La senadora electa por el Frente Guasú y ex Ministra de Salud, Esperanza Martínez

Con la tierra todavía inquieta tras el terremoto electoral, ALAI pudo conversar en exclusiva con Esperanza Martínez en su local partidario en Asunción. La ex ministra de salud de Fernando Lugo, y legítima ganadora de la interna de su espacio, resultó ahora la única senadora electa por el Frente Guasu, formación política de izquierdas que verá gravemente reducida su representación parlamentaria tras las elecciones del pasado domingo 30 de abril.

¿Cómo fue que dos de cada tres ciudadanos optaron en las urnas por opciones de derecha o extrema derecha? ¿Se puede confiar en el desacreditado sistema electoral paraguayo, hoy impugnado por varios de los candidatos perdedores? ¿En qué se sustenta una hegemonía como la del Partido Colorado, indemne aún frente al peso de las sanciones norteamericanas? ¿Qué lugar ocupa la nación mediterránea en los intríngulis de la geopolítica regional? ¿Cuánto de tendencia regional y cuánto de excepcionalismo local hay en el fenómeno que representa «Payo» Cubas?

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– Lautaro Rivara: Sabemos que todavía es bastante temprano para hacer balances de fondo, pero quisiéramos pedirle una mirada preliminar sobre lo que se vivió en estas jornadas. ¿Qué balance hace de los resultados de las principales fuerzas políticas en estos comicios paraguayos?

– Esperanza Martínez: Evidentemente este ha sido un resultado muy inesperado. Siempre es difícil enfrentar al Partido Colorado, que posee la maquinaria electoral más grande de toda Latinoamérica. [La Asociación Nacional Republicana] tiene más de 70 años de hegemonía. Es una estructura de partido-Estado que utiliza todos los bienes públicos a su servicio, con un sistema clientelar y prebendario que utiliza amenazas, premios y castigos a los funcionarios públicos. Esta última etapa ha sido terrible, sobre todo para los trabajadores de la salud y la educación, las dos carteras más grandes. También vimos la presencia de la narcopolítica, del dinero mal habido, que ha incrementado la corrupción en todas las esferas en las dos últimas elecciones, en particular desde la llegada al poder de [el ex presidente Horacio] Cartes.

Ante este panorama, desde la oposición entendíamos que la única estrategia posible para poder vencer esta maquinaria era una alianza de diferentes fuerzas. Nuestro candidato [Efraín Alegre, del Partido Liberal Radical Auténtico] tenía sin embargo sus bemoles: era un candidato que se presentaba por tercera vez, que tenía dificultades en su propia interna, pero esto fue lo que pudimos lograr dentro de las internas de la Concertación.

A esto se suma la división que tuvimos en las fuerzas y en las bases del Frente Guasu Ñemongeta, que nos hizo arrancar ya divididos. Tuvimos la candidatura de [Jorge Querey], un compañero muy cercano, senador del Frente, que acompañó la chapa de Euclides Acevedo. Acevedo es una figura que en su juventud luchó contra la dictadura [de Alfredo Stroessner] pero que en los últimos años fue ministro de tres presidentes colorados, incluyendo al presidente saliente Mario Abdo Benítez. Ni en su cargo en la cartera de Interior ni en la de Relaciones internacionales vimos jamás ningún gesto político que pudiera sugerir que se ubica en el espacio de los progresistas. Ellos intentaron entonces esta división, yendo con figuras por fuera de la Concertación.

Ricardo Canese: «En Paraguay no hay Estado de derecho»

Finalmente, la que terminó prendiendo pocas semanas antes fue la figura de “Payo” Cubas, una persona de la derecha fascista, portador de una especie de anarquismo y de una retórica anti estructuras; una figura violenta, agresiva, capaz de todas las cosas posibles en el sentido más real de la palabra. Payo puede emigrar desde la extrema derecha a la izquierda y luego al centro; lo que sea con tal de causar impacto en la población, sobre todo en la gente joven, con el objetivo de dividir a las fuerzas de oposición. Porque es muy claro que la fuerza de la Concertación más los votos que obtuvo Payo arrojan una sumatoria de 1.700.000 votos, mientras que el Partido Colorado se mantuvo en su techo histórico de aproximadamente 1.200.000 votos.

