La posibilidad de que el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC) – o el acuerdo nuclear con Irán – se reactive, aunque difícil, parece haberse vislumbrado en febrero de 2022. También es posible que ahora los Estados Unidos crea que la posible pérdida de gas natural y petróleo ruso (por la guerra entre Rusia y Ucrania) debe compensarse con el regreso de Irán al mercado mundial del petróleo. El acuerdo nuclear podría haberse logrado mucho antes si no fuera por la falta de voluntad del gobierno de Biden para comprometerse con el “camino a seguir” ofrecido por Irán para permanecer en el acuerdo durante el resto del mandato de Biden, según Responsible Statecraft. En mayo de 2018 el expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, se retiró del acuerdo nuclear con Irán de 2015, bajo la premisa de que podía conseguir un acuerdo mejor que el negociado por su predecesor Barack Obama.

Mientras tanto, ante la realidad derivada de la situación sobre el terreno, que evidencia que es poco probable que Irán renuncie a sus capacidades de misiles o se aleje de los aliados regionales, Joe Biden parece haber vuelto al acuerdo original.

Es poco probable que Irán retire las centrifugadoras más avanzadas que tiene y utiliza ahora, después de que la administración Trump se retirara unilateralmente del acuerdo. Tampoco es probable que Irán obtenga la garantía de que Trump – o un futuro presidente que opte por continuar su política exterior – no abandonará el acuerdo de nuevo tras las elecciones presidenciales de 2024 en los Estados Unidos. El resto del mundo se ve así obligado a vivir en una época en la que EE. UU., la potencia militar y económica más fuerte, ya no es capaz de comprometerse con los tratados, ya sea sobre el calentamiento global o el acuerdo nuclear con Irán.

Washington no fue el único que cometió la estupidez de retirarse de un acuerdo como el nuclear con Irán, que pretendía imponer las restricciones más estrictas que ningún país había aceptado para sus programas nucleares. Fue incitado, si no instigado, por Israel que quería que los Estados Unidos hicieran lo que él no podía: eliminar la posibilidad de que Irán desarrollara armas nucleares y desactivar sus capacidades de misiles. Como la mayoría de las tecnologías necesarias para las armas nucleares o los misiles son de doble uso, estas restricciones habrían convertido a Irán en una potencia industrial de segunda clase.

Un conjunto de expertos militares israelíes ha salido a decir, ahora, que haber pedido a EE. UU. que se retirara del acuerdo con Irán fue un error enorme, y que el mejor camino para Israel sería trabajar para restablecer el acuerdo nuclear. Un informe publicado en enero de 2022 por Ben Armbruster en Responsible Statecraft, un popular sitio web estadounidense sobre asuntos internacionales, dice: “El jefe de la agencia de inteligencia militar de Israel, el general de división Aharon Haliva, ha dicho que la reactivación del acuerdo nuclear con Irán sería mejor para Israel que permitir que colapse por completo”.

Si Irán hubiera sucumbido a las exigencias de los Estados Unidos e Israel, le habría dado a las potencias occidentales un control militar completo sobre Asia Occidental, incluyendo su petróleo. Esto habría estado en consonancia con la declaración del ex presidente estadounidense Jimmy Carter en 1980 (la Doctrina Carter), según la cual la región del Golfo Pérsico era de interés vital para los Estados Unidos, y no tolerarían la injerencia de ninguna potencia exterior en esta región. La Doctrina Carter era similar a la neocolonial Doctrina Monroe de 1823, que declaraba que ninguna potencia extranjera podía tener presencia militar en las América Latina, el patio trasero de EE. UU.

La reimposición por parte de Trump de más de 1.000 sanciones a Irán, tras salirse del acuerdo nuclear, fue un duro golpe económico para Irán. Se complementó con ataques encubiertos a la infraestructura nuclear iraní, incluyendo el sabotaje de instalaciones nucleares y asesinatos de científicos nucleares en Irán. El general de división Qassem Soleimani, jefe de la Fuerza Quds de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán y el comandante de la milicia iraquí Abu Mahdi al-Muhandis fueron asesinados en Bagdad el año 2020, por un ataque con vehículos aéreos no tripulados estadounidenses. La respuesta de Irán a estas sanciones y ataques ha sido igualmente contundente: en enero 2020, atacó con misiles las bases de los Estados Unidos en la región, siguió apoyando al grupo político-militante libanés Hezbolá y a las fuerzas gubernamentales sirias, y continuó ejerciendo su influencia sobre Irak. Tras una advertencia previa para evitar víctimas, los ataques de Irán a las bases estadounidenses demostraron que las llamadas “baterías antimisiles” de los Estados Unidos no tienen posibilidades contra los últimos misiles de Irán. Irán se cuidó de no causar muertes, ni de atacar a los barcos de la Armada estadounidense, para no iniciar una guerra. Pero sus capacidades de guerra asimétrica demostraron que los activos estratégicos de los Estados Unidos e Israel en la región estaban ahora dentro del alcance de los misiles de Irán, y las baterías antimisiles no podían proteger estos activos.

