Si revisamos con atención la historia, es fácilmente verificable que después que inició la Primera Guerra Fría, la CIA y demás servicios especiales del imperialismo gringo, invirtieron muchísimo en todos los aspectos –y desde ahí, nunca han dejarlo de hacerlo- en fabricar una ‘izquierda funcional’ a su estrategia de contención, acción erosiva, infiltración y demás métodos, hasta llegar a la neutralización o destrucción de lo que han considerado amenazas a su hegemonía.
Como es conocido, la Unión Soviética se convirtió en una gran potencia y había conseguido grandes logros económicos, tecnológicos, sociales y culturales. Todo ello a pesar del inmenso costo que significó la Segunda Guerra Mundial para el pueblo soviético. En ese marco, por ejemplo, en Europa Occidental la CIA crea toda una arquitectura para evitar el ‘contagio comunista’ y se permite el desarrollo del ‘Estado de Bienestar’ europeo. Sobre esta experiencia histórica hay mucho que decir, pero no nos vamos a extender en esto, textos de consulta y análisis hay suficientes.
Esta ‘izquierda funcional’ para ser un instrumento eficaz de sus controladores, lógicamente oculta su esencia y se muestra ‘anti- establishment’. Suele usar el viejo truco de exhibirse generosa para lograr bajar la guardia al más desconfiado. Una vez que su accionar selectivo haya abierto una brecha en la armadura de su objetivo podrá embaucarlo a su gusto. Parafraseando al filósofo chino Han-fei-tzu (siglo III a.C.) ‘Si quiero tomar algo, primero tengo que dar’.
En un artículo que titulamos: Nuevo escenario geoestratégico: estamos entrando en una nueva ‘Guerra Fría’ (14/febrero/2016)[1]; habíamos advertido que EEUU estaba obligado a cambiar su concepto estratégico para sostener su hegemonía, en vista que sin enemigo comunista (Primera Guerra Fría) y prácticamente sin enemigo terrorista creíble (instrumento creado pos derrumbe del Bloque Socialista), EEUU tenía que fomentar una nueva Guerra Fría y guerras que involucren a Rusia y China para contener su creciente poder y evitar lo que ahora a pocos le queda duda existe, el desarrollo y consolidación de un mundo multipolar.
Frente a ese dilema estratégico, EE.UU fabrica la guerra de Ucrania, guerra que inicia en el año 2014, y no con lo que la prensa Occidental ha calificado como invasión rusa del año 2022, y que determinados actores de ‘izquierda’ y hasta ‘famosos’ intelectuales como Álvaro García Linera, demostrando desconocimiento histórico e incomprensión geopolítica/geoestratégica, han secundado, olvidando por ejemplo, que ese conflicto inicia con la ‘Revolución de colores’, -de la que EEUU ha implementado varias y es experto en aquello-, donde derroca al gobierno legítimo de Ucrania e impone un gobierno pro-occidental que inicia un proceso de nazificación agresiva de Ucrania y una extensión de facto de la OTAN, amenazando la seguridad de Rusia. Recordemos que EEUU había prometido al responsable de la destrucción de la Unión Soviética, Mijaíl Gorvachov, que la OTAN no se extendería hacia el Este.
Aquí una digresión, paradójicamente Jair Bolsonaro, ex presidente de Brasil, en ese punto ha demostrado mayor entendimiento geopolítico/geoestratégico que su sucesor, el presidente Lula, cosa que se constata por las votaciones anti rusas en la Asamblea General de la ONU, entre otras señas, cuestión que no sucedió en el período de Bolsonaro. Esto a pesar que Brasil es miembro del BRICS.
La guerra de Ucrania, desde el punto de vista de la gran estrategia y de sus consecuencias no calculadas por el imperialismo gringo, ha generado unos efectos de una trascendencia enorme y está provocando cambios fundamentales en el tablero internacional. Entre los cuales podemos destacar:
a) la consolidación de una “alianza” de facto entre China y Rusia. Algo que personajes como Henry Kissinger siempre advirtieron que debían evitar a toda costa. Sin embargo, colocamos entre comillas –alianza- porque no es una alianza en estricto sentido, al menos no como en Occidente se interpreta, sino por decirlo de alguna forma, una relación integral en el marco de la Nueva Guerra Fría, en Nuestra América de manera coloquial diríamos ‘a lo chino’, es decir al estilo chino, empero la reciente y larga visita del Ministro de Defensa chino a Rusia atendido por Putin durante el feriado de la Pascua Ortodoxa, devela la importancia de esta reunión y lo que podría estar cocinándose en el inmediato futuro
b) el restablecimiento de relaciones internacionales entre Irán y Arabia Saudita, que ya tiene y tendrá repercusiones descomunales en el Asia Occidental, entre ellas, la cada vez más cercana desaparición del artificial Estado de Israel.