Pero hay aquí otros contextos. Desde hace mucho tiempo la derecha paraguaya sostiene la estrategia de erradicar definitivamente al Frente Guasu como fuerza política de izquierda. Acá hay una historia de décadas de anticomunismo. Incluso el gobierno de Mario Abdo se caracterizó por abandonar todos los foros progresistas latinoamericanos. Salió de la UNASUR, estuvo el tema de su intervención en CELAC, la exclusión de Venezuela del Mercosur, las relaciones con Taiwán, las políticas en relación a Israel, etcétera. Una agenda muy clara, proveniente sobre todo del gobierno norteamericano, se consolidó al interior del Paraguay. Gobierno que ha tenido, en este último año y medio, su mayor intervención en décadas, con esta campaña de presunta lucha contra la corrupción. Su intervencionismo llevó a que las bases del Partido Colorado se aglutinasen alrededor de su líder, que era de alguna manera atacado, dentro de la soberanía paraguaya, por un gobierno extranjero. O sea que nuestras viejas consignas de soberanía e independencia fueron tomadas por los colorados como si fueran sus propias banderas.

“Desde hace mucho tiempo la derecha paraguaya sostiene la estrategia de erradicar definitivamente al Frente Guasú como fuerza política de izquierda”

El primer análisis es desolador. Hay que reconocer el fracaso de nuestra situación actual. Pero me parece también que estamos ante una oportunidad para que el Frente Guasú, así como otras fuerzas progresistas que nos hemos ido dispersando a lo largo de este tiempo en muchos partidos pequeños, poco consolidados, replanteemos nuestra situación y nos reorganicemos. La elección del domingo no cambió la realidad política del Paraguay. La lucha contra la desigualdad, contra la pobreza, contra este modelo económico que concentra la riqueza en muy pocas familias, el tema de la reforma agraria –con tanta gente desplazada históricamente–, el tema de las políticas neoliberales, de este endeudamiento extraordinario que no ha satisfecho las necesidades básicas, el tema de la informalidad, la inseguridad, en suma todo lo que caracteriza a estos 70 años de coloradismo, sigue igual.

Los luchadores del sector progresista hemos pasado por situaciones peores, con nuestros compañeros desaparecidos, asesinados, con la cárcel, el exilio político, o con el exterminio literal de diferentes grupos políticos y sociales. A todo esto hemos sobrevivido. Hemos pasado por un golpe parlamentario [contra el ex presidente Fernando Lugo, en el año 2012]. Esas bases sociales, con esos luchadores y luchadoras sociales, siguen ahí, con las mismas necesidades. Lo que nosotros tenemos que replantearnos es cómo encaramos esa estrategia de unidad y cómo replanteamos el trabajo territorial.

Yo creo que uno de los déficits de la izquierda paraguaya es nuestro fracaso en el trabajo territorial, en el agrupamiento de las organizaciones sociales, de los sectores del campo, de la ciudad, de los jóvenes. Esa es una tarea que a mi criterio tiene que ser prioritaria. Y debe comenzar la próxima semana. Creo que lo más saludable va a ser reunirnos en los territorios con nuestros compañeros; como decía mi madre, para algo tenemos dos oídos y una boca. Debemos escuchar, escuchar todo lo que nos tengan que decir. Debemos tener una humildad y una autocrítica muy grande para poder aprender de nuestros errores.

No hay descanso, porque esto no es un problema electoral. Es una lucha histórica contra la hegemonía de un modelo que en las últimas décadas se ha consolidado en todos nuestros territorios: Payo es Milei, Milei es Bolsonaro, y Bolsonaro es Trump. A todos nos ha tocado algún personaje similar. Por eso debemos abrirnos al encuentro, a la conversación con nuestros compañeros latinoamericanos. Hay un poeta paraguayo que murió en su exilio en Argentina, Elvio Romero, que en un poema hecho en la época de la dictadura decía que “ellos se mueren de miedo y nosotros de esperanza”. Creo que no se va a acabar ni la esperanza, ni la lucha, ni la organización de nuestros compañeros. Sólo tenemos que repensar cómo podemos hacerlo mejor.

– L.R: Le quisiera preguntar, antes de entrar en el análisis de cada fuerza política y de cada candidatura, sobre la calidad relativa del sistema electoral paraguayo. Pudimos acompañar desde ALAI las diferentes actividades del Tribunal Superior de Justicia Electoral, frente al que se plantearon ciertas dudas, críticas y observaciones desde diferentes espacios internacionales. El mismo domingo de las elecciones pudimos constatar algunos hechos de micro fraude en los centros de votación. ¿Cree usted que esas maniobras y manipulaciones fueron significativas para explicar el resultado electoral global? ¿Y qué opina usted de las denuncias que ya fueron colocadas por Efraín Alegre y por el propio Euclides Acevedo, que se plegaron al pedido de recuento de votos y que podrían eventualmente impugnar los resultados?

