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Durante las últimas cuatro décadas, la economía mexicana ha observado un ritmo de crecimiento promedio lento, inestable, muy marcado por los ciclos económicos, con años de evidente menor crecimiento, tales como 1994, 2009, 2013 y 2019. En contraste, los auges han sido más suaves, de modo que, en promedio, la expansión económica es apenas superior a la poblacional, de manera que el producto por habitante prácticamente no ha variado.

Paralelamente, la estrategia postindustrial del gobierno ha procurado la integración de la economía con aquella de los EEUU, de manera que ese comportamiento cíclico se ha acoplado con el de ese país. Asimismo, tal estrategia ha buscado el crecimiento de las exportaciones manufactureras, que se han sostenido en las importaciones que ha crecido a la par. El contenido de insumos nacionales en las exportaciones es menor.

Por lo menos desde 1987, los sucesivos gobiernos han practicado variantes del mismo tipo de políticas económicas. Estas, a su vez, no están diseñadas para suavizar el comportamiento cíclico del sistema, por el contrario, las políticas económicas buscan ser neutras, en el entendido que las autoridades hacen mejor si no intervienen en oeconomicae et pecuniariae quaestiones. El objetivo es controlar la inflación; para ello emplean a la tasa de interés como instrumento para administrar a la demanda privada, mientras contienen el gasto, los ingresos públicos y su diferencia en niveles mínimos. De este modo, la política quiere garantizar también que es el sector privado quien toma las grandes decisiones económicas. Siempre en el marco de la teoría que sustenta a estas estas políticas, se demuestra que, en un mundo incierto, las autoridades actúan sin información completa, por lo que difícilmente acertarán, de modo que puedan garantizar que esa intervención ayuda a alcanzar los mejores resultados. In dubitationem abstinere.

Luego, la marcha de la economía ha quedado en manos del sector privado, fundamentalmente. La cuestión es si este sector está en condiciones de hacer crecer a la economía y desarrollarla. Como es evidente, los problemas económicos más serios de México tienen relación con su condición de subdesarrollo y sería necesario nombrarlos y diagnosticarlos explícitamente a fin de resolverlos. Sin embargo, durante el mismo período al que se refiere este trabajo, no se ha hablado sobre el desarrollo; nos hemos convertido en un país “emergente”, mientras los problemas se agravan (¿dónde estaba sumergida la economía?). En contraste, las épocas cuando la economía ha crecido más rápidamente y se ha desarrollado, tanto el sector privado como el público han participado y han cooperado de manera consciente para lograrlo.

Lo cierto es que durante estos últimos cuarenta años el sector privado no ha construido un sistema económico capaz de crecer y ofrecer bienestar a la población. En efecto, la inversión privada no ha buscado el protagonismo en la dinámica de la economía. Esta variable ha mantenido un comportamiento mediocre mientras la economía permanece estancada. De esta manera, el sector productivo ha cambiado más en su relación con el exterior, aumentando su dependencia sobre las importaciones, aún en las ramas cuyas exportaciones han crecido menos, pero no se aprecian otras transformaciones necesarias para asegurar que el sistema sea capaz de crecer sostenidamente.

No obstante, como sabemos, la economía mexicana ha devenido en importante exportadora de manufacturas que emplean tecnologías complejas y muy complejas, tales como productos electrónicos y vehículos de transporte. Ese crecimiento podría hacer pensar que ha habido en México un intenso proceso de formación de capital fijo en algún momento, puesto que una de las críticas hacia la industrialización interrumpida en 1982 es que no procuró la competitividad de la economía, de modo que las exportaciones manufactureras eran relativamente pequeñas. No obstante, hay que tener en cuenta que a partir de los años 1990 ha habido en el mundo un notable cambio tecnológico, con la aplicación de los ordenadores y la automatización en prácticamente la totalidad de las actividades económicas: en ningún caso las capacidades tecnológicas de entonces alcanzarían para tener presencia en los mercados.

A fin de estar a la altura de ello, las empresas participantes del comercio internacional deberían haber construido nuevas capacidades productivas, no solo construyendo plantas productivas, sino también incorporando nueva tecnología, así como desarrollando nuevas capacidades de innovación y de adaptación a las condiciones de la producción. Ello significa que las empresas debieron haber seguido un proceso de muy intensa inversión. Tales procesos también requieren de la formación de capacidades entre los trabajadores, quienes deben adiestrarse e incrementar su productividad.

Sin embargo, en México no se encuentra ninguna relación entre ese crecimiento de las exportaciones manufactureras y la formación de capital. Es decir, los productos de exportación como los automóviles o el equipo de cómputo, no se fabrican en modernas plantas altamente tecnificadas y no hay evidencia estadística de que las empresas hayan invertido masivamente.

Se trata simplemente de unas producciones que ensamblan piezas y partes de diversa complejidad, pero aquella actividad en sí misma (ensamblar), emplea tecnologías extraordinariamente simples, junto con mano de obra muy escasamente calificada, de baja productividad y mal remunerada. No se ha requerido ninguna inversión importante para la construcción ficticia de las capacidades exportadoras nacionales, que se limitan a ensamblar partes y piezas importadas. Dado que no esas producciones tienen escasa relación con el resto de la economía, son incapaces de imprimir crecimiento y generar bienestar para la población en general.

En todos aquellos países donde el aparato productivo ha sufrido transformaciones importantes para dar cabida a nuevas actividades productivas de tecnología compleja, con orientación o no hacia el mercado externo, el Estado por medio de la política económica facilita y orienta esos cambios, ayudados por una sólida educación de la fuerza de trabajo.

El sector privado, por su parte, no solo invierte recursos, sino que también debe incorporar las innovaciones y mejorar los productos y los procesos productivos. Esos son los casos de Corea del Sur, Malasia, Indonesia o China, por ejemplo. Como se ha dicho arriba, en México el Estado ha sido proscrito del espacio económico, no obstante que las decisiones del sector privado no alcanzan para garantizar un mejor nivel de vida para la población. No se trata por supuesto de magnificar al sector público en la economía per se, pero hasta donde mi conocimiento alcanza, ningún país ha alcanzado el carácter de desarrollado marginando a ningún actor importante; es una tarea compleja que requiere de la colaboración de todos.

Sería menester iniciar un debate nacional de largo alcance para llegar a un nuevo acuerdo entre los diversos actores sobre los objetivos del sistema económico, los papeles que los diversos sectores deben jugar, la manera de interacción ente éstos. Evidentemente la estabilidad del sistema es más que deseable, pero sería momento de recordar que para que la población alcance niveles aceptables de bienestar, es ineludible retomar al desarrollo y al crecimiento como objetivos nacionales y ello no debe constituirse en motivo de lanzar al país por el camino de la incertidumbre, el caos o el aislamiento frente a la economía mundial.