Jacobo Árbenz. Retomemos la historia a partir de entonces.

Fueron algo más de 3 años los que Castillo compartió con Roque Dalton entre mediados de 1954 y fines de 1957. Los dos cursaron las materias para recibirse de abogados en la universidad, aunque ninguno terminó la carrera.

Otto y Roque recorrieron por aquellos años un camino político similar: reivindicaron las gestas rebeldes que les precedieron, en particular las rebeliones indígenas menospreciadas por las élites intelectuales centroamericanas; combinaron poesía y militancia; se afiliaron a sendos partidos comunistas promediando los 50, y rompieron con ellos tiempo después para sumarse a organizaciones guerrilleras.

Durante esa etapa de estudiantes, Otto se convirtió en un referente para su amigo salvadoreño. Era solo un año mayor que Roque, pero tenía más experiencia política. Había sido perseguido por su militancia en la Juventud Patriótica del Trabajo (JPT), el brazo juvenil del Partido Guatemalteco del Trabajo (PGT), nombre que adoptó el Partido Comunista en ese país. Debido a la persecución desatada tras el golpe de 1954 había aprendido a moverse en la clandestinidad. Tomando como punto de partida la definición de Miguel Ángel Asturias, el mayor referente de la literatura guatemalteca, quien había dicho que la poesía debía ser una “conducta moral”, Otto insistía con que ese compromiso solo se volvería efectivo por medio de la militancia revolucionaria. Siguiendo su ejemplo, gran parte de aquella juventud terminó militando en el Partido Comunista Salvadoreño.

El poeta que convocó a su patria a andar y dio la vida para que suceda

Dos puños por la tierra

En 1955, Roque y Otto, a poco de haberse conocido, escribieron un poemario conjunto, Dos puños por la tierra. Con ese trabajo ganaron el primer premio de poesía organizado por la Universidad. La presentación contenía un extenso poema de cada uno. En ambos textos hacen una reivindicación de dos líderes indígenas destacados por su lucha contra el invasor español. Otto le escribe a Atanasio Tzul, líder de la revolución de 1820 en Totonicapán:

Tu salto sideral necesitamos,
Tu combatiente flecha decidida.
Tu vuelo azul es lo que tanto amamos.
La llama de tu sangre repetida
debe quemar al invasor que odiamos
con toda la violencia de la vida.
(…)
Estás de pie, heroico y profundo,
sin orillas de titubeantes alas
frente al desnudo grito de las balas,
encrespando, decisivo y rotundo.
Tu mano con su flecha llega al mundo,
tu flecha con su mundo de bengalas
viene emplumada con sus rojas galas
para defensa del amor fecundo.
Tu gesto por su gesto no agoniza,
en tu mano se despierta la estrella:
tu coraje en la patria se eterniza.

Roque dedica sus versos a Anastasio Aquino, quien condujo al pueblo nonualco a la victoria contra los españoles en 1833:

Padre Anastasio Aquino, descorredor de velos; matador de prejuicios,
padre Anastasio Vida; padre Anastasio Pueblo, violador de la noche: llegaste
desde el centro de la historia, desde el origen de la historia,
desde las proyecciones de la historia,
a colocarnos la verdad
entre la garganta y la vocación,
a colocarnos la verdad en la esperanza como una hostia feroz, roja y gigante, plena de amor al hombre matinal
que habremos de construir para la dicha.

Se trata de poemas escritos por dos muchachos de 20 y 21 años, a caballo entre la cadencia nerudiana de la que después aborrecerán y la influencia de César Vallejo que comenzará a definir una poesía más desacartonada en ambos de ahí en más. La reivindicación indígena incomodaba a las castas intelectuales, incluso a las progresistas, que cuestionaron que en una obra premiada por la universidad se llamara “padre de la patria” a un indio rebelde olvidado por la historia oficial.

A partir de entonces, la recuperación de la identidad originaria fue una constante en la obra de los dos poetas y un quiebre con la intelectualidad dominante; también un llamado de atención para sectores políticos que no daban relevancia a las luchas de los pueblos originarios. (“En una zona tan profundamente marcada por lo indígena se da el caso de que incluso los partidos comunistas carezcan de una política indígena”, dirá Dalton al respecto).

