Photo: Pablo Tosco/Oxfam

La conjunción de al menos cuatro grandes amenazas que hoy en día desafían a nuestra subregión; el cambio climático, el impacto residual de la pandemia en la recuperación de la economía, los potenciales efectos negativos de la guerra en Europa del Este sobre la inseguridad alimentaria, y los riesgos de una recesión y/o estanflación en la economía mundial, y en particular, en la economía norteamericana, dan forma a un fenómeno de gran escala que bien podríamos denominar como “tormenta global”.

Por separado, estos factores representan graves riesgos en sí mismos. Al manifestarse de manera simultánea y combinada, producen sinergias de tipo negativo que potencian su fuerza y nos sitúan ante desafíos de múltiples vertientes. Y no existe manual alguno para enfrentarlos.

En cuanto al cambio climático, sus efectos adversos cada vez se sienten con más persistencia e incidencia en nuestra región, en particular, en la zona del Caribe, en  Mesoamérica, en la subregión del Golfo de México y el Istmo de Tehuantepec en el sur de este país.

Apenas en los dos primeros meses de la presente época lluviosa del año, estas extensas áreas del norte y centro de nuestro continente, han recibido un inusual caudal de pluviosidad que superan registros históricos. Ello al tiempo que este año se ha adelantado el “cronograma natural” del surgimiento de grandes eventos meteorológicos (“depresiones tropicales” y huracanes), elevando considerablemente los riesgos y amenazas en estas zonas densamente pobladas.

De igual manera, fenómenos climáticos inusuales y extremos como estos, tensan las reducidas capacidades de respuesta estatal y municipal en otras regiones y zonas, como sucede en la Costa Caribe de Sudamérica, la región andina y en la importantísima Amazonía, donde la mayor amenaza no parece provenir solo de eventos climáticos extremos, sino también de la mano criminal de los grandes depredadores de bosques.

En cuanto al impacto residual de la pandemia en la recuperación de las economías latinoamericanas, en términos generales, los desafíos planteados a los sistemas de salud en los momentos más álgidos de la crisis (2020-2021), tensaron las finanzas públicas de la mayor parte de países de la región, lo cual, sumado a la contracción de la economía global, pusieron a la baja las expectativas de crecimiento previstas.

El impacto económico negativo de esta situación inesperada ha sido tal, que la CEPAL anticipó hace algún tiempo, que el presente decenio corría el riesgo de convertirse en otra “década pérdida” para nuestra región, al igual que lo fue en los años ochenta (1).

En este sentido, el caso de la economía mexicana ilustra lo que sucede con otras economías latinoamericanas de similar o menor peso. Tras haber superado la peor parte de la crisis en salud (e incluso, haber obtenido una sustancial recuperación de su sector turístico y en inversión extranjera directa), la recuperación de sus niveles de crecimiento a períodos anteriores a la emergencia sanitaria aún muestra cierto rezago, al menos en comparación con sus contrapartes del G-20 (2). En situación más desventajosa están muchas otras economías de nuestra región, que a excepción de Argentina, no pertenecen a este selecto club.

Con respecto a los potenciales efectos negativos de la guerra en Europa del Este sobre la inseguridad alimentaria en el mundo y en nuestra región, tanto la ONU como su agencia especializada en alimentación y agricultura, la FAO, no han dejado de advertir en los últimos meses en torno a la amenaza de hambrunas y generalizadas crisis alimentarias. Para ser realistas, en nuestra región la crisis de inseguridad alimentaria ya está presente aquí desde mucho antes del estallido de la guerra en Ucrania y de la pandemia, tal y como se constata al leer los informes globales y regionales de la FAO de los últimos 3 ó 4 años.

Si bien es cierto en nuestra región se había presentado una “leve mejoría” de tales indicadores entre los años 2007 y 2011 (ligado al “boom” en los precios internacionales de las materias primas de exportación), en el último lustro las tasas de crecimiento de población latinoamericana viviendo en pobreza y pobreza extrema no han dejado de crecer (3).

En otras palabras, el virtual y venidero agravamiento de la crisis alimentaria producto de la guerra en Ucrania, solo impulsará aún más las tasas de hambre e inseguridad alimentaria para el 2023 en nuestra región y en el mundo.

Esto en momentos en los cuales muchos países del área han visto reducida su capacidad de maniobra fiscal y presupuestaria, debido al aumento del endeudamiento de sus economías, entre otras razones, por la desaceleración de la economía global y consecuente reducción de las exportaciones, así como debido a la financiación inesperada de “programas de emergencia social” durante los peores momentos de la pandemia.