– E.M: Creo que en el sistema electoral creado por el Partido Colorado es difícil demostrar la corrupción. A lo mejor hacemos el recuento de actas sin que veamos en ellas mayores novedades, porque se trata de un proceso irregular que comienza meses antes de las elecciones. Porque se trata, como les dije, de un partido-Estado, de un modelo patrimonialista, donde todo lo público se vuelve un recurso privado del partido. En Paraguay, lastimosamente, no hemos podido establecer el concepto de derecho; la gente entiende que su derecho debe ser mediado por el sector político, ya sea para conseguir una cama de terapia intensiva, un medicamento oncológico, o para trabajar como maestra, médico o enfermero. Todo pasa por la mediación política, por lo que la gente se ve obligada a afiliarse al partido de gobierno.

“En Paraguay, lastimosamente, no hemos podido establecer el concepto de derecho; la gente entiende que su derecho debe ser mediado por el sector político”

En este momento volvieron a activarse, como en la época de Stroessner, las «coordinadoras» dentro del sistema público: coordinadores de médicos colorados, ingenieros colorados, abogados colorados, arquitectos colorados, en donde son directamente organizados, premiados, etcétera. Hay entonces una gran desventaja en términos de recursos. Por otro lado está el tema del dinero. Acá tenemos una ley de financiamiento que es ridícula. Uno dice que va a gastar cien, coloca las facturas y se terminó la rendición. Hay entonces una asimetría de recursos, en el financiamiento, en el acceso a la publicidad, en el uso de los medios de comunicación, concentrados en tres o cuatro grupos económicos. El Grupo Cartes tiene sus propios medios, y ejerce el control de social a través de las redes, los medios, el empleo público, la provisión de servicios, etcétera. Todo este sistema ha calado hondo en la cultura popular paraguaya. Esto no es mal visto, sino que es la parte naturalizada de un sistema de corrupción.

Esto crea un aparato casi invencible, a lo que se suma el poderío movilizado el mismo día de las elecciones, que va desde la compra de cédulas hasta el voto asistido. Si tu sabes qué personas van a votar por tu adversario, les compras las cédulas para que no vayan a votar. O “dispersas el voto”, pones a la gente a votar en otro distrito diferente al que siempre les tocaba. Tenemos una lista interminable de micro fraudes sostenidos, que finalmente es muy difícil de demostrar, y que explica en parte el sostenimiento de ese voto duro, de esa estructura que monopoliza casi un millón de votos o más. Pero yo no creo que este sistema fraudulento explique por sí solo el resultado. Sí explica que los colorados hayan sostenido su voto duro pese a su deterioro como partido y a su crisis interna. Pero la gran estrategia ha sido la división del voto de la oposición. Es clarísimo: con los votos de Payo más los de la Concertación ganábamos las elecciones.

– L.R: Justamente quería preguntarte por esa figura tan particular que es Paraguayo Cubas. Usted misma lo comparaba con otros personajes emergentes de las derechas de América Latina y el Caribe. Pero pareciera que Payo es algo más; una figura aún más conservadora, recalcitrante e histriónica si cabe, que sostuvo propuestas tan retrógradas como prohibir por decreto las cesáreas en los hospitales del país. Sin embargo, su partido Cruzada Nacional tuvo un resultado electoral muy favorable, y hasta pudimos constatar en la movilización por él convocada que sus bases de apoyo son claramente populares, con asiento en las clases trabajadores rurales y urbanas del país. ¿Qué elementos de identificación positiva encuentran en él los paraguayos y paraguayas, más allá de la movilización característica de ciertas pasiones tristes?

– E.M: Yo creo que se trata de una figura claramente antisistema, que impacta en una sociedad históricamente controlada, en una sociedad conservadora, pacífica, sometida. Imagínense que todos nuestros verdugos han sido electos. Hay descontento y rabia, pero una incapacidad para que esa rabia se convierta en organización y para que la organización sea la que se termine enfrentando a las viejas estructuras. Es entonces que aparece Payo, como una suerte de líder antisistema que amenaza romper con todo. Él hace lo que a veces queremos pero no podemos hacer nosotros, cosas que no nos permitimos realmente.

