AMLO y Biden

En 2010, el presidente de Cuba, Fidel Castro, dijo: “López Obrador será la persona de más autoridad moral y política de México cuando el sistema se derrumbe y, con él, el imperio”. Se refería a Andrés Manuel López Obrador (conocido también como AMLO), quien actualmente es el presidente de México y líder del partido político Morena (Movimiento de Regeneración Nacional).

A pesar de la amplia ventaja que tenía en todas las encuestas, la victoria de López Obrador en 2018 tomó por sorpresa a casi todo el mundo. Incluso los militantes de Morena permanecimos incrédulos algunos días, pues la dinámica del fraude electoral en la política mexicana hacía ver la derrota como inevitable.

Pocos sabíamos qué esperar del Gobierno mexicano, puesto que AMLO es el primer presidente de izquierda de la historia política moderna de México. Los dos primeros años de su mandato estuvieron marcados por la ausencia de una política exterior concreta, al menos públicamente. La premisa de que la mejor política exterior es la política interior hizo que el presidente López Obrador concentrara sus esfuerzos en resolver los grandes problemas que el pueblo mexicano enfrenta, así como en lidiar con la agresiva política migratoria del ex presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, dirigida especialmente contra la población migrante mexicana – tanto la que intenta ingresar a EE.UU. como la que ya habita ahí –.

Cuarta transformación

La única iniciativa digna de mención en la diplomacia pública mexicana que emprendió López Obrador durante los primeros tres años de su sexenio fue abogar por el Plan de Desarrollo Integral para Centroamérica. Este Plan fue desarrollado por El Salvador, Guatemala, Honduras y la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas. El Gobierno del presidente López Obrador comenzó a trabajar en este documento desde el primer día en que asumió el cargo, abordando tanto los ataques que enfrentan los migrantes de Centroamérica en los Estados Unidos como las necesidades reales de las personas forzadas a migrar. Las causas estructurales de la migración –pobreza, desigualdad e inseguridad– fueron el marco del debate entre las partes que trabajaron en la iniciativa. El Plan desafió la doctrina de seguridad fronteriza de los Estados Unidos, que trata problemas socioeconómicos como si fueran problemas militares.

El triunfo de Morena en uno de los más grandes países de América Latina inauguró un ciclo de esperanza entre las fuerzas progresistas de la región. Líderes e intelectuales latinoamericanos han hablado de México como el epicentro de la nueva ola progresista en el hemisferio. Pero el triunfo de Morena se encontró con tres complejidades. En primer lugar, las dificultades a las que se ha enfrentado López Obrador al intentar sentar las bases del desarrollo nacional y hacer frente a las grandes desigualdades del país (10% de los mexicanos mantienen el 79% de la riqueza nacional); esto incluía el Plan Nacional de Desarrollo para terminar con la desigualdad y la discriminación, que se financiaría con la revitalización de la industria petrolera, la nacionalización del litio, y la implementación de diferentes obras de desarrollo infraestructural.

En segundo lugar, debido a que la pandemia aceleró el proceso de la crisis neoliberal a nivel global, incluyendo a México; López Obrador alzó la voz respecto a la necesidad de terminar con el neoliberalismo para 2022. En tercer lugar, una renovada agresión estadounidense a través de sus bloqueos y sanciones contra diferentes países latinoamericanos, incluyendo Cuba, Nicaragua y Venezuela. La Cuarta Transformación (4T), nombre del proyecto de López Obrador, ha provocado conflictos con el Gobierno estadounidense y las instituciones controladas por él (incluida la Organización de Estados Americanos). Esto es lo que poco a poco llevó al Gobierno de México a jugar un rol más prominente en América.

La diplomacia pública de López Obrador

El aumento de actividad diplomática de López Obrador ha sido paulatino y bien calculado. López Obrador introdujo gradualmente algunos de estos temas en el debate público nacional, antes de medir las aguas de la región. Cada mañana, elabora una conferencia de prensa, en la que se introducen por primera vez muchas de estas ideas. El compromiso de López Obrador por construir una revolución de las conciencias ha transformado la diplomacia mexicana en un fenómeno público.

Antes de López Obrador, los temas de política exterior se discutían detrás de bambalinas. Ahora, López Obrador usa la conferencia de prensa para darle al público las razones históricas y políticas para determinar la posición de México respecto a, por ejemplo, el bloqueo económico de Estados Unidos contra Cuba, la guerra económica contra Venezuela, la violenta política antimigratoria de los Estados Unidos o la guerra entre Rusia y Ucrania. El hecho de que López Obrador haya tratado de explicar las razones de las decisiones diplomáticas tomadas por México respecto a diversos asuntos globales, ha ayudado a construir un consenso entre amplios sectores de la población respecto a estas posturas, incluyendo la más reciente decisión tomada por él de no asistir a la Cumbre de las Américas.

Cumbre de las Américas

El presidente estadounidense Joe Biden anunció que en enero los Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos (OEA) serían anfitriones de la Cumbre de las Américas, a realizarse entre el 6 y el 10 de junio en Los Ángeles. Antes de la Cumbre, López Obrador hizo una gira por Centroamérica y el Caribe, que terminó en Cuba. Durante esta travesía, el presidente mexicano desarrolló su postura respecto a la Cumbre (que ya se había vislumbrado previamente, en septiembre del 2021, cuando México fue anfitrión de la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en la que Cuba, Nicaragua y Venezuela tuvieron posibilidad de participar, a diferencia de la Cumbre de las Américas, donde estos países tenían prohibida su asistencia al evento). Durante la cumbre de la CELAC, López Obrador propuso terminar con la OEA y reemplazarla por “un bloque como la Unión Europea”, que surgiera de la organización de la CELAC.

Antes de que comenzara la Cumbre de las Américas, López Obrador anunció que México no asistiría, dejando claros dos principios que rigen la política exterior mexicana. En primer lugar, se argumentó que la decisión estadounidense de no invitar a Cuba, Nicaragua y Venezuela violaba el principio de no intervención en los asuntos internos de otros países. En segundo lugar, se puntualizó que la decisión de exclusión violaba también el principio de igualdad jurídica de todos los países, que debe garantizar el derecho de todos los pueblos a ser representados en el nivel internacional a través de sus Gobiernos. La decisión de López Obrador tomó por sorpresa tanto al Gobierno estadounidense como a los Gobiernos de América Latina; su decisión fue seguida por Bolivia y Honduras y respaldada por países como Argentina.

Por su parte tanto el presidente Biden, como el secretario de Estado de los EE.UU., Antony Blinken, y el embajador de los Estados Unidos en México, Ken Salazar, intentaron negociar para asegurar la presencia del presidente de México en la Cumbre, pero fracasaron. La hegemonía de la OEA inició su declive tras la última Cumbre de la CELAC en 2021, pero parece haber llegado a su fin con estos últimos acontecimientos durante la Cumbre de las Américas en Los Ángeles.

El resultado más importante de la Cumbre fue la reacción de los diferentes mandatarios de Latinoamérica, que se sumaron a la muestra de dignidad de México y, exhibiendo la fuerza del poder popular, asumieron posturas de respaldo a una nueva forma de organización regional, que no requiere el tutelaje de los Estados Unidos. El sentir general de América Latina es que los Estados Unidos no deberían perder su tiempo buscando interferir en el sur de sus fronteras y que, en cambio, debería invertir sus energías en resolver sus recurrentes crisis internas.