pietro alarcon

Las y los colombianos han entrado en la recta final de las elecciones presidenciales, fijadas para el 29 de mayo. En esta última fase, el clima político se viene calentado y, teniendo antecedentes de violencia y sabotaje en el proceso electoral, a partir de ahora puede pasar cualquier cosa. Esta semana, el candidato líder en las encuestas, Gustavo Petro, sufrió una grave amenaza de muerte, lo que lo obligó a cancelar toda su agenda de campaña en el “Eje Cafetero”. Pero a pesar de la violencia, la izquierda avanza hacia el nuevo capítulo de esta historia.

Colombia puede ser recordada como el país de Gabriel García Márquez, Shakira, Fernando Botero e incluso Juan Pablo Montoya, pero desgraciadamente su historia también está profundamente marcada por la violencia. Fueron más de 50 años de guerra entre el Estado y las guerrillas (que terminó en 2016 con el Acuerdo de Paz), lo cual dejó profundas cicatrices. Para colmo, los paramilitares, que no han firmado ningún acuerdo con nadie, siguen aterrorizando regiones enteras. Sólo este año se han producido 37 masacres en diferentes zonas campesinas y 64 líderes sociales han sido asesinados, según Indepaz (Instituto de Estudios para el Desarrollo de la Paz).

Ante este panorama, una amenaza de muerte contra el candidato que lidera las encuestas es algo que no se puede minimizar. El mes pasado, la compañera de fórmula de Petro, Francia Márquez, también recibió amenazas y cambió su programa de campaña para alejarse del radar de los paramilitares. El Pacto Histórico está caminando por un verdadero campo de minas para reescribir la historia del país.

Y es que, si Petro y Francia son elegidos, será la primera vez que la izquierda llegue a la Casa de Nariño (palacio de gobierno) a través de las urnas. En este país dividido en costa, selva y sierra, la historia es implacable. Otras veces, cuando la izquierda ha estado tan cerca, ha sido borrada del mapa. Quizás los episodios más llamativos sean el asesinato de Eliécer Gaitán en los años 50, cuando este líder liberal estaba a punto de ser elegido presidente; y luego en los años 80, cuando 5.000 miembros de la Unión Patriótica (un partido de izquierdas) fueron asesinados en un año. Así que, a menos de 30 días de la primera ronda, puede pasar cualquier cosa.

Hablamos con el profesor Pietro Alarcón, colombiano, con maestría y doctorado en Derecho de la PUC-SP, abogado, miembro de la Unión Patriótica y activista por las causas justas, para entender cómo se construyó esta candidatura que trae esperanza, y los riesgos que corre Colombia si la izquierda logra llegar al poder.

Alarcón es optimista. La campaña de Petro fue construida por varios sectores sociales que creen en la implementación y consolidación del Acuerdo de Paz como una forma de establecer un nuevo capítulo en la historia del país, ya no marcado por las armas. Pero hay sectores dispuestos a intentar romper el partido. Además de las amenazas de muerte, las Fuerzas Armadas vienen haciendo  movimientos extraños. Existe el fantasma de la intervención militar, en caso de que el Pacto Histórico gane en las urnas; por no hablar del temor a que los paramilitares dominen regiones estratégicas para provocar el pánico.

“La campaña de Petro fue construida por varios sectores sociales que creen en la implementación y consolidación del Acuerdo de Paz como una forma de establecer un nuevo capítulo en la historia del país, ya no marcado por las armas”

Por lo tanto, la solución para Colombia, según el profesor, es superar el miedo. Nos cuenta que durante las manifestaciones populares, que salieron a las calles desde 2019 hasta ahora, hay un lema que se ve a menudo en los carteles: “nos han quitado todo, hasta el miedo”. Un país marcado por 50 años de guerra, que ha perdido el miedo, ya no tiene nada que perder.

Mariana Serafini: Lo primero que me gustaría es que me cuente un poco sobre la construcción de la candidatura de Gustavo Petro.

Pietro Alarcón: Lo que puedo decirte, en definitiva, es que es una acumulación política. Hay un conjunto de fuerzas de la izquierda, fuerzas alternativas, fuerzas del movimiento social, no sólo fuerzas restringidas a lo que podemos llamar el ámbito político, sino también fuerzas del movimiento social que incluyen a los estudiantes, a los movimientos de las centrales obreras, a los campesinos, a los afrodescendientes, a los indígenas… es un cúmulo de luchas de todos estos sectores que se está canalizando en la política y que encuentra, en un escenario de convergencia, el Pacto Histórico, como una forma de presentarse no sólo ante Colombia, sino ante el mundo, como una alternativa para las transformaciones que Colombia necesita.