“[Paraguayo Cubas es] una figura claramente antisistema, que impacta en una sociedad históricamente controlada, en una sociedad conservadora, pacífica, sometida”

Entonces creo que hay una fuerte identificación con esa lógica antisistema. Si analizamos quiénes son sus votantes, vamos a ver que se trata de muchas personas que en 2018 no votaron, que se quedaron en casa con rabia, que vieron todo por las redes sociales. Pero se trata de personas que no fueron a manifestarse cuando echaron a los maestros, o para aumentar los salarios, o para luchar por tierra para los indígenas. Ellos no están en esas manifestaciones, pero sí comparten la rabia, que ven encarnada en este personaje, sin importar la coherencia de su discurso, o de que se proponga hacer una dictadura. Él dice que no no cree en la estructuras pero se presenta a elecciones: es como una especie de anarquista que finalmente se vuelve un actor principal de la democracia republicana, con todas sus contradicciones.

– L.R: Ahora sí, entrando en el campo del Frente Guasu propiamente dicho, en ese amplio espectro de izquierdas y progresismos. Comentabas antes cómo el Frente se dividió en dos alternativas electorales y en dos estrategias políticas diferenciadas. Mientras un sector apoyó la candidatura de Efraín Alegre en una alianza con los liberales, otro sector impulsó la candidatura de Euclides Acevedo, por fuera de la Concertación. Los resultados parecen indicar que las dos orientaciones fueron derrotadas, al menos electoralmente. ¿Crees que el hecho de que las dos líneas hayan salido igualmente lesionadas podría facilitar algún tipo de reunificación futura del espacio? ¿Podrá conjurar el Frente los peligros de dispersión?

– E.M: Creo que el Frente se va a recomponer. Lo que pasa es que el fracaso se ha dado por la incapacidad de trabajar unidos las listas legislativas, porque las diferencias estaban tan sólo en la candidatura presidencial. Al comienzo se hizo un pacto político, para que cada quien pudiera apostar por su candidato. Pero al final terminamos con algunos de nuestros sectores tiroteando sobre nosotros mismos, en una campaña fratricida. Ni siquiera logramos sentarnos para sacarnos una foto juntos.

Finalmente está la situación con Lugo, que fue utilizada en un momento dado, hasta para plantear su incapacidad para seguir ejerciendo sus funciones. En fin, una serie de situaciones realmente desagradables que terminaron confundiendo a nuestras propias bases. Quizás si no hubiera emergido en las últimas tres semanas la figura de Payo podríamos haber mejorado el resultado algo más. Pero creo que hay un gran sector que sí va a reconstruirse: no sé si todos, porque hay algunas personas que salen más averiadas y que han tenido más responsabilidad en el proceso de división. Pero creo que sí, que se viene una refundación para redefinir el tipo de instrumento político que nos va a agrupar en los próximos años.

– L.R: Entrando ahora al contexto internacional, hay un mito muy extendido que asegura que los países pequeños y pobres serían geopolíticamente irrelevantes. Sin embargo vimos a Estados Unidos operando de forma decisiva en estas elecciones. Vimos también a Taiwán y a China muy interesadas en sostener o establecer, según el caso, relaciones políticas y diplomáticas con este país. ¿Cuál es la importancia relativa del Paraguay en el contexto de la geopolítica regional? ¿Y por qué los grandes jugadores globales se muestran tan interesados en el país?

– E.M: Creo que después de la asunción de [Gustavo] Petro en Colombia, que siempre ha sido un pivote importante de la política norteamericana en América del Sur, Paraguay se convierte ahora en una suerte de segunda Colombia, con similares características, tanto por la presencia del narcotráfico y la supuesta “lucha contra las drogas”, como por su ubicación geográfica. Si bien nuestro país es pequeño, pobre y dependiente, está ubicado en el centro de Brasil, Argentina, Bolivia, Chile y Uruguay. No es un dato menor que tengamos una embajada norteamericana con casi diez pisos enterrados, en un edificio que creo que funciona como un centro de inteligencia para toda la región. Hoy ya no se necesitan como antes las bases militares. Hoy la hegemonía está dada por la información, por las tareas de inteligencia.

Paraguay: elecciones «made in USA»

Lo predominante es la amenaza de esta disputa multipolar de China y su impacto en América, justamente uno de los temas que nuestro candidato Efraín Alegre había colocado al proponer establecer relaciones con China. Hoy somos el único país de América del Sur que tiene relaciones con Taiwán, siendo apenas tres en toda América Latina. Lo mismo sucede con nuestras relaciones con Israel y la situación palestina, así como con el rol de Mario Abdo Benítez como vocero anti-bolivariano en todos los foros internacionales. Fuimos el único país que llevó “ayuda humanitaria” a Venezuela [se refiere al intento de ocupación del país desde la frontera colombiana en febrero de 2019]: ni siquiera Bolsonaro se animó a hacerlo.