No es casual que en este último lapso del 2020-2022, a pesar de las numerosas restricciones implementadas a causa del COVID y de un leve descenso, el fenómeno de la migración irregular de ciudadanos de muy diversas partes de Latinoamérica y el Caribe, haya mantenido sus elevados niveles, convirtiéndose de hecho en éxodos de escape al desempleo, el hambre y la inseguridad (4).

A este inquietante panorama económico y social latinoamericano se suma ahora el riesgo de una recesión y/o estanflación en la economía norteamericana (5), de la cual precisamente dependen fuertemente numerosas economías de nuestra región.

El gobierno encabezado por Biden, al ser el principal impulsor de las sanciones económicas en contra de Rusia, se ha disparado el mismo en el pie, pues los efectos adversos de tales medidas (entre ellos, la actual espiral inflacionaria en torno a los precios internacionales de los derivados del petróleo), se han tornado ahora en contra de la economía norteamericana. En palabras del propio mandatario estadounidense, al referirse a las sanciones, EEUU no tenía otra alternativa (6).

Y como suele suceder, muchas de las decisiones de la potencia del norte terminan por afectar directa o indirectamente a nuestra región.

No tenemos que esperar al 2023. El impacto del alza incontenible en los precios de los combustibles ya golpea la mesa (y los alimentos) de millones de latinoamericanos.

Gobernabilidad: potenciales escenarios para el corto plazo en nuestra región

Las multitudinarias protestas que recientemente se han producido en el Perú y en Ecuador, son apenas el aviso de un período de agitación e inestabilidad social y política, el cual apenas está empezando a perfilarse en muchas partes de Latinoamérica y el Caribe.

Este período de nueva agitación, descontento y movilización social generalizada, desembocará muy posiblemente en ingobernabilidad política. En cada país se manifestará en grados e intensidades diferentes, en función de los mecanismos políticos e institucionales que cada gobierno decida utilizar para enfrentar la crisis.

En tal sentido, el agotamiento fiscal y presupuestario derivado de la pandemia y el subsecuente endeudamiento externo, no contribuye mucho a que diversos gobiernos enfrenten estos nuevos retos económicos.

Algunos países de nuestra región se jactan de tener una excelente salud macroeconómica (como Guatemala), pero la realidad microeconómica es desastrosa (este país se encuentra entre las ocho naciones con mayores tasas de desnutrición infantil a nivel mundial), y sus tendencias de gobernanza son cada vez más represivas y autoritarias. En México, el gobierno central ha tomado importantes medidas de emergencia económica como el control de precios. En El Salvador se han autorizado nuevas medidas de subsidio general en el caso particular de los combustibles, pero el creciente endeudamiento de su economía tiene límites.

En Costa Rica un ex –economista del Banco Mundial recién ha tomado la presidencia del país, y no está claro cuánto margen de “autonomía técnica” (e ideológica) tendrán sus políticas económicas y sociales frente a esta nueva crisis. En Argentina, la economía del país entró en una nueva crisis de deuda externa (ante el FMI) meses antes de la presente crisis inflacionaria mundial, lo cual significa que en términos de política fiscal y presupuestaria, tendrá las manos atadas, por sobre todo, frente a la necesidad de formular y gestionar paquetes de subsidios y programas de “amortiguamiento social”.

En Ecuador, está visto que la salida gubernamental ante esta nueva tormenta se orienta hacia la represión. En Honduras está claro que el nuevo gobierno encabezado por la señora Castro tiene una fuerte orientación social y popular, pero las finanzas no están muy rebosantes.

Venezuela, por su parte, que tiene varios años de enfrentar una severa crisis económica, se enfrenta ahora a un mejor panorama ante la nueva tendencia alcista de los precios del petróleo, lo cual le da un cierto respiro a sus finanzas. Colombia, por su lado, enfrenta ahora una transición política relevante. La asunción de Petro a la presidencia es una buena señal de que muy probablemente el próximo gobierno se apoyará en mecanismos democráticos para aminorar la tormenta en ciernes. En Chile favorece un nuevo gabinete ministerial con cierta orientación social y popular, lo que en apariencia facilita la gestión de la crisis por vías democráticas.

En el Caribe, una zona geográfica cuyas economías debilitadas han estado expulsando a crecientes oleadas de migrantes irregulares, es muy difícil generalizar cuáles serán los principales mecanismos gubernamentales para gestionar la presente tormenta, y solo el tiempo nos dirá si la represión o la negociación política con los sectores populares será el camino a escoger.