Es dentro de este escenario de acumulación de fuerzas que han surgido no sólo figuras como Gustavo Petro y Francia Márquez, sino otras tantas que hoy conforman lo que podemos llamar el núcleo del Pacto Histórico, donde hay senadores, diputados, personas que desde sus experiencias y motivaciones, todas se vinculan a la idea de implementar un escenario de paz. Un escenario en el que se eliminan las armas de la política, de la tolerancia, de la libertad y, sobre todo, de una nueva forma de gestionar los recursos públicos. Y la suma de todo esto, que implica también una nueva relación con la naturaleza, con los recursos naturales, una nueva visión de lo que es ser joven, una nueva visión del concepto de “vida”; y en Colombia, de todo esto se nutre el Pacto Histórico.

Por tanto, es un proceso que ha tardado muchos años en llegar hasta aquí. El Pacto Histórico no se creó de la noche a la mañana, es una acumulación de todas estas luchas: la lucha por la paz y la lucha por la vida. Y es de este escenario de donde surgen los liderazgos. No se trata de un liderazgo ejecutado de arriba hacía abajo, sino de un liderazgo que surge de este proceso, de este reagrupamiento de la esperanza.

M.S: En los últimos años hemos visto una serie de manifestaciones en Colombia, huelgas, movilizaciones populares. Y es la segunda vez que la gente acude a las urnas desde el acuerdo de paz. Mirando desde fuera, la sensación es que la gente se siente segura para manifestarse y votar libremente. ¿Qué ha cambiado en estos cinco años? ¿Cuál es el impacto del acuerdo de paz?

P.A: La primera cuestión es entender que el Acuerdo de Paz fue el momento más trascendental de la historia de Colombia hasta el momento. Porque fue un logro popular. El Acuerdo de Paz consiguió poner a los amigos de la guerra, especialmente a los gobiernos que la patrocinan, a los Estados Unidos, a las empresas transnacionales de la guerra, en una situación de, digamos, desnudez ante el mundo, ¿por qué desnudez? Porque durante décadas el pueblo colombiano ha impulsado una dinámica para construir un escenario de paz en el país.

Pero el pueblo colombiano es perfectamente consciente -los sectores autóctonos, democráticos- de que ganar la paz implica profundas transformaciones en la economía, en el papel de las fuerzas armadas, en el papel de la policía, en el bienestar de la gente, en la relación con el extractivismo, con la minería ilegal… Es en la renovación de estas prácticas ilegales que existen en el campo de Colombia lo que implica una redistribución de la tierra; un mercado seguro para los campesinos para que no necesitan cultivar la hoja de coca, y esto implica el crédito para que la gente pueda mantenerse y establecer un proyecto de vida digno para el presente y el futuro; implica una reforma de reeducación para la paz.

Es decir, hay muchos factores y el pueblo colombiano venía pidiendo esto, trabajando por esto, generando una condición de crecimiento exponencial de su movilización social a favor de esto, y se encontró con la barrera de quienes querían una solución militar al conflicto social y armado en Colombia. Y esta solución militar es la solución de quienes siempre se han opuesto al proceso de paz: el Centro Democrático, Álvaro Uribe, Iván Duque [actual presidente del país] que a lo largo de su proceso electoral de 2018 sostuvo que el acuerdo debía ser pulverizado, debía ser aniquilado, no debía haber tal acuerdo. Y eso puso al país, con el acuerdo de paz, en una dinámica de generar las condiciones para la implementación del acuerdo, y generó las condiciones para denunciar nacional e internacionalmente a quienes estaban en contra de la paz.

Así quedó muy claro para el mundo que un presidente que niega a su país la posibilidad de implementar el acuerdo de paz es un presidente que, además de inepto, va en contra de la legítima aspiración de cualquier pueblo del mundo. Un presidente que dice ‘voy a acabar’, ‘voy a hacer trizas el acuerdo’, -cuando fue elegido, Duque amenazó con “hacer trizas” el acuerdo- está en contra de la aspiración más legítima que puede tener la gente porque la paz es la vida, la paz son los derechos. Si a esto se le suma un padrino de Duque, que es Álvaro Uribe, comprometido con el narcotráfico y con los grupos paramilitares que aún hoy siembran la semilla del terror en varias regiones del país, particularmente encargados de hacer la labor de aniquilar -selectivamente- a los luchadores populares, o en algunos casos realizar verdaderas matanzas, masacres, verdaderos genocidios en varios lugares de Colombia. Si se le suma esto, el acuerdo de paz se erige como una bandera contra todo eso, como una bandera que permite decir ‘otra Colombia es posible, este acuerdo de paz es un acuerdo que merece ser defendido, este acuerdo de paz es algo que ha sido construido durante mucho tiempo no sólo por las FARC con el Estado colombiano -no es un acuerdo exclusivo entre un grupo guerrillero y el Estado- sino un acuerdo que da forma a las aspiraciones del pueblo.