Otto René abordó el tema no solo en su poesía, también en artículos y ensayos. Al mismo tiempo que su poema sobre Atanasio Tzul era premiado, publicó en La Prensa Gráfica de El Salvador un artículo titulado “El indio”. Allí afirma que “el indio es, a pesar de todo lo que se diga, una conciencia en nuestra vida, una base de nuestro presente y una ruta hacia el futuro. Entrar a bucear nuestro panorama étnico, cultural y social, es una tarea que necesita hacerse sin timideces y sin titubeos”.

La reivindicación originaria y el estudio del marxismo les permitió a ambos poetas redefinir una noción de patria más allá de las fronteras con las que las clases dominantes habían fragmentado la región. La identidad centroamericana impregna especialmente la obra de Castillo de ahí en más. Así describe Dalton este proceso en la poesía de su amigo: “En aquel ambiente sobrecargado de inocencia, de buenas intenciones, de desconciertos, de verbosidad, de subdesarrollo, Otto René Castillo participaba como un nuevo tipo de salvadoreño y un nuevo tipo de guatemalteco, un nuevo tipo de compatriota y un nuevo tipo de extranjero: como un centroamericano revolucionario”.

“La reivindicación originaria y el estudio del marxismo les permitió a ambos poetas redefinir una noción de patria más allá de las fronteras con las que las clases dominantes habían fragmentado la región”

Mala poesía = contrarrevolución

Un año después de la repercusión de aquel poemario conjunto, en 1956, Otto y Roque fundan el Círculo Literario Universitario. Allí confluyeron quienes con el tiempo fueron reconocidos como la “Generación Comprometida”. De ese modo ampliaron los espacios para difundir su poesía, pero además se dedicaron a provocar debates por medio de publicaciones y proclamas. Se sabían parte de una generación que debía imponer un quiebre respecto a los escritores y referentes intelectuales que les precedieron, a quienes cuestionaban por inconsecuentes. A la vez, las vacilaciones de los partidos comunistas que empezarán a inclinarse por las tesis reformistas en vez de radicalizar la lucha contra las dictaduras los irán empujando a otras rupturas, que tomarán forma con el impulso de las guerrillas algunos años después.

En ese período la poesía de Castillo y Dalton adopta un claro perfil marcado tanto por su compromiso militante como por su esmero estético. Estaban convencidos, como dijo Dalton, de que “el comunista que trata de hacer la revolución con un mal poema, objetivamente hace contrarrevolución”.

Como parte de esa integralidad que caracterizó todos los planos de sus vidas, la militancia de Dalton y Otto René no se separó de la bohemia. Los viejos comunistas veían con malos ojos las andanzas por burdeles en los que se mezclaban marginales y estudiantes, y las borracheras que en más de una ocasión terminaron con escándalos públicos; sin embargo, los conflictos en serio con la ortodoxia partidaria surgirán más adelante y por motivos más de fondo.

Otto René Castillo y Roque Dalton reciben el premio por su poemario conjunto ´Dos puños por la tierra´

Dejando atrás la excesiva solemnidad

En diciembre de 1957, cuando Otto René se preparaba para regresar a Guatemala, Roque estaba recién llegado de un viaje fundamental. En junio de ese año el salvadoreño había viajado al Sexto Festival Mundial de la Juventud que se realizó en la URSS. En ese momento Dalton contó que se había enterado del Festival por unos amigos de la Universidad y que autofinanció los gastos tramitando “un préstamo complementario que aún no he logrado cubrir del todo”, como si buscara resaltar su independencia respecto al Partido Comunista. Pero lo más probable es que haya sido invitado a la URSS por recomendación del militante del Partido de su mayor confianza, su amigo Otto René.

Ya en el Festival, a Roque le hicieron una entrevista radial que fue transmitida por onda corta para América Latina por Radio Moscú y participó de actividades culturales y políticas que lo deslumbraron. La Unión de Escritores de la Unión Soviética lo invitó a recorrer Rusia y otras repúblicas socialistas. Por allí andaba el guatemalteco Miguel Ángel Asturias –quien diez años después ganaría el Nobel de Literatura–, el británico Graham Greene y un joven militante comunista argentino, también poeta, que llamará la atención del salvadoreño: Juan Gelman. Sobre su poesía escribirá en la revista Casa de las Américas que “una demostración per se de que la excesiva solemnidad, los aspavientos, las actitudes declamatorias y las leves truculencias que durante tanto tiempo agobiaron a la poesía latinoamericana comenzaban a ser eliminadas por una acción sistemática de la nueva generación”.

