La Organización Internacional del Trabajo (OIT) insiste en que un paquete transformador de políticas de cuidados, basado en el acceso universal, podría generar cerca de 300 millones de puestos de trabajo, crear un mundo laboral mejor y más igualitario en cuanto a género, y garantizar que nadie se quede atrás en la transición hacia economías netas cero.
El Director General de la OIT, Guy Ryder, destacó la urgencia de fomentar una recuperación centrada en las personas en un panorama frágil para 2022. Ryder afirmó que implementar el Acelerador Mundial del Secretario General de las Naciones Unidas para el Empleo y la Protección Social para una Transición Justa El Secretario General de la ONU pide que se acelere la acción en materia de empleo y protección social podría crear al menos 400 millones de puestos de trabajo para 2030, principalmente en las economías verdes y de los cuidados, y ampliar los niveles de protección social a más de 4.000 millones de personas que actualmente no están cubiertas.
Para fomentar una transición en la que los beneficios se repartan ampliamente y se proteja a los más vulnerables, el sector financiero podría desplegar varias palancas, “por ejemplo, integrando plenamente el trabajo decente en las inversiones financieras, comprometiéndose con los beneficiarios y los clientes para promover el diálogo social, garantizando el acceso a la financiación de las Pyme en los sectores verdes, y una sólida planificación de la transición justa”, añadió.
Fomentar una recuperación centrada en las personas es más urgente que nunca dado que las perspectivas para 2022 siguen siendo frágiles debido al aumento del número de casos de Covid-19, a la mayor inflación y al impacto de la intervención en Ucrania en la economía mundial. “La recuperación del mercado laboral en 2022 será más lenta de lo previsto inicialmente y se espera que el desempleo mundial se mantenga por encima de los niveles anteriores a la COVID-19 hasta al menos 2023”, añadió Ryder.
Especialmente preocupante es la agravación de las desigualdades dentro de los países y entre ellos, algo que “probablemente necesitará años para repararse, con posibles consecuencias a largo plazo para la participación en la fuerza laboral, los ingresos de los hogares y la cohesión social.” Recordamos que incluso antes de desatarse la guerra, las estimaciones apuntaban a un déficit de horas trabajadas a nivel mundial equivalente a 52 millones de empleos a tiempo completo en relación con el cuarto trimestre de 2019.
Es obvio que la intervención en Ucrania está empeorando las perspectivas económicas, creando “una triple crisis – en las finanzas, el combustible y los alimentos – que aumentará la pobreza y el hambre y conducirá a resultados sustancialmente peores en el mundo del trabajo”, añadió Ryder.
“De cara al futuro, los responsables políticos se enfrentan a decisiones difíciles”, dijo, y predijo que los llamamientos a la política monetaria y fiscal se endurecerán a un ritmo más rápido para tratar de frenar la inflación. “Sin embargo, la recuperación económica sigue necesitando apoyo macroeconómico para ser sostenible”.
Lograr una recuperación centrada en las personas requerirá una cuidadosa coordinación y equilibrio de las políticas macroeconómicas para que proporcionen suficiente apoyo a la inversión en las personas y el planeta, a la vez que frenen la inflación. Sigue siendo esencial el apoyo para invertir en una agenda transformadora para la igualdad de género, en la protección de los trabajadores garantizando los derechos fundamentales en el trabajo y la salud y seguridad en el trabajo y en la protección social universal.
Un contexto histórico vapuleado y diluido
Fundadas en 1944, el Grupo Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), en los cuales pretenden apoyarse la OIT, son instituciones intergubernamentales gemelas de gran influencia en la configuración de la estructura del orden financiero y de desarrollo mundial. Conocidas como las instituciones Bretton Woods (IBW), éstas fueron inicialmente creadas con la intención de reconstruir el sistema económico internacional tras la Segunda Guerra Mundial.
Las decisiones claves que llevaron a su creación fueron lideradas principalmente por Estados Unidos y en menor medida por Reino Unido. Ambas instituciones se vieron significativamente influidas por la fortaleza geopolítica de EE.UU. durante el periodo postguerra.
Históricamente, estas instituciones de IBW no son ni más, ni menos que un instrumento del poder político y económico de EEUU. así como de otros países occidentales. Su papel y relevancia han sido objeto de múltiples debates, en diferentes foros, que cobraron aún más impulso desde la crisis financiera mundial de 2008, donde el auge y el posicionamiento de China, que a menudo se presenta como la llegada de un mundo más multipolar, es visto por algunos como un desafío a la hegemonía de las IBW.
Entre las críticas principales al Banco Mundial y el FMI destacamos al desequilibrio en el poder político de su estructura de gobernanza, debido a que el reparto de votos está basado principalmente en el tamaño y la “apertura” de las economías de los países. Así, los más pobres –que son a menudo los que reciben los préstamos de las IBW– están insuficientemente representados en los procesos de toma de decisiones.
A pesar de ciertas reformas en los sistemas de votación llevado a cabo por el Fondo en el 2016, que de alguna forma modificaron el poder de voto (para contentar a China), la distribución sigue estando muy desequilibrada a favor de EEUU., los países europeos y Japón, en particular. A pesar de esas tímidas reformas, EE.UU. todavía tiene /poder de veto /sobre un amplio rango de decisiones
Por otra parte. la subrepresentación de países de bajos y medios ingresos en las Juntas Ejecutivas de las IBW se ve agravada por el histórico “acuerdo de caballeros” entre EEUU y los países europeos, que ha visto a estas instituciones (FMI-BM) liderados siempre por un ciudadano europeo y un estadounidense, respectivamente, desde su inicio.
