Eric Toussaint

Historiador y economista belga, especialista en la problemática de la deuda y la mundialización neoliberal, Éric Toussaint fundó en 1990 y es actualmente el portavoz de la red internacional del Comité para la abolición de las deudas ilegítimas (también conocido como CADTM, por la sigla que forma el nombre original, luego modificado: Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo). Este comité es una de las articulaciones a nivel global más importantes en el cuestionamiento de la financiarización y sus efectos en el capitalismo contemporáneo. A su paso por Buenos Aires para participar de diferentes reuniones sobre la negociación llevada adelante por el gobierno argentino con el FMI, tuvimos la oportunidad de conversar con él sobre la significación e historia del endeudamiento externo y las alternativas desde una perspectiva latinoamericana.

Aunque la problemática de la deuda tiene una larga historia, ciertamente puede reconocerse una novedad y vinculación entre la expansión del endeudamiento, los procesos de financiarización y la etapa neoliberal actual del capitalismo. Particularmente, en las últimas décadas se habla de un nuevo ciclo de incremento de la deuda. ¿Cuál es tu opinión sobre ello?

Hay una dimensión financiera sumamente importante en el capitalismo de hoy en día; acentuada en el contexto de la larga depresión —como la llama Michael Roberts— iniciada en 2007 y que se prolonga hasta hoy, lo que Mandel llamó “la onda larga depresiva”. Financiarización, acumulación y utilización de la deuda para mantener vivas a miles de lo que Roberts llama “empresas zombies”. Particularmente, las deudas públicas son instrumentos para disciplinar a los gobiernos y mantenerlos dentro de la lógica del sistema capitalista. Y esto además se está agudizando. Por ejemplo, en el marco de la pandemia en Europa y en Estados Unidos, para solventar el mayor gasto público se recurrió al incremento del endeudamiento en vez de aumentar los impuestos sobre los sectores más ricos. Pensemos, por ejemplo, que la deuda de Grecia representa hoy un 230% del PBI, la de Italia 170%, la de Portugal 140%, la de Bélgica o Francia, 115%. Son mucho más elevadas que las de Argentina o Brasil. Una explosión de deuda. Y ahora, en nombre de su pago, se plantea una nueva ofensiva de reformas estructurales, al mercado del trabajo, las jubilaciones, etcétera. Por otra parte, las deudas de las clases populares también aumentaron tremendamente, una expoliación con tasas de interés sumamente altas; es una manera de disciplinarlas y disminuir su disponibilidad a luchar. Es mucho más difícil declararse en huelga con suspensión de salario, si tienes que pagar también una deuda. Al mismo tiempo, por supuesto, como lo mostró Chile, eso lleva al pueblo a una situación tal que en un momento dado no aguanta más y puede estallar una rebelión. Por eso, para nosotros, la problemática de la deuda es hoy más importante incluso que treinta o cuarenta años atrás.

En ese sentido, la actual renegociación del crédito que el FMI otorgó al gobierno de Macri no es excepcional sino en todo caso alumbra una situación regional y global. ¿Considerás que hay riesgo de una nueva crisis de deuda en América Latina y, en general, a nivel global?

Sí, efectivamente hay riesgo de una nueva crisis. Por el momento, dos elementos la están posponiendo. Por una parte, aunque los bancos centrales del Norte están elevando la tasa de interés, esta sigue todavía por debajo del incremento de la inflación. Eso permite que los países del Sur puedan seguir logrando refinanciar sus deudas; es decir, que puedan tomar más deuda para pagar las anteriores. Por otra parte, el aumento de los precios de las materias primas, por ejemplo petróleo y gas, hace que países que estaban en default, como Venezuela, reciban nuevamente más ingresos con el barril a más de 100 dólares. Estos factores —tasas de interés bajas por ahora y precios altos, que favorecen a los exportadores de materias primas– evitan esa crisis de pago. Pero los volúmenes de la deuda son tales y la presión sobre la Reserva Federal de Estados Unidos para seguir aumentando la tasa es tan fuerte que el peligro está presente. La Reserva se había comprometido a elevar la tasa un 0,25% por mes para alcanzar a fin de año una tasa de más de 1%; probablemente la crisis con Rusia obligue a posponer estos incrementos, pero de avanzar con ello el riesgo de una nueva crisis existe, ya que una tasa de interés mayor promovería una repatriación de capitales hacia Estados Unidos –y a Europa si sigue ese camino– y aumentaría la prima de riesgo que tendrían que pagar los países endeudados. Entonces, no hay una crisis hoy pero existen condiciones para ello.