Si el interés de quienes tramitaron su participación en el Festival era incorporarlo al Partido Comunista, el plan dio resultado. Dalton formalizará su ingreso al PC salvadoreño a su vuelta de la URSS. Otto completaba así su influencia política sobre Dalton, aunque la militancia partidaria que pudieron compartir fue efímera. El breve tiempo entre el regreso del Festival y la partida de Otto René en diciembre de 1957 fue el último período en que los poetas estuvieron juntos.

Roque fue invitado a Guatemala en 1960 por el grupo de estudiantes con el que Otto mantenía amistad y, aunque fue interceptado por la policía y devuelto a El Salvador, llegó a verse en el aeropuerto con algunos estudiantes. Castillo, sin embargo, estaba por entonces estudiando en Alemania. Tampoco pudieron haber coincidido en La Habana, en 1966, cuando Otto René viajó en enero de ese año para entrevistarse con el dirigente guerrillero Luis Turcios Lima. Roque había estado allí, pero seis meses antes de la llegada de Castillo había viajado a Praga para refugiarse de la CIA que seguía sus pasos.

Aunque mantuvieron su amistad y admiración mutua hasta sus últimos días, no hay constancia de que hayan vuelto a verse después de aquellos años de experimentaciones literarias, conspiración antidictatorial e iniciación comunista en El Salvador de mediados de los 50. Hay numerosas cartas en el archivo de Dalton que fue reuniendo su familia, muchas de ellas de su etapa clandestina, pero hasta ahora no se conoce públicamente alguna que haya cruzado de manera directa con su amigo guatemalteco.

Otto René digo Roque Dalton…

Aun cuando no volvieran a verse después de aquellos años salvadoreños, abundan las dedicatorias, palabras de homenaje y reivindicaciones múltiples por parte de Dalton a Otto René. La referencia más temprana es del tiempo en que compartieron universidad: Roque dedica un poema que publica en diciembre de 1956 en Diario Latino a su amigo. Se llama “Canto a nuestra posición”. Sus versos se emparentan con otros que escribirá Otto René, “Intelectuales apolíticos de mi país”, con los que abrimos la Parte I de esta serie. Escribe Dalton en un estilo que, con los años, será identificado como su poesía temprana:

Nos preguntan los poetas de aterradores bigotes,
los académicos polvorientos, afines de las arañas,
los nuevos escritores asalariados,
que suspiran porque la metafísica de los caracoles
les cubra la impudicia:
¿Qué hacéis vosotros de nuestra poesía azucarada y virgen?
¿Qué, del suspiro atroz y los cisnes purísimos?
¿Qué, de la rosa solitaria, del abstracto viento?
¿En qué grupo os clasificaremos?
¿En qué lugar os encasillaremos?
(…)
Ay, poetas que os olvidasteis del hombre,
que os olvidasteis
de lo que duelen los calcetines rotos,
que os olvidasteis
del final de los meses de los inquilinos,
que os olvidasteis
del proletario que se quedó en una esquina
con un bostezo eterno inacabado,
lleno de balas y sin sangre
lleno de hormigas y definitivamente sin pan,
(…)
Estamos con el pueblo
porque antes muchísimo antes que cotorros alimentados
somos pueblos.
¡Estamos con una rosa roja entre las manos
arrancada del pecho para ofrecerla al Pueblo!

A partir de 1967, año en que Castillo es torturado y asesinado por el Ejército de Guatemala tras su decisión de incorporarse a la guerrilla, las referencias que hará Dalton de él se vuelven frecuentes. Lo menciona en “Seis poemas en prosa” de Taberna y otros lugares, y en ese mismo libro le dedica, in memoriam, el poema “La lucha de los contrarios, pero…” cuyos ocho únicos versos dicen:

Las dificultades no se remontan
ayudándonos con una garrocha.
Las dificultades se rompen
con el pecho abierto.
Ellas también son como el aire de la mañana
que puede congelarte los pulmones, pero
¿acaso la tierra, el fuego, el agua,
te sirven para respirar?

Con ese libro Dalton gana el premio Casa de las Américas en 1969. El uruguayo Mario Benedetti, en aquel entonces director del Centro de Investigaciones Literarias de la institución, le realiza una entrevista donde Dalton se explaya sobre la relación entre literatura y revolución y se refiere a Otto René Castillo como “mi querido e inolvidable hermano, guerrillero guatemalteco asesinado por el gobierno de su país después de haber sido capturado herido en la montaña”. En el diálogo con Benedetti menciona unos poemas de Otto René que le llegaron al día siguiente de la entrega de premios; se trata de unos versos inéditos que Dalton puso en manos de Benedetti y que aparecerán por primera vez en la antología que Casa de las Américas editó con la obra de Castillo en 1971 titulada Poemas.

