João Paulo Rodrigues es miembro de la coordinación nacional del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) y representa a la organización en la coordinación de la campaña de Luiz Inácio Lula da Silva (PT) para la presidencia de la república.
En una entrevista con Brasil de Fato, habla de las características de estas elecciones generales. Para él, tendrán menos peso que en 2018. Sin embargo, destaca la importancia del dinero: son las primeras elecciones con el presupuesto secreto en vigor. Otros temas abordados fueron los efectos de los escenarios internacionales en Brasil, el papel que podría jugar Lula en América Latina y también los desafíos que impuso Bolsonaro al campo popular.
– ¿Cuál es su análisis del escenario electoral para la izquierda? ¿Qué posibilidades tiene Lula?
João Paulo Rodrigues: Estoy muy optimista. Y se debe a un hecho: la economía. No por las alianzas, ni las crisis, ni otra cosa, sino porque Bolsonaro hizo una apuesta en la economía que dejó a la gente más pobre, desempleada y quebrada. Eso desarma cualquier otra estrategia. Listo. No importa si el tipo confía en Dios, va a la iglesia. No. La gente quiere saber si va a cobrar, si va a tener para comer, si va a tener trabajo.
Piénsenlo, tendremos hasta Navidad, incluso recibiendo Ayuda de Emergencia, etc. Hay un total de 50 millones de personas que consume alimentos extremadamente precarios o no sabe si va a comer. Entre los que no tienen qué comer y los que comen mal son 100 millones. Consideremos la mitad, 50 millones. Es mucha gente. De cada 4 brasileños, 1 no tiene qué comer. Esto avergüenza a la clase media y genera indignación a quien lo vive.
– La derecha llega a estas elecciones con un alto número de candidatos empresarios. También hay muchos policías militantes, principalmente en el PL (el partido de Bolsonaro), y personas vinculadas al agronegocio. ¿Cómo imagina que será el perfil de los elegidos por la derecha?
Aún no he hecho un análisis profundo. Se necesitaría más tiempo. Se hacen muchas suposiciones. Pienso que la campaña anterior, de 2018, dio prioridad a internet y a los “influencers” digitales. Se eligió a quienes se destacaban en la derecha y así…
Para mí, las elecciones actuales están muy vinculadas al dinero. Serán distintas. Estarán muy vinculadas a los sectores que se beneficiaron del presupuesto secreto, más que nada. Así como a sectores apoyados por los evangelistas a través de muchos recursos. Los parlamentarios que se oponen lo hacen por dinero. Ganará el que más tenga.
No importará tanto la agenda o los “influencers” digitales. Sospecho que incluso los candidatos que son policías serán derrotados. Ya no tienen la fuerza que tenían en 2018. Los policías que se eligieron hasta ahora no mostraron a qué vinieron. Incluso los candidatos de la derecha no tienen nada que pueda representarlos. ¿Qué ha conquistado la policía con el apoyo de los militares? Los que conquistaron algo fueron los oficiales del Ejército, Marina y Fuerza Aérea y algunos pocos sectores de la Policía Militar. La gran mayoría de la policía y de las Fuerzas Armadas es más pobre ahora que antes. Así que no veo un problema ahí.
Sí hay un tema con los empresarios. Se van a elegir a muchos candidatos de este sector. Porque tienen dinero, que es esencial en este momento. Esa es la máquina.
– ¿Cree que el escenario externo puede influir en las elecciones brasileñas?
Debemos estar siempre atentos a los americanos. Los movimientos de Bolsonaro por el mundo. Creo que hay siempre un riesgo. Las experiencias estadounidenses en América Latina fueron siempre dudosas, aunque este gobierno demócrata viene siendo cuidadoso.
Colombia es un ejemplo. Se equivocaron con Bolivia y Venezuela, perdieron mal. Entonces creo que se dieron cuenta de que no van a poder hacer golpes en América Latina en este momento.
Ahora bien, las disputas de EE. UU. con China y con Rusia son siempre un problema. Pueden afectar nuestra economía, pueden incidir en ella, en el precio de los combustibles y los alimentos. Y, en medio de las elecciones, puede que haya un nuevo conflicto externo que lo desordene todo. Este es el primer viento que sopla en nuestra dirección.
El segundo es el comportamiento de América Latina. Me parece que la región tiene una gran novedad, que es una organización de varios Estados afines al movimiento progresista. Esto es nuevo, desde México hasta Argentina. Y esto puede influir en Brasil. Me entusiasma que podamos tener los vientos latinoamericanos en la nuca en este próximo período.
Brasil tiene una gran responsabilidad en América Latina, por su tamaño, su relevancia económica y política. Pero pienso que será aún más relevante bajo el gobierno de Lula. Nos faltan líderes Internacionales con capacidad para dialogar y convencer y con autoridad moral. Lula tiene este poder. Es una gran figura. La gira de Lula por Europa como precandidato, la forma como lo recibieron en Francia, Alemania y España muestra su tamaño. Me parece que Lula es una de las únicas personas en el mundo con capacidad de convocatoria o de detener “locuritas” que pasen en el mundo. A Bolsonaro ni siquiera lo conocen. Esperemos a ver cuál será la posición…de Lula sobre cuestiones internacionales y cómo van a actuar los demás países.