Ya he escrito anteriormente sobre el desarrollo iraní de capacidades de guerra asimétrica y la posibilidad de utilizar misiles, drones y barcos navales más pequeños para golpear a sus oponentes. El suministro de este tipo de tecnología a Hezbolá y a otros grupos de Asia Occidental, como Ansarullah o los hutís en Yemen, ha ayudado a Irán frente a Israel y Arabia Saudita. Los hutís han demostrado que pueden sufrir grandes pérdidas contra la superioridad militar de las fuerzas saudíes y emiratíes (EAU), pero tienen capacidad de misiles para contraatacar. En el caso de Yemen, el argumento de que los ataques de los hutís afectan a la población civil suena vacío, ya que los saudíes y los emiratíes han infligido los ataques más salvajes a la población civil que el mundo ha visto en mucho tiempo. La infraestructura de Yemen ha sido destruida; el país ha tenido que lidiar con una epidemia de cólera y se ha enfrentado a una crisis hídrica sin acceso a agua potable, y sus escuelas, colegios y centros de salud han sido destruidos por los continuos bombardeos saudíes y emiratíes. El único recurso de Yemen ha sido devolver el golpe a las instalaciones saudíes y emiratíes – refinerías y aeropuertos – con la esperanza de obligarles a entablar conversaciones de paz y resolver la guerra.

Trump y los dirigentes israelíes habían asumido que los reveses económicos de las sanciones llevarían a Irán a renunciar a su papel estratégico nuclear independiente. En un principio, Irán se abstuvo de incumplir el acuerdo del PAIC y pidió a los demás firmantes, Alemania, Francia, Reino Unido, Rusia y China, que siguieran comerciando con él. Aparte de China y Rusia, los países europeos que formaban parte del acuerdo se mostraron “de la boca para afuera” a favor de continuar con el PAIC y redujeron su comercio con Irán a un goteo. Con el dólar funcionando como moneda internacional, ningún otro país europeo estaba dispuesto a desafiar las sanciones estadounidenses de manera seria.

Aquí es donde Irán comenzó a aumentar su enriquecimiento nuclear, tanto en cantidad como en calidad: cuánto uranio-235 enriquecería y con qué grado de pureza. El acuerdo nuclear iraní tenía las siguientes características clave:

  • Las centrifugadoras activas de Irán tendrían que reducirse a unas 5.000 de las más de 19.000 que tenía.
  • El enriquecimiento de uranio se limitaba a 300 kg con una pureza del 3,67%.
  • No se utilizarían centrifugadoras avanzadas más allá de la IR-1, e Irán tendría que desmantelar o dejar en barbecho las centrifugadoras más avanzadas.
  • Irán tendría que modificar el reactor pesado de Arak, capaz de producir plutonio apto para armas, y convertirlo para que pudiera utilizarse con fines pacíficos.

En el momento del acuerdo, Irán había almacenado unos 200 kg de gas de uranio enriquecido al 20% (200 kg de gas de uranio serían 133 kg de uranio sólido), que fueron enviados a Rusia.

En términos de desarrollo de armas nucleares, convertir el uranio al 20% de pureza es nueve décimas partes del trabajo necesario para alcanzar el uranio apto para armas del 90% de pureza. Por tanto, la mayor parte del trabajo que supone la construcción de estas armas consiste en conseguir un 20% de pureza, y el resto es relativamente fácil. En las centrifugadoras, el gas de uranio se hace girar para separar el U-238, el isótopo más pesado del uranio, del U-235, que es más ligero y el isótopo fisible utilizado en el desarrollo de armas nucleares. La separación se realiza utilizando una cascada de centrifugadoras y repitiendo el proceso continuamente. Este proceso consume mucho tiempo y energía y requiere un alto grado de automatización. En Natanz, en Irán, se utilizó el malware Stuxnet y un arma cibernética desarrollada por los Estados Unidos e Israel para destruir más del 10% de las centrifugadoras iraníes atacando sus controladores Siemens. Este ataque fue el primer uso de un arma cibernética en el mundo.

En noviembre de 2021, la agencia atómica iraní, la Organización de la Energía Atómica de Irán, declaró que sus reservas de uranio enriquecido al 20% habían alcanzado más de 210 kg, y las de uranio enriquecido al 60%, 25 kg. El país también ha puesto en marcha una nueva generación de centrifugadoras más avanzadas y eficientes IR-2m, IR-4 e IR-6. Esta capacidad es la razón por la que hay argumentos de que Irán ha alcanzado la capacidad de ruptura, ya que tiene suficiente material fisible para una bomba y está más avanzado en su capacidad de fabricación de bombas que durante el PAIC original como consecuencia de la locura de Trump.

El problema al que se enfrentan ahora los Estados Unidos y sus aliados es cómo volver a meter en la botella al genio nuclear que desataron al salirse del PAIC. Irán está dispuesto a aceptar la mayor parte de los términos del antiguo acuerdo, pero es poco probable que vuelva a cerrar sus centrifugadoras avanzadas, como hizo anteriormente. También sabe que los Estados Unidos pueden estar a sólo unas elecciones presidenciales de renegar del acuerdo, por lo que sus apuestas en el acuerdo nuclear son temporales. Así pues, ¿cuánto está dispuesto a sacrificar Irán por el alivio de las sanciones – aunque sea de forma vacilante y fragmentaria, como demostró Obama– para volver a la mesa de negociaciones sobre el acuerdo nuclear? Por el bien del planeta, todo el mundo espera que Irán lo haga, y que Joe Biden cumpla la parte del trato de los Estados Unidos, al menos durante los pocos años que le quedan en el cargo antes de las próximas elecciones presidenciales.