Xiomara Castro anunció que, de resultar elegida, rompería lazos con Taiwán. Mientras tanto Taipéi moviliza sus peones, dado que Honduras es uno de sus principales socios en Centroamérica.

El próximo domingo 28 de noviembre, los hondureños están llamados a las urnas. La candidata de izquierdas, Xiomara Castro, exhibe reconocidas posibilidades de alcanzar la victoria, que tendría, en primer lugar, un gran significado moral. Esposa del ex presidente Manuel Zelaya, su triunfo simbolizaría la victoria postrera sobre la alianza cívico-militar apoyada por EEUU que en 2009 le depuso mediante un golpe de estado que muchos interpretaron como la respuesta a su acercamiento a la izquierda latinoamericana representada por Hugo Chávez.

 

Xiomara Castro ha logrado reunir en torno a su candidatura a un amplio espectro de fuerzas. Zelaya es un activo político de su campaña y sigue ejerciendo una poderosa influencia que se agrandaría en caso de formar gobierno.

 

La candidata del Partido Libre anunció que, de resultar elegida, rompería lazos con Taiwán, que mantiene desde 1965, a pesar de la notoria evolución a la baja de sus aliados. En los tres años de mandato de su esposo, las relaciones con Taiwán siguieron su curso a pesar de que ya marcaba tendencia una vuelta de tuerca a la proyección diplomática de Taipéi en consonancia con el apogeo económico de China y su nuevo estatus internacional. El reconocimiento de Beijing por parte de Costa Rica en 2007 tuvo un fuerte impacto simbólico.

 

Naturalmente, no hay por qué descreer del anuncio de Xiomara Castro. Sin embargo, tampoco cabe esperar que, de confirmarse el cambio de gobierno, esta sea una decisión apresurada. Dos hechos cabe considerar en tal sentido. En primer lugar, el papel de EEUU, clara y militantemente reacio a ese cambio. Recuérdese que en 2020, Washington, aun con Donald Trump, aprobó la conocida como Ley Taipei (de Iniciativa de Protección y Mejora Internacional de los Aliados de Taiwán) para reprimir y sancionar (económica, diplomática, militarmente…) a quienes opten por cambiar de aliado. Por tanto, es seguro que tendría un coste para Honduras en relación a su intervencionista vecino del norte. Téngase en cuenta también que una parte significativa del PIB hondureño se gesta con las transferencias enviadas por los hondureños residentes en dicho país a quienes, por cierto, hace un par de meses se les amplió el estatus de protección temporal. EEUU, ahora con Joe Biden, se toma en serio esta cuestión por cuanto supondría un revés a su estrategia de empoderamiento internacional de Taiwán que a su vez constituye un capítulo relevante de sus controversias con China.

 

En segundo lugar, en los últimos años se ha producido un cambio significativo en el contexto de la pugna diplomática, resucitada tras la ruptura de la tregua en 2016. De una parte, la República de China (Taiwán) ha logrado mejorar sus decaídas posiciones internacionales; de otra, con la República Popular China ha sucedido lo contrario, enfrentado un esfuerzo de muchos e importantes países (no solo EEUU sino de aliados como la UE, Australia o Japón) que conciertan sus políticas para poner freno al crecimiento de la influencia de Beijing, considerada una amenaza para sus intereses.

 

Otro factor a considerar es la actitud del periodista televisivo Salvador Nasralla, quien en su día decidió abandonar la carrera presidencial para unirse a Xiomara Castro. El líder del partido Salvador de Honduras, de filiación centrista, llamado a desempeñar un papel destacado en la nueva administración, bien podría influir en sentido contrario para que del cambio gubernamental no resultara un empeoramiento de las relaciones con EEUU.

 

Que una opción formalmente de izquierdas gobierne no significa reconocimiento automático de Beijing. La Nicaragua de Ortega, con buenas relaciones con el eje progresista de la región, sigue reconociendo a Taiwán, de quien se desprendió en 1985 con Ortega en el poder, volviendo al redil de Taipéi en 1990. Y ahí sigue desde entonces mientras Ortega preside de nuevo el país desde 2007.

 

Lógicamente, en Taipéi preocupa esta situación y también moviliza sus peones. Honduras es un socio muy importante en Centroamérica y ambos tienen una larga historia de cooperación en comercio, salud, educación y varios otros campos. El presidente saliente Juan Orlando Hernández visitó Taipéi a escasas dos semanas de los comicios. Fue su cuarta visita pero revestía un significado especial porque sirvió para celebrar los 80 años de relaciones diplomáticas entre ambos.

 

La portavoz de Exteriores Joanne Ou reconoció recientemente que siguen de cerca la campaña y el proceso electoral en Honduras, así como, dijo, los intentos de manipulación de China continental, pero confiando en la firmeza y estabilidad de las relaciones: “todo está bajo control”. Taipéi, sea cual sea el resultado, intentará reforzar la comunicación con todos los partidos y sectores sociales de Honduras para trasladar la idea de que es un socio fiable y que las promesas de Beijing son imprecisas y vagas. Sin duda, cuenta en el país con poderosos anclajes vertebrados a lo largo de una densa relación diplomática y que también tratarán de hacer oír su voz.

 

Por tanto, llegado el caso, las presiones, de dentro y de fuera, para torcer la voluntad expresada por Xiomara Castro no serán pocas ni débiles. Su legitimidad es otro cantar.