Otto vuelve a ser protagonista de la literatura de Dalton en la novela Pobrecito poeta que era yo…, donde el salvadoreño destila sarcasmo para cuestionar la falta de compromiso de los escritores y poetas de su generación, a los que contrapone con la figura de Castillo. A él dedica el libro –otra vez, in memoriam–, y lo convierte en referente moral para contrastar no solo a los intelectuales a los que cuestiona, sino para examinar su propia conducta. Así deja constancia en el pasaje donde se interroga sobre las implicancias de su detención por parte de la policía y la CIA, y es su amigo el que lo baja a tierra de las “babosadas metafísicas”.

¿De qué me escapé yo? ¿De la cárcel del enemigo tan solo? Así le he planteado a Otto René mis inquietudes, antes de que se fuera de regreso a Guatemala, al trabajo en las montañas, hace solo unos días. Otto me dijo solamente, amable: «Déjate de babosadas metafísicas. Todo pasa en la vida. Acordáte de que el Che era médico». El Otto de siempre, igualito al de San Salvador, siempre tratando de apuntarle al corazón a la metafísica.

Vuelve a enaltecer su figura en Historias prohibidas del Pulgarcito. Allí titula uno de los poemas “Un Otto René Castillo del pasado”, y retoma el juego literario que había hecho con otros pasajes de las gestas históricas y la actualidad. Imbrica la lucha de su amigo con la de otro guatemalteco, el joven héroe que peleó en el siglo XIX por la independencia de El Salvador, Mateo Antonio Marure:

Otto René digo Mateo Antonio Marure
fue deportado a España a los 29 años
dejando en abandono a su mujer y su hijo
Pero al llegar a La Habana española
fue internado en la Fortaleza del Morro
y atacado de enfermedad endémica
murió en un hospital de caridad.
Si el Coronel Carlos Arana Osorio
hubiera sido el Capitán General de entonces
no habría dejado salir para La Habana a Otto digo a Marure
sino que lo habría asesinado allí nomás
en el cuartel antiguerrillero de Zacapa
o en la Academia del Primer Cuerpo de Policía
o en uno de los apartamentos sellados
de los muchos que tiene la CIA en la ciudad de Guatemala
para matar a estos orgullos de la Universidad Carolina

La mención a su amigo, referente y camarada reaparece en Un libro rojo para Lenin, donde titula uno de los poemas en prosa “Habría dicho Otto René Castillo pensando en Lenin”. Allí Dalton imagina lo que el revolucionario ruso diría sobre una decisión que pronto será la suya:

“Nadie va a la montaña a buscar gloria. Nadie que no sea un imbécil, quiero decir. En el fondo nadie elabora su poesía por la gloria. Nadie que sea un poeta, quiero decir. Admito que quienes van a la montaña, en ocasiones se plantean el problema de la muerte eventual en forma casi sensualista. Pero los poetas suelen ser sensualistas y hasta obscenos, si se quiere. (…) En general es cierto que el sacrificio que no tenga una eficacia real en la historia es idiota. Creo que ésta es una conclusión de espíritu leninista. Pero, ¿quién puede saber anticipadamente lo que tendrá eficacia real en la historia? Tratar de obtener esa eficacia jugándose la vida, es la mayor grandeza del hombre”.

Concluye la reflexión apelando a la autoridad del soviético:

“El camarada Lenin habría estado de acuerdo. Él, que siempre nos buscó la mística llaga de la dignidad y el honor. Él, que vive en sus palabras únicamente para aquellos que van más allá de las palabras”.

¿Busca, de ese modo, redimir la muerte guerrillera de Otto René? ¿O legitimar su propia decisión, ya que, mientras terminaba de corregir los poemas de este libro, en 1973, él mismo se encontraba recibiendo entrenamiento militar en Cuba para entrar clandestino a combatir a El Salvador?

“No basta con militar a la antigua”

A estas menciones en su obra literaria Dalton sumó el artículo “Otto René Castillo. Su ejemplo, nuestra responsabilidad”, un texto que hasta hoy sigue siendo la más íntegra reivindicación de la vida y obra del poeta guatemalteco.