Pienso que debemos estar atentos a estas elecciones. Habrá una gran cantidad de observadores internacionales aquí. Calculo que incluso la ONU vendrá.
– ¿Qué papel debería desempeñar el MST en un eventual gobierno de Lula?
La principal tarea del MST en este próximo período es, en primer lugar, la organización de la base de los “sin tierra”. No podemos perder el foco. La organización de los “sin tierra” en este próximo período pasa por ayudar a organizar a las familias de las tomas, que luchan por la tierra y la reforma agraria.
Luego pasa por organizar a las familias que ya tienen su tierra, para poder avanzar en una agenda más organizada de agroecología y producción de alimentos sanos.
Esto, para nosotros, es clave, porque demanda diseñar políticas públicas, dar pelea, pelearse con el “agro” y tener una nueva agenda, que pase por el crédito, políticas de comercialización, asistencia técnica, insumos… Son cosas muy importantes.
Por fin, no menos importante, son las demás políticas vinculadas al campo pero no necesariamente a la reforma agraria. Por ejemplo, la energía eléctrica no es una política de reforma agraria. Sin embargo, sin energía la reforma agraria no funciona.
Y digo, en broma, que se necesita wifi. Porque ya nadie vive en el campo sin una política de internet para la juventud, para los que allí viven, para vender su producción.
– ¿Cómo sería un futuro gobierno de Lula?
Pienso que el gobierno de Lula será representativo de la sociedad. Será un gobierno que hará algunos pactos para tener gobernabilidad frente al Congreso Nacional. Y Lula tendrá que construir una mayoría en la sociedad para solo después dar un paso adelante. El tema es que será un Gobierno de cuatro años, según Lula.
Así que no podemos perder tiempo. En los primeros cien días, tenemos que ir con todo. Mostrar a qué se vino. En este sentido, habrá una mezcla entre la simbología de la agenda –si la reforma agraria será una prioridad o no– y el diseño institucional para implementarla.
Por ejemplo, tenemos al INCRA… ¿Volverá a ser autónomo del Ministerio de Agricultura? Hoy está vinculado a Agricultura. ¿Habrá un nuevo Ministerio de Reforma Agraria para organizar la producción? ¿Estará el ministro de Agricultura más alineado con nosotros que con el agronegocio? Creo que es demasiado pronto para proponer el diseño institucional. Va a depender de la composición de la primera y la segunda vueltas y del apoyo que tendrá Lula para promover cambios.
– Y para el campo popular más amplio, ¿qué espacio tendrán en un posible gobierno de Lula?
Nos estamos esforzando para tener una elaboración programática, desde el MST, la izquierda, el PT, para que el gobierno entienda que, en primer lugar, la agroindustria brasileña está muy vinculada a la reforma agraria, y podemos hacer una alianza táctica con ese sector. Con un simple objetivo: producir alimentos al pueblo brasileño.
Un tema donde no hay acuerdo y lo vamos a pelear es el agronegocio. No es lo mismo que la agroindustria. El agronegocio es el que toma las commodities, los granos, y los exporta. No tiene la paciencia necessária para industrializar nada aquí, al contrario de la agroindustria. La agroindustria tiene un activo de producción e industrialización muy grande y una cadena muy fuerte. Es una de nuestras peleas. No queremos dialogar con el sector exportador.
No necesitan al Estado. Tienen las empresas y toda la infraestructura para protegerse. Todo lo contrario, con la Ley Kandir generan un perjuicio absurdo al país, porque se aplica a los commodities de hierro, a los granos al eucalipto, también un poco a la carne y a la mayor parte de la soja. Bien, ahí tenemos una divergencia.
Nuestra segunda divergência es con el latifundio improductivo. Estos son los más agresivos. Tienen, entre otras cosas, tierras acaparadas, deforestación y ahora están armados por la ley de armas de Bolsonaro.
Serán dos sectores problemáticos en el periodo que se viene. Por ello nuestra alianza debe ser con la agricultura familiar, los asalariados sin tierra y la agroindustria. ¿Quiénes de la agroindustria? Los que tienen menos de 500 hectáreas, que producen frutas, “integrado”, horticultura que producen para abastecer la agricultura… la alimentación brasileña. Este público representa el 70% de la producción en Brasil.
¿Cuál es nuestra dificultad? El hecho de que se identifican como agronegocio, desde lo ideológico. El hijuemadre tiene 5 hectáreas de tierra, tiene una alta financiación, porque se integra, suponte, con la producción porcina en Santa Catarina. Financia hasta 1 millón al año. Y piensa como un “agro”. “’Hijuemadre’, no eres ‘agro’. No exportas nada, hijo de Dios. Eres uno de nosotros, de la agricultura brasileña industrializada. Contigo podemos hacer un puente.”