La sociedad civil ha pedido por mucho tiempo que este sistema opaco sea remplazado por un proceso transparente y basado en el mérito. Sin embargo, el nombramiento en abril de 2019 del nuevo presidente del Banco Mundial David Malpass –ciudadano estadounidense que se postuló sin oposición para el puesto principal del Banco– demostró que el acuerdo de caballeros permanece más vivo que nunca, a pesar de la oposición de diferentes organizaciones.
En materia de Derechos Humanos, persiste la inflación
Una segunda serie de críticas se ha centrado en el contenido de las políticas, programas y proyectos que las IBW promueven e imponen, y en cómo éstas han socavado un amplio rango de derechos humanos. Bastaría con recordar el discurso del relator especial de la ONU sobre pobreza extrema y derechos humanos, Philip Alston, en 2015, cuando afirmó que “aunque el Banco Mundial habla mucho sobre esos derechos, en realidad, sus programas y proyectos no hacen mucho por ellos”, calificando al Banco Mundial, como una “zona libre de derechos humanos”.
En el nivel macroeconómico, a raíz del Consenso original de Washington, el Banco y el FMI continúan impulsando un conjunto particular de prescripciones de políticas macroeconómicas en casi todos sus países miembros. Éstas son medidas de consolidación fiscal (o austeridad) e incluyen la reducción del coste de los salarios públicos, la introducción o incremento del IVA, así como otros impuestos regresivos indirectos, particularmente, flexibilización laboral, racionalización (recortes) y privatización de servicios sociales y subsidios, tasas de impuestos corporativos y tarifas comerciales.
Es un enfoque con recetas “anticíclicas” que conducen inevitablemente una disminución de la actividad económica, lo que lleva a un menor consumo, menores ingresos públicos, menor inversión en servicios públicos vitales y mayores niveles de desigualdad, la que a su vez disminuye el crecimiento.
También se ha observado que los proyectos financiados por el Banco Mundial a menudo violan los derechos humanos de manera directa y grave. Problemas que se repiten continuamente que incluyen desalojos masivos, el desplazamiento forzado de personas y comunidades causados por grandes proyectos agrícolas y de infraestructura violaciones de los derechos de pueblos indígenas y forestales.
Asimismo, por ataques a defensores de los derechos humanos; desencadenamiento de inseguridad alimentaria local; y graves violaciones de los derechos de los trabajadores, tales como trabajo infantil y forzoso que, según algunos informes, se está utilizando en proyectos financiados por el Banco. Más recientemente, éste ha reconocido también que sus proyectos pueden crear un ambiente que puede potenciar la violencia de género, incluido el abuso sexual y la propagación del VIH/SIDA.
La gran contradicción: medio ambiente y un modelo de crecimiento sostenible
Finalmente, el enfoque de las IBW hacia las políticas económicas y de desarrollo, han generado muchas críticas, relacionadas con la protección del medio ambiente y la prevención del cambio climático. En general, este enfoque basado en el crecimiento para la reducción de la pobreza que promueven ambos, el Banco y el FMI, tiene inmensas consecuencias medioambientales, como se evidencia en la profundización de la crisis climática.
El exjefe economista del Banco Mundial Sir Nicholas Stern en 2007, ya lo había advertido con meridiana claridad: “El cambio climático es el resultado del mayor fallo del mercado que el mundo ha visto nunca”.
Desde su inicio, las IBW han desempeñado un papel formativo en el impulso de las fuerzas globales que han causado este fallo en el mercado al promover el crecimiento económico como el componente central de su modelo de desarrollo, a pesar de –como señala el informe Deaton- la evidencia mixta de que el crecimiento económico y la reducción de la pobreza estén vinculados.
Si bien el Banco, y en menor medida, el Fondo, han tratado cada vez más de tener en cuenta los factores ambientales y climáticos en su trabajo durante las últimas décadas, estos esfuerzos se han limitado en gran medida a tratar de integrar estas preocupaciones en un modelo de desarrollo basado siempre en el crecimiento.
A esto debemos agregar otro conjunto de críticas relacionadas y a la vez transversales a las anteriores que se centra en cómo las políticas apoyadas, promovidas o requeridas por las IBW están desigualmente diseñadas, favoreciendo a aquellos que están en lo más alto de la economía y la sociedad, exacerbando aún más las desigualdades dentro y entre países, y perjudicando de manera desproporcionada a los más marginados, que son de hecho los más vulnerables a las violaciones de los derechos humanos.
Los grupos que a menudo se encuentran en desventaja de forma más desproporcionada y acumulativa debido a los tipos de políticas macroeconómicas que promueven las IBW incluyen a pobres, mujeres, inmigrantes, ancianos, niños y jóvenes, minorías étnicas y religiosas, personas con discapacidad.
La extensiva literatura académica, con la que el Banco y el Fondo rara vez se comprometen, desafía de forma elocuente la solidez de las bases teóricas y de evidencia de los principios y políticas de ambas. Un inconmensurable archivo de documentos atestigua las experiencias de millones de personas afectadas negativamente por las políticas y programas del Banco y el Fondo.
Juntos, sugieren que las políticas del Banco y el Fondo y la generación de deudas impagables no han logrado los objetivos establecidos y que, en cambio, apoyan un orden económico que beneficia a las élites y a los intereses del sector privado a expensas de las comunidades más pobres y marginadas.
Mientras que el conjunto de la sociedad se enfrenta ahora al desafío de las corrientes “populistas” y los partidos de extrema derecha, sobre la continua relevancia del multilateralismo en medio de un orden global cambiante, entre pandemias y guerras, las IBW siguen negando su papel en la creación de las condiciones sociales, políticas y económicas que han llevado a la frustración y la privación de derechos que nos han traído hasta aquí.
OIT, dime con quién andas… aunque ya sepa quién eres.