Y yo creo que la gente lo siente, la gente va aumentando ese grado de subjetividad, esa comprensión de que su acción puede generar las condiciones para que ese acuerdo de paz se cumpla, y vamos acumulando experiencias que se van traduciendo en sentido político hasta llegar a esta coyuntura, en la que, a partir de ese aumento de la subjetividad y de esa dinámica mucho más decisiva para la transformación de Colombia, llegamos al momento en que esa dinámica se transforma el 13 de marzo en votos. Y esto es muy alentador porque genera la expectativa de que tal vez el 29 de mayo, junto a Gustavo Petro, tengamos por fin un gobierno popular y democrático en Colombia, un gobierno surgido de las bases, de estas luchas sociales y de la sociedad colombiana que aspira a la paz.

M.S: Iván Duque llegó al poder diciendo que iba a “hacer trizas al acuerdo” y de hecho lo hizo. Hemos visto la violencia en Colombia, cada dos días en promedio muere un activista social. Y ahora, en el último mes, la candidata a vicepresidenta Francia Márquez ha recibido tres amenazas de muerte. ¿Cómo ves este episodio, tú que eres de la Unión Patriótica, un movimiento que ya ha sufrido mucho la persecución política, cómo has visto este escenario?

P.A: La práctica de la derecha tradicional ha sido hacer dos movimientos: la cooptación de, digamos, cuadros políticos alternativos para sus intereses. Poniendo a estos cuadros a girar en torno a sus intereses, introduciéndolos en la dinámica, en el juego del poder. Y contra los sectores directamente comprometidos con las transformaciones, la resistencia, la creación de alternativas, ha sido una respuesta extremadamente violenta. Esto es parte de la táctica del Estado colombiano: el terrorismo de Estado, el uso de las fuerzas armadas militares, la creación de grupos paramilitares, todo ha sido un proceso dirigido a socavar las bases para construir un proceso de transformación.

Y dentro de esta táctica, aniquilar físicamente a los militantes, no sólo de la Unión Patriótica -que es mi organización, y del Partido Comunista- sino de las organizaciones de izquierda en general, ha sido una práctica constante. Creemos que esta práctica no va a desaparecer de la noche a la mañana, y esta idea está incrustada dentro de los sectores, la idea de que esto es una especie de naturaleza del régimen político colombiano. Y esto genera una situación que es de mucho miedo, es decir, se crea mucho miedo ya que se pretende impactar a la gente a través del miedo para que no vuelva, para que abandone la lucha, para que abandone la movilización, para que se retire de estos escenarios en los que se están construyendo alternativas… y esto impacta. Tiene un impacto innegable en las personas. Y las masacres, las matanzas, generan un sentimiento extremadamente difícil, extremadamente cruel, extremadamente duro para un enorme número de colombianos.

Creemos que un gobierno con el Pacto Histórico tiene que poner el dedo en la llaga precisamente en eso, en la naturaleza del régimen político colombiano. Modificar eso para generar las condiciones de apertura de los canales de participación. La gente tiene que participar en las decisiones públicas, y tenemos que hacerlo no sólo en Bogotá, tenemos que hacerlo región por región, ciudad por ciudad, para que la gente pueda expresar su descontento, las condiciones en las que vive, y se puedan tomar decisiones para cambiar esta realidad.

Pero el miedo, la incertidumbre, han sido parte de la historia de Colombia, que es una historia muy cruel y muy triste: el desplazamiento forzado, todo esto… 7 millones de desplazados internos, 9 millones de colombianos en el extranjero, más de 1 millón de refugiados colombianos. Todo ello genera una situación de inseguridad que debemos superar. Una de las cosas que más llamó la atención el año pasado es que había muchos carteles que decían “nos han quitado todo, incluso el miedo”. Se han llevado todo, pero también se han llevado el miedo. Así que si nos han quitado el miedo, vamos a luchar porque ya no tenemos nada que perder.

Desgraciadamente Colombia ha llegado a tal grado de contradicción entre los sectores dominantes de la economía y los sectores populares, donde la solución es una solución política que pasa por la superación del miedo, por la superación del pánico, del que vive la derecha. La derecha utiliza el miedo como táctica.