Los propios organismos financieros internacionales, así como el G20 o el Club de París, han reconocido la gravedad de este problema y planteado la reducción de la deuda en algunos casos. ¿Qué pensás sobre estas propuestas?

Esas iniciativas del Banco Mundial, el FMI, el Club de París son totalmente insuficientes; y lo dicen también los propios países endeudados. Son un fracaso. Incluso el aumento de los derechos especiales de giro (DEG) decidido por el FMI es un fiasco. Como ese aumento es proporcional a la cuota que le corresponde a cada país en el FMI, una vez más son los países del Norte los que reciben la mayor porción de estos DEG. Por otra parte, se habían comprometido a cederlos a los países del Sur, pero no lo hicieron, y cuando conceden algo consiste en utilizar sus derechos de giro para prestarlos cobrando intereses cuando estos países reciben esos derechos gratis. Es un escándalo.

En relación con ello, la crisis de deuda de principios de los años 80 culminó en la imposición del llamado “Consenso de Washington” en la región, con sus terribles consecuencias. ¿Coincidís, como a veces se dijo aquí, que el Fondo ha cambiado y que ya no promueve las mismas recetas?

No, siguen con el mismo modelo y lo hemos visto en Ecuador en 2019. Convencieron a Lenin Moreno de implementar un plan que incluía el aumento del precio de los combustibles, lo que provocó una rebelión popular. Moreno tuvo que huir de Quito y refugiarse en Guayaquil esperando controlar la situación, incluso utilizando la represión; pero finalmente se vio obligado a dar marcha atrás con el incremento. Hay que recordar también, por ejemplo, la rebelión en el Líbano iniciada en 2018, que se prolongó durante un año y medio y que fue contra el FMI y las élites locales. Hay una situación extremadamente tensa hoy mismo en Sri Lanka, en Asia del Sur, contra el FMI y también con respecto a otros acreedores como China. Entonces, el FMI no ha cambiado su modelo y, por el contrario, su política se ha enfrentado con rebeliones e intensas protestas en los últimos años a lo largo del Sur del mundo.

En esta dirección, ¿en qué medida es novedoso el acuerdo alcanzado por el gobierno argentino?

En el caso de la renegociación argentina hay algo novedoso, pero no lo veo como positivo. Al contrario, me parece más sofisticado y perverso. Más allá de que en el acuerdo no figuran explícitamente las gran mayoría de las llamadas reformas estructurales, tiene todo el armamento para impulsarlas con el monitoreo permanente de las metas fiscales comprometidas y los desembolsos parciales que tiene que ir autorizando a riesgo de default. No anuncian claramente lo que quieren, pero tienen cómo ejercer un chantaje sobre el gobierno para conseguirlo. El FMI, aún en el contexto de la pandemia y de la crisis internacional, no ha modificado en nada sus recetas, que siguen siendo el recorte del gasto social, la reducción del aparato y la capacidad de intervención estatal y las reformas estructurales que profundizan el modelo. Sobre ello hay además numerosos ejemplos de los acuerdos firmados por el FMI en los últimos tres años.

En relación con la deuda argentina, has señalado su origen ilegal y su carácter de deuda odiosa. Ese mismo argumento se ha utilizado para cuestionar las deudas externas en otros casos. ¿Cuál es el origen de ese argumento? ¿Hay antecedentes en los que se haya impugnado efectivamente la deuda?