Algunas conclusiones provisionales

Los fenómenos adversos asociados al cambio climático rebasan con creces los límites geográficos que van desde lo micro-local hasta lo nacional y regional. Por ende, su abordaje requiere de instancias de integración latinoamericanas ágiles y con visión autonómica, sin codependencia al gran vecino del norte.

Estados Unidos, a través del presidente Biden, ha prometido liderar este desafío en nuestra región, pero está claro que los compromisos oficiales en este sentido (tal y como se enumeran en la Declaración de la reciente Cumbre de las Américas, por ejemplo), son contrarrestados por las acciones y prioridades de este de gobierno, evidenciadas en la desesperada búsqueda de petróleo en Venezuela y en Arabia Saudí.

En otras palabras, la famosa “economía verde” y la “transición energética” deberán esperar algunas décadas más, mientras la vulnerabilidad medioambiental de decenas de millones de habitantes en nuestra región se incrementa aceleradamente.

En cuanto a la historia del Covid y sus derivados, salvo raras excepciones, los efectos económicos adversos derivados de la pandemia aún no permiten hablar de plena recuperación a los niveles anteriores a la crisis de salud.

Es decir, la economía (medida en términos de PIB), también se enfermó y corre el riesgo de que estas nuevas tormentas la lleven a la sala de intensivos. Ni siquiera a nivel de sistemas médicos y hospitalarios puede hablarse de recuperación o de fortalecimiento. De hecho, son muy escasos los países cuyos sistemas de salud salieron fortalecidos. Mucho dinero fue asignado a este rubro y mucho fue lo desviado.

Por el contrario, en no pocos estamentos burocráticos de nuestra región “aparecieron” nuevos ricos, producto de la corrupción con los fondos extras asignados para paliar la emergencia sanitaria (por medio de oscuros contratos con farmacéuticas extranjeras, manejo poco transparente de financiamiento para planes y programas de atención médica etc.). Podríamos escribir tomos enteros bajo el título “Pandemia y corrupción gubernamental”.  

A la vulnerabilidad climática-medioambiental y a la debilidad económica, fiscal y presupuestaria post-Covid, demos agregar ahora el incremento de la inseguridad alimentaria producto de los efectos negativos de la guerra en Europa del Este, y los riesgos de una recesión y/o estanflación en la economía mundial.

Desde ya sus efectos se dejan sentir a través del fenómeno de la masiva e incontenible oleada de migración irregular (en particular hacia los EEUU y en menor medida hacia Europa), y su contracara, representada por la creciente dependencia de las economías familiares de nuestra región hacia las remesas provenientes del extranjero.

En gran medida, la creciente crisis climática y medioambiental se está transformando aceleradamente en crisis migratoria, y esta migración en dependencia económica de las remesas. De producirse la anunciada recesión y estanflación, particularmente en los Estados Unidos de América, la inseguridad alimentaria crecerá de manera significativa en nuestra región, propulsada además, por una potencial reducción del monto de las remesas hacia Latinoamérica y el aumento del desempleo en el país del norte, aunque de momento en ese país las tasas de desocupación son relativamente bajas.

Finalmente, es importante concluir que adicionalmente a lo ya expresado, una de las amenazas más desafiantes que conlleva esta nueva “tormenta global”, en especial, desde la perspectiva de los intereses de los extensos sectores populares de nuestra región, está representada por los riesgos de profundización de las tendencias autoritarias y represivas ya presentes en diversos regímenes latinoamericanos.

En una visión más optimista podríamos hablar de la emergencia de una nueva ola de regímenes progresistas en América Latina y el Caribe. En la modesta opinión de este autor, antes de llegar a ello las cosas muy probablemente tendrán que empeorar aún más.


Referencias:

  1. CEPAL, “El desafío social en tiempos del COVID-19”. Informe Especial No. 3 (12 de mayo 2020). https://www.cepal.org/es/publicaciones/45527-desafio-social-tiempos-covid-19
  2. “México encabeza lista con mayor rezado del PIB por la pandemia: OCDE”. https://www.jornada.com.mx/notas/2022/06/14/economia/mexico-encabeza-lista-con-mayor-rezago-del-pib-por-la-pandemia-ocde/
  3. CEPAL, Óp. cit.
  4. (…) “durante el año 2020 se registraron un total de 547,825 aprehensiones en la frontera suroeste de los Estados Unidos…”https://www.migrationdataportal.org/es/regional-data-overview/datos-migratorios-en-america-del-norte
  5. “Biden dice que recesión no es inevitable”. https://www.jornada.com.mx/notas/2022/06/16/economia/biden-dice-que-recesion-no-es-inevitable/
  6. Respecto al dilema de Biden sobre las sanciones económicas a Rusia, ver nota anterior.