El gobierno necesita extender su plan según esta perspectiva. ¿Va a funcionar? Es muy difícil, pero nos parece que el gobierno no puede hacer pactos con el latifundio improductivo. Ellos son una tragedia, un rezago. El agronegocio es una tragedia para el medio ambiente y para la generación nacional de empleos e ingresos.
– ¿Cuáles son los desafíos que Bolsonaro, o lo que llamamos bolsonarismo, impuso para el campo popular?
El bolsonarismo logró una gran hazaña que no alcanzamos a hacer. Transformó acciones de Bolsonaro en cultura política. El otro día usé, como ejemplo, las armas.
Perdimos el plebiscito de las armas. Era una pelea importante. Hoy es distinto, Bolsonaro hizo de las armas un componente cultural. Como si dijera que el brasileño fuma, toma cachaça, le gusta el forró y las armas. Listo. Se transformó en un elemento de la cultura de nuestro pueblo. ¿Cómo vas a cuestionar su derecho a tener un arma? No, se convirtió en otra cosa. Esto pasó en nuestras bases. Hay gente en el campo que reclama su derecho a comprar un arma. No es que cultivan la política de armas, sino el derecho a tener un arma o algo similar. Esto es algo que creó el bolsonarismo.
Otro tema es que el bolsonarismo se llevó a sectores que son nuestros con otro discurso que hace parecer que son de derecha. Por ejemplo, las iglesias evangelistas. Aun las que están en nuestros asentamientos simpatizan con algunos temas del bolsonarismo. Ahora, ¿Cómo el campo popular aborda a las iglesias, donde están los nuestros, gente pobre que participó en la lucha, pero que tienen un discurso alineado con el otro lado? Es un problema.
La tercera dificultad es abordar la idea de que más vale no tener derechos sociales, como las leyes laborales, y mantener mi trabajo. ¿Cómo se aborda esto con la gente de la “uberización”? Que dicen que ya no tienen un jefe y ahora son felices. Que ahora tienen poder de elección. Esto se convirtió en cultura política, no será fácil recuperarlo.
Si pudiera sistematizar las dificultades que enfrentamos con el bolsonarismo es que cooptó un discurso sobre el trabajo. Cooptó el discurso de la cultura, del modo de vida de la gente. Es decir, planteó una idea sobre eso.
Y, por último… confundió al campo religioso que historicamente fue de los pobres y relegados de este país, y hoy lo sigue siendo, pero con ideas de la derecha y del bolsonarismo.
– ¿Cuál es su análisis de la situación política actual en Brasil?
Pienso que hay una crisis generalizada en el sector organizado. Esto incluye al movimiento sindical, a los partidos, a todos. Y sospecho que el MST es una de las organizaciones que mejor supo manejar estas crisis.
Tenemos un diferencial en relación a las demás organizaciones. Tenemos territorio, tenemos escuelas, centros de formación, asentamientos y tenemos materialidad, que son los alimentos orgánicos.
Otros movimientos y los gremios, con esta crisis de organización, debilitaron mucho su relación con la sociedad. Así que el MST, lo digo con cierto cuidado, es una organización victoriosa en el marco de esta crisis y de la economía. No tuvimos rupturas internas. No fuimos reprimidos como pensábamos por Bolsonaro. Al contrario, salimos de una pandemia entregando más de 6 mil toneladas de alimentos. Salimos de una pandemia con el menor número de muertes en el territorio de los “sin tierra”.
Bolsonaro no nos aniquiló como se imaginaba. Es más, la organización, que pronto cumplirá 40 años, salió de esto con un nivel de madurez que nos dio la tranquilidad de ocupar latifúndios en cualquier lugar del país de enfrentar a una fuerza nacional, como pasó en Bahía, sin retroceder, y en paralelo lanzar la película sobre Marighella, hecha en nuestras bases, con un montón de artistas de la TV Globo. O de lanzar un programa llamado “Finapop” con los famosos empresarios de la Av. Faria Lima.
Entonces es una novedad desde cierta perspectiva. Hacemos partidos de fútbol que reúnen a cientos de personalidades, como Lula y Chico Buarque.
Entonces el MST pudo actuar en varios frentes que se le exige a un movimiento popular actualmente. Y el símbolo es la gorra del MST. Vendimos más gorras este año que en los últimos diez años. Esto representa la solidaridad y una posición política compartida con el resto de la izquierda organizada.
Por eso pienso que este es nuestro mejor momento en los últimos 10 años. Y lo principal es no tener una derrota en este próximo periodo. Una derrota de Lula significaría vaciar este clima político. Una victoria de Lula significaría duplicar el ánimo de nuestra tropa y la perspectiva de luchas futuras que mejoren la vida de nuestra gente.