Sí, hay una gran cantidad. México en 1862. Estados Unidos después de la guerra civil en 1865. México otra vez en 1867 contra la deuda a Francia (que había invadido México y puesto a Maximiliano como emperador). En 1898, después de la guerra entre Estados Unidos y España por Cuba y Puerto Rico. El repudio de los Soviets en febrero de 1918 de la deuda zarista. El repudio por el Congreso costarricense en 1919 de la deuda contratada por Tinoco. El tratado de Versalles de junio de 1919, donde se dice que la deuda de Polonia con Alemania no tiene que ser pagada y lo mismo respecto de los territorios controlados por Alemania en África. Eso generó la doctrina de la deuda odiosa, que formuló por primera vez un jurista conservador ruso exiliado en París. Luego hubo otros repudios de deuda, por ejemplo en 1949 por parte de China, y en 1959 por parte de Cuba. Incluso, en 2003, una semana después de la invasión de Estados Unidos a Irak, el secretario de Estado de Finanzas convocó a los ministros del Club de París miembros del G7 y les dijo que la deuda tomada por Saddam Hussein era una deuda odiosa y había que otorgar una quita. Habló explícitamente de deuda odiosa. Hoy en día hay un juicio en Londres sobre la deuda reclamada por Rusia a Ucrania. Este juicio estaba parado, pero ahora con la guerra seguro se acelerará el proceso, vamos a ver cual va a ser la conclusión. El propio FMI ha publicado varios documentos sobre el tema de la deuda odiosa. La doctrina señala que una deuda puede considerarse odiosa por dos criterios: uno tiene que ver con el uso que se hizo de esa deuda, si contribuyó a beneficiar a la sociedad y al país o no; el segundo remite al conocimiento que tenían los prestamistas del uso que se iba a hacer y a las condiciones de pago del crédito otorgado. En la doctrina de la deuda odiosa, la naturaleza del régimen que tomó la deuda no importa, puede ser un gobierno democrático o una dictadura; lo que importa es su uso y la complicidad de los prestamistas. En relación con esto, el Fondo añadió un nuevo criterio a los dos que figuraban en la doctrina original, que afirma que la deuda que puede considerarse “odiosa” es aquella que no contó con el consentimiento de la población.

En el marco de los procesos de cambio experimentados en la región a posteriori de la crisis económica de principios de los 2000 hubo también experiencias de renegociación de deuda. Vos incluso participaste asesorando sobre ello al gobierno ecuatoriano. ¿Qué puede rescatarse de esa experiencia?

Sí, en 2007 el gobierno de Rafael Correa instituyó una comisión de auditoría con participación ciudadana, de cuatro órganos del Estado (Ministerio de Finanzas, de Justicia, la Contraloría y la Comisión Anticorrupción) y de seis extranjeros entre los cuales estaban Alejandro Olmos y yo. Yo era responsable junto con una colega ecuatoriana de la parte multilateral (FMI, Banco Mundial); y Alejandro Olmos junto a otra especialista se encargaban de la parte comercial (los tenedores de bonos privados y fondos de inversión). Había también otro grupo responsable de la deuda bilateral y otro de la deuda interna. Nuestra recomendación fue desconocer la deuda con el FMI y con el BM, pero ambas representaban un monto pequeño. El gobierno de Correa prefirió elegir confrontar con los tenedores de bonos que reclamaban 3000 millones a una tasa de interés del 7%. Fue correcto elegir el enemigo principal y una victoria para el Ecuador que le permitió reducir la deuda. Al FMI se le dijo que debía abandonar las oficinas del Banco Central y se suspendió el suministro permanente de datos de la gestión económica. Incluso al representante permanente del Banco Mundial se lo expulsó. Es importante tener en cuenta que cuando estos organismos enfrentan una situación de confrontación en general tratan de silenciar el tema, porque hacer ruido es dar la posibilidad al gobierno de explicarlo a todo el mundo y que alguien más siga su ejemplo. Recordemos que cuando Argentina suspendió el pago de deuda al Club de París en 2001, este no hizo ningún escándalo, hasta llegar doce años después a un acuerdo en 2013. Entonces, Correa entró en conflicto con los acreedores y venció. No hubo ninguna represalia, no hubo juicios en Estados Unidos, el problema vino luego.

En base a esa experiencia y a la de la crisis de los 80, ¿cuáles son los desafíos que afrontan los pueblos latinoamericanos hoy?