c) La desdolarización del mundo, de la que los mismos EEUU se han encargado de incentivar, entre otras razones por su adicción a las sanciones; en fin, sobre la situación y actual proceso geopolítico se puede exponer mucho pero no es el objetivo de este artículo. Sin embargo, resumiremos que existen tres grandes bloques: 1) Occidente liderado por EEUU, en donde se incluye la Unión Europea, Japón, Australia, Nueva Zelanda y Corea del Sur; 2) la Entente Chino – Rusa; y, 3) el intrincado y complicado Sur Global donde India intenta tener un importante rol de influencia. El primero intenta sostener todas las ventajas de la unipolaridad, el segundo trabaja para desarrollar la multipolaridad, y el tercero busca el equilibrio entre ambos para obtener beneficios de esos dos bloques. Dentro del Sur Global hay potencias medias que juegan un destacado rol geoestratégico, como Irán, Turquía, Sur África o Indonesia. También habría que subrayar que en este nuevo contexto estratégico lo estrictamente ideológico queda relativizado, como no sucedía en la Primera Guerra Fría, en esta nueva Guerra Fría hay una actitud más pragmática en torno a las relaciones internacionales. Dentro de la multipolaridad, lo necesario, lo racional, lo visionario sería que Nuestra América busque como región su autonomía estratégica.
¿A qué viene toda esta rápida revisión del actual contexto internacional? A lo siguiente: Las FARC-EP firman el Acuerdo de Paz en un determinado entorno geopolítico/geoestratégico, que de una u otra manera influyó -independientemente de otros factores- en la decisión político estratégica de desarmarse. Siempre el paisaje internacional tiene un nivel de influjo en el rumbo a tomar. A diferencia del escenario estratégico existente durante la Primera Guerra Fría, donde determinados conflictos de liberación nacional se vieron apoyados y/o fortalecidos por la existencia en especial de la Unión Soviética, con la desaparición del bloque socialista el imperialismo gringo tuvo las manos libres para destruir países e imponer de manera muy agresiva su hegemonía en donde no lo había logrado. Así vemos lo que le sucedió a Yugoslavia, Libia, Afganistán e Irak. Se intentó implementar el mismo libreto con Siria, pero se le puso un freno cuando Rusia apoyó al gobierno de Bashar al-Ásad.
Haciendo abstracción por un momento de la variable internacional, muchos creímos de manera esperanzada, más no ingenua, que había que darle una oportunidad a la paz y pensamos que la oligarquía colombiana (que históricamente se ha caracterizado por su atraso ideológico) había alcanzado un mínimo nivel de racionalidad para dejar atrás tanta violencia, dejar atrás los procesos de paz fallidos y ponerle voluntad política como Estado al tratamiento civilizado del conflicto político-social. Pero los hechos demostraron que estuvimos equivocados. Si el Estado colombiano ha demostrado históricamente que es incapaz de mantener una política de Estado en torno a construir la paz ¿qué nos puede indicar que esta vez será diferente?
El genocidio por goteo y asesinato de líderes sociales y firmantes de la paz, es uno de los indicadores que simplemente revelan que el objetivo era conseguir el desarme de las FARC-EP para finalmente certificar su derrota. Recordemos que de acuerdo al Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz) de Colombia, 1.457 líderes sociales han sido asesinados desde la firma del Acuerdo de Paz en 2016[2]. Igual cosa ha sucedido con más de 400 firmantes de la paz de las FARC-EP. “No cesan las masacres: fueron 92 las reportadas en 2022. Los desplazamientos y el confinamiento se incrementaron en un 47% frente a las cifras del 2021, focalizados en la Costa Pacífica, las zonas fronterizas y los departamentos del Centro-Sur del país, poniendo en riesgo a 7,2 millones de personas.[3]
Por otro lado, la dirigencia de la reactivada insurgencia de las FARC-EP que de acuerdo a determinados informes, en gran parte tiene conformación netamente popular, le da una cualidad de radicalidad al nuevo proceso.
Regresando al enfoque geopolítico/geoestratégico preguntamos: ¿Ahora en este nuevo tablero internacional quién tiene más apuro por conseguir el total desarme de la insurgencia colombiana? ¿A quién le desfavorece más este escenario multipolar? ¿Qué oportunidades nuevas surgen, no solo para los procesos soberanistas en el mundo, sino para los países que han optado por caminar de manera independiente? Creo que muchas respuestas son obvias. Solo resaltaremos un aspecto. En vista del fracasado proceso de paz colombiano, solo un perfil y un gobierno como el de Petro, podría embaucar de nuevo a la insurgencia colombiana para la firma de una supuesta Paz Total, que en gran medida se puede reducir de nuevo a su simple desarme con muchas promesas generosas en el papel que con alta probabilidad no se cumplirán.