El texto suele ser citado por su aparición como prólogo del libro Informe de una injusticia, la antología poética de Castillo publicada por la editorial EDUCA en Costa Rica, en 1975. Pero no fue escrito en ese momento, cuando Dalton estaba en la guerrilla en El Salvador, sino tres años antes. Ya había sido publicado en junio de 1972 en el número 7 de la revista Santiago, de la Universidad de Oriente, Cuba. Es importante señalar que la forma en que Dalton elije verse reflejado en el espejo de su amigo guatemalteco es bastante anterior al momento en que finalmente él logró incorporarse al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) en su país. Entre la primera publicación de ese texto y la muerte de Dalton en la guerrilla pasan 3 años, tiempo suficiente para considerar que la suya fue una decisión consciente, meditada.

Sobre ese texto emblemático hay otro dato que suele pasar desapercibido. El poeta guatemalteco Arqueles Morales, quien compartió con Dalton amistad y militancia en El Salvador y en Cuba, dice que el artículo en realidad es de autoría colectiva, y que “por avatares que no vienen al caso apareció más tarde con la firma de Roque solamente”. Según su testimonio, el texto sobre Otto es resultado de la escritura conjunta en la que participaron ellos dos y el comandante del Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP) de Guatemala, Antonio Fernández Izaguirre. Así lo menciona en el libro Recopilación de textos sobre Roque Dalton. Serie Valoración múltiple publicado en 1986 por Casa de las Américas en Cuba. Es una información relevante, porque refuerza la versión que señala que Dalton contempló la posibilidad de sumarse a la guerrilla en Guatemala antes de resolver su incorporación al ERP en su país. De haberse concretado esa primera opción, hubiera sido un buen homenaje a su amigo Otto, un convencido del carácter centroamericano de las luchas de liberación. “Los tres encaramos el tema a partir de una premisa –recuerda Morales–: los revolucionarios marxistas-leninistas centroamericanos creemos que nuestros héroes no deben ser sacralizados”.

Distintas reseñas sobre Otto René Castillo apelan a ese texto, en especial a la parte primera, que hace un repaso biográfico. Pero es en la segunda parte donde Dalton (junto a Morales y Fernández Izaguirre) vuelca la caracterización que más importa, de cara a las decisiones que él mismo estaba por tomar. Allí dice:

“Otto René Castillo ejemplifica el más alto nivel de responsabilidad del intelectual revolucionario, del creador revolucionario, en la unidad del pensamiento y la práctica. (…) Se había convencido de que el único camino para la liberación definitiva de los pueblos latinoamericanos pasa por la lucha armada y que, en consecuencia, hay que prepararse para la acción y pasar a ella”.

En 1957 estuvo de acuerdo con que no bastaba ser un marxista individual para ser revolucionario: había que comprometerse organizadamente, ingresar en el Partido. Ahora, en las condiciones actuales de la lucha revolucionaria centroamericana, Otto René Castillo ratifica la inquietud que en el fondo de los corazones de muchos militantes se coagulaba desde hace tiempo: no basta con entrar al partido, no basta con militar a la antigua: es necesario encarnar en cuerpo y alma la nueva vía de la revolución: la de la lucha armada, nacional, centroamericana, revolucionaria.

La reivindicación no es liviana: Dalton y sus compañeros sabían al detalle la forma en que Otto había sido asesinado. “Junto con la compañera Nora Paiz fue conducido a la base militar de Zacapa y después de haber sido terriblemente torturado y mutilado, fue quemado vivo”, relatan en ese mismo texto. Lejos de intimidarse, Roque –al igual que una parte importante de su generación– decidió seguir sus pasos. Él mismo será fusilado estando en la guerrilla salvadoreña en mayo de 1975. Aunque sus asesinos no fueron militares torturadores sino guerrilleros de dudosa filiación ideológica, al igual que Otto su cuerpo fue ocultado. Hasta hoy ambos siguen siendo parte de la trágica lista de desaparecidos de un continente que todavía no salda las cuentas con su pasado.

Más allá de la tragedia, ambas opciones guerrilleras condensan los ideales de toda una época por una causa emancipatoria aún pendiente. Roque asumió ese desafío sin interrumpir su labor literaria: en la guerrilla escribió sus Historias y poemas de una lucha de clases. Otto escribió y montó obras de teatro con guerrilleros que no sabían leer ni escribir como parte de una nueva pedagogía insurgente.

Sobre la participación en la lucha armada de Otto René, sobre la forma en que incorporó su labor intelectual a una vida de combate y riesgo permanente, indagaremos en la tercera parte de este trabajo.