Si pensamos en una posible crisis de deuda, a diferencia de los 80, Fidel no está y no hay nadie que pueda reemplazarlo, e incluso Cuba no es la misma. Las elecciones de los últimos años y las rebeliones en Colombia, en Chile, en Ecuador, entre otros países, señalan que las clases populares siguen queriendo cambios fundamentales. Desde la victoria de López Obrador en México hasta la de Xiomara Castro en Honduras es claro que cuando una fuerza política logra presentarse como capaz de llegar al gobierno con un discurso de ruptura con el neoliberalismo, hay chances de ganar las elecciones. Al mismo tiempo, se ve con Castillo [en Perú] y se va a ver con Boric en Chile una autolimitación de los gobiernos; no hay comparación con Chávez, con el Correa del primer período, con Morales. No hay medidas contra las transnacionales en términos impositivos como las hubo antes, ni sobre el tema de la deuda. Recordemos que Correa llegó a suspender el pago de la deuda externa, así como Venezuela, Bolivia y Ecuador salieron del CIADI y se negaron a firmar tratados de libre comercio con EE. UU. y la Unión Europea. La negociación desarrollada por el gobierno de Alberto Fernández no se corresponde con la estrategia desplegada por el gobierno de Kirchner a principios de los 2000. Es problemático el desfase entre la voluntad de las clases populares por encontrar fuerzas políticas que construyan una ruptura con el neoliberalismo y que llegadas al gobierno —sea por incapacidad o deliberadamente— prolongan el neoliberalismo con matices.

En los años 2000 también era muy significativo el movimiento altermundialista, así como los movimientos globales contra la deuda. ¿Cuál es la situación hoy? ¿Cuál es la experiencia de la red del CADTM que vos impulsás?

A nivel general la situación es inquietante por la disgregación. Por otra parte, en el caso del CADTM puedo decir que hay un crecimiento en los últimos años. Celebramos nuestra Asamblea Mundial en Senegal en noviembre con la participación de delegaciones de dieciséis países de África; los latinoamericanos, asiáticos y europeos participaron en línea. Se incorporaron nuevas organizaciones, por ejemplo en América Latina, el Frente Ciudadano para la Auditoría de la Deuda de Puerto Rico; en México se constituyó la Promotora para la suspensión del pago de la deuda pública en la que participa, entre otros, el Sindicato Mexicano de Electricistas. En el marco más general del movimiento contra la deuda también ha habido pasos. En 2019, junto con Jubileo Sur Américas y de Asia [otra de las redes globales significativas en la lucha contra las deudas] y otras organizaciones, se convocó a una nueva “semana de acción global contra la deuda”, que fue importante. Sin embargo, hoy la invasión rusa y la guerra en Ucrania han planteado un nuevo debate al interior del campo, con dos tendencias opuestas que lo tensionan, entre los que defienden a Putin y los que defienden a la OTAN y a la Unión Europea, y que para mí repiten los mismos errores. Esta tensión puede paralizar el movimiento. No es para ser dramático, pero me hace pensar en agosto de 1914, cuando las fuerzas de izquierda europeas que se oponían a la guerra terminaron votando los “créditos de guerra” en cada uno de sus países. Eso es sumamente peligroso.

Frente a esta situación, donde el problema de la deuda se agrava, ¿cuáles son las propuestas y las alternativas que el movimiento impulsa?

La reivindicación principal sigue siendo la convocatoria a una auditoría de la deuda, particularmente como una propuesta para difundir y convocar a la gente y como un plan de movilización. Por otra parte, denunciamos —cuando corresponde— el carácter ilegal y odioso de la deuda. Desde una perspectiva estratégica es fundamental integrar todas las dimensiones de la deuda. Las deudas del Norte y el Sur; el endeudamiento público y las deudas reclamadas a las clases populares; las deudas de los estudiantes en Chile o en África del Sur pero también en Estados Unidos, Gran Bretaña o Japón; la deuda hipotecaria abusiva en países como Grecia, España, Portugal, Dinamarca, con la nueva burbuja inmobiliaria en los países del norte europeo; y claro, en Estados Unidos; también las deudas de consumo; deuda por pagar la salud; los microcréditos abusivos. Es necesario articular todas estas problemáticas de la deuda existentes en el capitalismo de hoy. Por eso, hace siete años cambiamos el nombre de nuestra red y pasamos de Comité por la Abolición de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM) a Comité para la Abolición de las Deudas Ilegítimas. En 2016 cambiamos nuestra carta política y la actualizamos nuevamente en noviembre, en Dakar, con una perspectiva anticapitalista, feminista, ecosocialista, en defensa de los derechos de los LGBT.


Esta entrevista forma parte del cuaderno “La gran estafa: deuda, FMI y neoliberalismo”, en el marco de la colección Debates estratégicos de Nuestra América. El cuaderno fue realizado por el Observatorio de la Coyuntura de América Latina y el Caribe (OBSAL), dependiente del Instituto Tricontinental de Investigación Social. Puede leerse de manera íntegra aquí