M.S: Y en cuanto a la política exterior, profesor Pietro Alarcón, Colombia podría entrar en el ciclo progresista, con algo más de 20 años de retraso si Petro es elegido. ¿Cómo ve la coyuntura en Sudamérica para recibir este gobierno de izquierda que podría construir Colombia?

P.A: Creo que Colombia tiene todas las condiciones para incorporarse a un ciclo de renovación de la política internacional. No sólo a nivel regional. Lo digo por la siguiente razón: sería la primera vez que en Colombia logramos establecer una nueva relación con Estados Unidos.

Nuestra relación con EEUU ha sido de dependencia, incluso Colombia es socio de la OTAN, lo que hace que Duque, por ejemplo, ofrezca tropas colombianas a la OTAN para cualquier tipo de conflicto, incluida la guerra de Ucrania. Si dejamos de ser un socio de la OTAN esto tiene una repercusión no sólo en el terreno continental, sino en el mundial. Dejando de ser miembros de la OTAN podemos contribuir de forma decisiva a la creación de un clima de paz y seguridad hemisférica.

Digo esto porque somos un país con siete bases militares norteamericanas, la paz y la seguridad en la región dependen mucho de que esas bases militares estén inactivas, de que logremos expulsarlas, de que logremos renovar nuestra relación con Estados Unidos hasta el punto de que se retiren y se respete la soberanía colombiana. Es algo en lo que tendremos que trabajar a medio y largo plazo y sabemos que no será fácil.

Lo segundo que tenemos que trabajar en el contexto latinoamericano es la democracia. No una democracia basada exclusivamente en la convocatoria de elecciones, sino una democracia deliberativa, una democracia participativa, fortalecida, que dé protagonismo a los que Francia Márquez llama ‘los nadie’, en el sentido de Eduardo Galeano, ‘los nadies’. Una democracia que fortalezca al Estado como propulsor del desarrollo, de una nueva agenda cultural, de una nueva relación con el agua, de una nueva relación con los recursos naturales, de una nueva relación entre las personas, de los afectos. Porque esto es muy importante para nosotros.

Los colombianos nos merecemos esta oportunidad porque hemos vivido durante muchos años sobre la base de la lógica impuesta del amigo contra el enemigo, así que entre hermanos colombianos queremos superar esto. Superar esto implica entender que podemos diferir en muchos temas, pero que si hay algo que nos une es la idea de mantener la paz, la tolerancia, y trabajar juntos para mantener esta condición de paz que nos permite resolver las diferencias sin recurrir a las armas.

Por eso para nosotros es importante desmilitarizar las zonas campesinas, detener las prácticas cívico-militares que convierten algunas regiones del país en zonas estratégicas, como Aráuca, Catatumbo… detener las operaciones militares contra los indígenas en Cauca, en Nariño, las masacres en Uputumayo. Queremos que las fuerzas armadas sean unas fuerzas armadas nacionales. No estamos en contra de las fuerzas armadas, queremos unas fuerzas armadas nacionales y patrióticas, comprometidas con la defensa de la paz. No para convertir al pueblo en su enemigo, que es lo que tradicionalmente tenemos en este país. Y pensamos que dentro de las propias fuerzas armadas hay reservas que captan este mensaje del Pacto Histórico y que es posible a través de ellas generar una nueva condición, tanto de las fuerzas armadas como de la policía, eliminando la doctrina de la seguridad nacional.

Y por eso también es importante que abramos el diálogo con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) [la última guerrilla aún activa en Colombia]. Es fundamental que todos los que se han levantado en armas -con razones más que justificadas- en muchos momentos de la historia de Colombia, sientan ahora que hay un nuevo momento y que es posible cambiar esas armas por el debate político, por el debate sincero y abierto para transformar a Colombia. Y queremos contar con el ELN dentro de este proceso, queremos contar con las disidencias, con todo lo que ha sido cuestionado y ha hecho que algunas personas que firmaron el acuerdo de paz vuelvan a las armas, queremos contar con todas estas personas, que son muy valiosas, porque todas tienen mucho que decir.

El que se alzó en armas tiene mucho que decir en relación al porqué, qué le llevó a ello, cuáles son las contradicciones políticas que generaron esta condición. Esto forma parte de la historia de Colombia. Si para algunos países la palabra “guerrilla” puede ser aterradora, para nosotros la guerrilla forma parte del paisaje desde hace más de 60 años. Así que estamos viviendo permanentemente en la idea de la paz, en la idea del respeto a la vida, en la idea de los procesos que afirman la tolerancia y el diálogo para poder avanzar, digamos, sin miedo, sin pensar en la muerte, pensando siempre que no estamos sólo para existir, sino para vivir.