“Paraguay se convierte ahora en una suerte de segunda Colombia, con similares características, tanto por la presencia del narcotráfico y la supuesta ‘lucha contra las drogas’, como por su ubicación geográfica”

Por su debilidad política, y por el control histórico que se tiene del Partido Colorado, Paraguay se convierte en una especie de bastión. Nosotros sabíamos que tras 70 años no iba a ser fácil cambiar este tipo de polaridad. Por eso la intervención de Estados Unidos ha sido abierta con el tema del narcotráfico, con la definición de Cartes como “significativamente corrupto”, etcétera.

Lo mismo ha hecho la comunidad europea con una intervención que se llamó «A ultranza», en donde se produjeron más de 800 allanamientos, y en donde cayeron varios cargamentos de cocaína que llegaban a Europa desde Paraguay. Entonces hay un interés de seguir sosteniendo en Paraguay a una derecha muy genuflexa a la política exterior norteamericana, con algunos matices en pos de controlar la corrupción, pero manteniendo el modelo económico y el endeudamiento de este gobierno, que seguramente va a continuar. Por el agronegocio, por el endeudamiento, por el modelo político, por el control de la región, esta no era una elección más para el imperio.

– L.R: Quiero preguntarte ahora por algunos sujetos históricamente relevantes en el Paraguay, por el campesinado y los pueblos indígenas, partiendo del hecho de que este sigue siendo uno de los países con un mayor porcentaje de población rural de todo nuestro continente. ¿Cuál es el estado del campo paraguayo? ¿Cuáles son las principales problemáticas que afrontan campesinos y campesinas? ¿Qué políticas impulsarías en favor de un sector tan golpeado por el agronegocio y las políticas extractivas?

– E.M: Paraguay sigue con la deuda de todas las tierras que llamamos malhabidas, siete u ocho millones de hectáreas que fueron regaladas por el dictador [Stroessner], sobre todo a los grandes latifundios, e incluso al capital extranjero. En los últimos 20 años, la consolidación del modelo agroexportador, que se diseminó en el campo paraguayo, derivó en la migración interna y externa. Hoy el departamento Central, alrededor de Asunción, tiene cerca de 1.500 asentamientos humanos en las mismas condiciones de precariedad que el campo. O sea que el campo migró a la periferia de la ciudad capital, incluso con niveles de pobreza más significativos, porque en el campo hay al menos algo que plantar y algo que comer. Aquí el modelo termina en la delincuencia, con niños en situación de calle, en la informalidad, en el crecimiento del sicariato, con la droga de baja calidad llegando a las comunidades, etcétera.

Por otro lado, la lucha por la tierra ha sido sistemáticamente perseguida, exterminada, criminalizada. Hay ya más de 3.000 campesinos apresados por invasiones de tierra. Tenemos una ley, la ley Zavala-Riera, de este último período, que criminaliza estos hechos con casi diez años de cárcel, y que no permite la excarcelación de los compañeros. O sea que la oligarquía se ha endurecido y eso ha terminado debilitando a las organizaciones campesinas. Una de ellas es Paraguay Pyahura, que quiere decir «Nuevo Paraguay» en guaraní, una de las organizaciones con más trayectoria ideológica, política, organizativa y disciplinaria, que tuvo durante 29 años una postura anti-electoral, pero que ha sido parte de este proceso y que en este momento está en proceso de integrarse a las fuerzas progresistas, para trabajar mancomunadamente en el campo y en las comunidades indígenas.

“la lucha por la tierra ha sido sistemáticamente perseguida, exterminada, criminalizada. Hay ya más de 3.000 campesinos apresados por invasiones de tierras”

Teníamos muchas expectativas en este gobierno, si bien sabíamos que no iba a ser todo lo progresista que quisiéramos, pero sí había un compromiso de intervención del INDERT, el órgano público que administra la entrega de tierras para la reforma agraria, pero que hoy es prácticamente una inmobiliaria privada. Teníamos el compromiso de fortalecer la agricultura familiar a través del Viceministerio correspondiente y veníamos trabajando con esta organización el plan de gobierno. Es decir que teníamos la promesa y la expectativa de avanzar en algunas cosas, pero nos encontramos hoy con un panorama bastante desolador.