De continuar las negociaciones, desde nuestra perspectiva tendrían que enfocarse de manera muy distinta. Por ejemplo, una primera etapa a cumplirse no sería el desarme de la insurgencia, ya en varias ocasiones han sido las insurgencias las que han dado ese paso sin lograr la pacificación de la sociedad colombiana. Habría que exigir por ejemplo, concreciones respecto a la desaparición del paramilitarismo que Carlos Castaño (uno de los fundadores de las Autodefensas Unidas de Colombia -AUC) lo consideraba como un para-sistema, fenómeno donde las mismas Fuerzas Militares tienen mucho que ver y reformas en el sistema de justicia para afrontar tanta impunidad, entre otros temas. Es decir, abordar problemas donde su solución puede tomar varios años. Mientras tanto, se puede acordar sencillamente un alto al fuego, supervisado por la ONU, pero sabemos que esto, la oligarquía colombiana, difícilmente lo va a aceptar. Sin embargo creemos que el nuevo ambiente geopolítico le pone ingredientes completamente diferentes a la situación, y los actores deben tomar conciencia de aquello.
La Paz Total debería contemplar primero la creación de las instituciones, métodos, conductas y condiciones necesarias para la transición definitiva hacia la ausencia de conflicto armado, además de fomentar transformaciones democráticas significativas.
En el marco de los hechos extraordinarios que están ocurriendo en el escenario geopolítico, Nuestra América se convierte para el imperialismo gringo en una región geoestratégica vital para su permanencia como potencia. De ahí que no sorprenden expresiones como la del republicano Carlos Gimenez (miembro de la Cámara de Representantes del Congreso de EEUU), que señaló lo siguiente: “Durante demasiado tiempo hemos ignorado nuestro propio patio trasero y hemos permitido que Rusia, China e Irán, adversarios de Estados Unidos, hagan grandes incursiones en nuestra región”, (en “La jefa del Comando Sur de EE.UU. se queja de que otros países extraen litio de América Latina” [4].
Ahora el Comando Sur y el Departamento de Estado están empeñados en bloquear las relaciones de Nuestra América con China y Rusia, pero eso es muy difícil en el actual entorno internacional. En ese marco, el eterno aliado de los EEUU, Colombia, seguirá siendo su privilegiada herramienta de geoestrategia para nuestra región.
La violencia en Colombia tiene historia, tiene causas, y los colombianos deben tener memoria. Una paz que implique en esencia un simple desarme de la insurgencia, no hará más que repetir la historia. Es decir, una nueva firma de paz fracasada. Aún, si mañana Petro logra que determinados grupos narcoparamilitares se encarrilen en la legalidad, para la oligarquía Colombia no es problema crear nuevas etiquetas criminales. Hay una realidad en Colombia que no se puede soslayar, el Estado colombiano es el que está muy atravesado por el fenómeno del narcotráfico. Los repetitivos y fallidos “acuerdos de paz”, en esencia se han convertido en una estrategia del bloque de poder dominante para contener y/o derrotar a los procesos profundos de lucha del pueblo colombiano. No han profundizado la justicia y equidad social, y el desarrollo de un Estado realmente democrático, con voluntad política real de impulsar reformas al régimen económico, político y de seguridad.
En toda estrategia hay dos variables claves: espacio y tiempo. Por la actitud cavernaria de la oligarquía colombiana la nueva insurgencia está recobrando espacios. En relación al tiempo, la nueva Guerra Fría y la transformación del mundo en multipolar, favorece a los procesos de liberación nacional o sostenimiento de la soberanía e independencia de determinados países en el Sur Global.
[1] https://www.cenae.org/nuevo-escenario-geoestrateacutegico-8203estamos-entrando-en-una-nueva-ldquoguerra-friacuteardquo.html
[2] Colombia reporta más de mil líderes sociales asesinados desde 2016 – https://www.radiopichincha.com/colombia-reporta-mas-de-mil-lideres-sociales-asesinados-desde-2016/
[3] “El mierdero de la Paz Total”, por: Diana Patricia Arias Henao https://rebelion.org/el-mierdero-de-la-paz-total/
[4] “La jefa del Comando Sur de EE.UU. se queja de que otros países extraen litio de América Latina” https://actualidad.rt.com/actualidad/460461-jefa-comando-sur-eeuu-quejarse-extraer-litio