Al cumplirse un año de la insurrección que tuvo lugar el 6 de enero de 2021 en Estados Unidos, cuando el expresidente Donald Trump incitó a miles de sus simpatizantes a irrumpir violentamente en el Capitolio con la intención de revocar los resultados de las elecciones presidenciales de 2020, las amenazas a la democracia continúan en el centro de la escena. Mientras el Partido Republicano se sume en el culto de Trump, activistas progresistas de todo el país luchan para ampliar los derechos electorales y garantizar el desarrollo de elecciones libres y justas. Uno de los principales baluartes de la democracia es la libertad de prensa. Lamentablemente, con la persecución que está llevando a cabo en contra del fundador de Wikileaks, Julian Assange, el Gobierno de Biden está liderando el ataque contra el periodismo y fortaleciendo a los aspirantes a autócratas de todo el mundo.

Julian Assange es el fundador y editor de Wikileaks, un sitio web pionero al servicio de la transparencia. Wikileaks expuso los crímenes de guerra cometidos por Estados Unidos en Irak y Afganistán, así como también sus prácticas de tortura en Guantánamo y otros abusos de poder, al publicar miles de documentos militares y gubernamentales secretos estadounidenses que los principales medios de noticias de diversas partes del mundo —incluidos los periódicos The New York Times, The Washington Post y The Guardian— utilizaron como base para publicar reportajes que luego fueron ampliamente galardonados. Mientras lucha contra el intento del Gobierno de Estados Unidos de extraditarlo por cargos de espionaje y hackeo de información, Assange se encuentra encerrado en la prisión de alta seguridad de Belmarsh, en Londres, que ha sido descrita como la “versión británica de la prisión de la bahía de Guantánamo”. Si es extraditado, el fundador de Wikileaks podría enfrentar una condena de hasta 175 años de prisión.

Este miércoles se cumplieron 1.000 días de reclusión de Julian Assange en Belmarsh y un grupo de activistas se congregó frente a la prisión para conmemorar la fecha y exigir su liberación. Antes de ser recluido en Belmarsh, Assange pasó casi siete años en la Embajada de Ecuador en Londres, en calidad de asilado político.

Entre los manifestantes se encontraba Stella Moris, pareja de Assange y madre de sus dos hijos menores. Como parte de su campaña por la liberación de Assange, Moris concurrió a la cumbre contra el cambio climático que se desarrolló en noviembre en Glasgow. En esa ocasión, dijo a Democracy Now!: “Realmente todo esto ha comenzado a afectarlo. Cada día es una lucha para él. No se vislumbra un final. Esta [situación] puede continuar así durante años”.

Stella Moris anunció la vigilia de protesta por los 1.000 días de encarcelamiento de Assange en un tuit que incluye una grabación de audio supuestamente realizada dentro de la celda de la prisión de Belmarsh donde está recluido Assange. En dicha grabación, los gritos de los reclusos, los ladridos de los perros guardianes y el sonido incesante de puertas de metal que se abren y cierran pintan una imagen cruda de las duras condiciones que se viven dentro de Belmarsh.

En su conversación con Democracy Now!, Stella Moris agregó: “El relator especial de Naciones Unidas sobre la Tortura ha dicho que Julian está siendo torturado psicológicamente. Su salud física se ha deteriorado muchísimo. Lo están matando. Si muere, es porque lo mataron. Lo están torturando hasta la muerte”.

Stella Moris reveló recientemente que Julian Assange sufrió un pequeño accidente cerebrovascular en prisión el 27 de octubre, el primer día de su audiencia de apelación ante el Tribunal Superior de Londres. Ese tribunal finalmente falló a favor del Gobierno estadounidense para que Assange pueda ser extraditado. Assange está actualmente solicitando permiso a ese mismo tribunal para apelar el fallo ante la Corte Suprema del Reino Unido.

Las amenazas a periodistas y trabajadores de los medios en todo el mundo han ido en aumento. El Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) declaró que, al 8 de diciembre, 24 periodistas habían sido asesinados en el cumplimiento de su deber en 2021 y se cree que otras ocho muertes de trabajadores de prensa estuvieron relacionadas con el trabajo periodístico. Asimismo, 293 periodistas fueron encarcelados durante 2021, lo que constituye una cifra récord.

El 9 de diciembre pasado, el presidente Joe Biden inauguró la “Cumbre por la Democracia”, organizada por la Casa Blanca, con las siguientes palabras: “Medios de comunicación libres e independientes. Esa es la base de la democracia. Así es como la población se mantiene informada y como los Gobiernos rinden cuenta de sus actos. En todo el mundo, la libertad de prensa está amenazada”.

Las palabras del presidente Biden son ciertas, pero suenan huecas, ya que su Departamento de Justicia busca encerrar en prisión a Julian Assange de por vida, por el simple hecho de desempeñar justamente las funciones de la prensa libre que Biden elogia.

Refiriéndose a los periodistas María Ressa, de Filipinas, y Dmitry Muratov, de Rusia, quienes fueron galardonados con el Premio Nobel de la Paz 2021 por los valientes informes que llevaron a cabo mientras estaban bajo la amenaza de sus Gobiernos, el director ejecutivo adjunto del Comité para la Protección de los Periodistas, Robert Mahoney, dijo el 10 de diciembre: “El mismo día que se honra a los periodistas con el Premio Nobel de la Paz, un tribunal del Reino Unido dictamina que Estados Unidos puede extraditar a Julian Assange, un fallo que daña gravemente al periodismo. […] La obstinada persecución del Departamento de Justicia de Estados Unidos contra el fundador de WikiLeaks ha sentado un precedente legal dañino para la prensa […]. Esta semana, en su Cumbre por la Democracia, el Gobierno de Biden se comprometió a apoyar al periodismo. Para ello, podría comenzar por eliminar la amenaza que ahora enfrentan los periodistas de investigación de todas partes del mundo de ser juzgados según la Ley de Espionaje”.

Una coalición de 24 organizaciones internacionales —incluidas Human Rights Watch, la Unión Estadounidense para las Libertades Civiles, Freedom of the Press Foundation, PEN America y Reporteros sin Fronteras— instaron al Gobierno de Biden a detener el juicio contra Assange, afirmando que este “amenaza la libertad de prensa porque gran parte de la conducta descrita en la acusación es la conducta de muchos periodistas en su día a día, y la que deben adoptar para poder hacer el trabajo que la ciudadanía necesita que hagan”.

La democracia está bajo ataque. El presidente Biden debe cumplir con su promesa de apoyar la libertad de prensa, que actualmente se necesita más que nunca, y abandonar la persecución contra Julian Assange.