Ha ganado la línea más dura del Partido Colorado, la que tiene el control de la Justicia, por lo que creemos que se va a venir un período duro de persecución a nuestros compañeros y compañeras. El panorama no es alentador, en absoluto. Pero eso es lo que nos espera, y deberemos tener la mayor inteligencia emocional para encontrarnos más allá de nuestras diferencias y errores. Ninguna lucha es solitaria. Yo por lo menos no creo en los Mesías, no creo en los grandes dueños de la verdad, y no creo que una persona vaya a solucionar el problema. Ayudan, indudablemente, los grandes liderazgos, pero lo que necesitamos es un trabajo de organización colectivo, territorial, con los jóvenes. Debemos incidir en las nuevas generaciones. Nosotros ya estamos desgastados por muchas razones; tenemos que crear las condiciones para que surjan 100, 200, 300 liderazgos nuevos en el Paraguay, progresistas y de izquierda, para que ellos representen una nueva vanguardia en nuestro país.

– L.R: Para terminar, te quería consultar sobre la relación del Paraguay con sus vecinos latinoamericanos. Hemos tenido una historia larga, conflictiva incluso, en la que nuestros propios gobiernos han sido responsables de algunos de los males históricos del país. De hecho –nobleza obliga– ni Argentina, ni Uruguay, ni Brasil sostuvieron nunca políticas oficiales de reparación por los costos de la Guerra de la Triple Alianza. Esos vínculos, complejos y conflictivos, se continúan, de manera diferente, hasta el día de hoy. En el mes de agosto se va a renegociar el vital acuerdo de Itaipú con el gobierno de Lula da Silva en Brasil. Tenemos también una relación muy estrecha entre Argentina y Paraguay, mediada por la cuestión migratoria y por la soberanía compartida sobre las grandes arterias fluviales del Cono Sur. ¿Cómo ves esa relación de Paraguay con los países limítrofes? ¿Qué opinión te merece esta segunda ola progresista? Y, llegado el caso, ¿qué podríamos hacer los demás países de la región para apoyar y acompañar solidariamente al país?

– E.M: En primer lugar hay que reconocer que Argentina ha recibido a la población paraguaya migrante desde hace décadas, desde los tiempos de la dictadura. Yo siempre soy grata con el pueblo argentino. Es más, cuando fui Ministra de Salud le llevé una placa a la presidenta Cristina Kirchner en nombre de la salud paraguaya. Me emociona cuando pienso en todos los paraguayos que tienen que irse para hacerse análisis sencillos o una simple operación. Mucho de ese éxodo ha sido recibido por décadas con toda solidaridad. Es cierto que tenemos una historia conflictiva, pero también tenemos una historia de reparación y reconciliación que tal vez se haya dado por la afinidad de nuestras familias, por esa patria grande que siempre soñamos. Tal vez con Brasil encontremos mayores limitaciones por el idioma, y con Uruguay por la distancia, pero con Argentina nuestra integración social es muy fuerte.

Otra cosa son las decisiones de los gobiernos. En el Mercosur, por ejemplo, aún no hemos logrado los mecanismos que permitan contemplar las asimetrías de los países más pequeños como Paraguay o Uruguay, o en su momento también Bolivia, que se ha levantado con sus últimos gobiernos progresistas. Hay ahí mucho que hablar. Con Brasil tenemos pendiente la renegociación de Itaipú, después de 50 años, que nosotros soñamos en su momento que se diera entre Lula y Lugo, antes de su enfermedad. En este panorama esperamos que Brasil nos ayude, porque nosotros no tenemos confianza en que nuestros propios representantes paraguayos no terminen entregando nuestra soberanía como lo han hecho históricamente, la que han vendido por migajas.

Como fuerza progresista creemos que tenemos que fortalecer los lazos de integración. Tenemos que unirnos en las luchas, en la solidaridad de nuestros pueblos, incluso más allá de lo que hagan los gobiernos y los sectores de poder. En este proceso de reconstrucción que vamos a tener en el país, van a ser importantes los encuentros, los intercambios con los compañeros latinoamericanos, porque a veces necesitamos de articuladores, de gente que ayude a unir nuestras posiciones diferentes. No nos dejen solos, que la vida va a ser muy dura aquí en los años por venir.


 

Lautaro Rivara
Sociólogo argentino, doctorando en Historia (CONICET) y docente universitario. Periodista y analista especializado en temas latinocaribeños. Corresponsal de Globetrotter (Independent Media Institute) y editor general de ALAI. Coordinador de los libros “El nuevo Plan Cóndor” e “Internacionalistas”.