Hace unos meses habría sido impensado que Perú tuviese una ministra feminista y de izquierda. Y aunque la perspectiva de género aún aparece como un campo en disputa a lo interno del naciente gobierno de Pedro Castillo, Anahí Durand emerge como punta de lanza para dar esta batalla en la nueva época que afronta el país.

La charla transcurrió alrededor de tres tópicos. Por un lado, la impronta de su gestión, según cuenta, abocada a recorrer los territorios para escuchar a las mujeres y que “la agenda no venga impuesta desde arriba”. De la mano de esto, explicó las dificultades en el Perú para avanzar en las demandas del movimiento feminista (“todavía falta llegar a los sectores populares”, admite). En un segundo eje analiza la coyuntura política del país, a la que describe como “un momento álgido” en el que “al gabinete no le han dado un día de tregua”. Allí también explica cuáles son las estrategias para avanzar en una Asamblea Constituyente. Y un tercer punto acerca del lugar que ocupará el Perú en el escenario regional: asegura que “se priorizarán los espacios de integración” y sentencia que “el Grupo de Lima prácticamente ya se extinguió”.

-¿Qué iniciativas y líneas de trabajo están priorizando desde el Ministerio en esta primera etapa?

El Ministerio ya tiene algunas décadas, pero siempre ha tenido una deriva bastante institucional y muy al vaivén de la postura de los gobiernos. En el comienzo de la gestión nos enfocamos en fortalecer la lucha contra las violencias pero también en contrarrestar la ofensiva ultraconservadora, algo que se da en toda la región. Y en el caso peruano tiene que ver con la creciente influencia, sobre todo en sectores urbanos populares, de discursos de odio, fundamentalistas, que por ejemplo niegan la igualdad de género o cuestionan la enseñanza de derechos sexuales y reproductivos. Muchas veces acompañados de iglesias evangélicas y de sectas que han ido ganando terreno.

En esa línea nos proponemos una gestión muy cercana a la gente, que conecte con las organizaciones sociales y de mujeres. La pandemia ha sido muy dura en términos sanitarios y económicos, el hambre creció mucho y por eso se han reactivado canales de organización comunitaria como las ollas comunes. Nos proponemos, por un lado, abordar toda esta problemática de las mujeres desde una perspectiva integral que contrarreste discursos conservadores y enfrente la desigualdad. Y, por otro, fortalecer las redes, los lazos de solidaridad, la lucha contra la violencia y los feminicidios.

Le estamos poniendo mucho empeño a la autonomía económica de las mujeres, como parte de una economía integral que incluye el Sistema Nacional de Cuidados.

Este ministerio tiene además una particularidad: se llama Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, o sea que incluye también a niños, niñas y adolescentes, a las personas con discapacidad y a los adultos mayores. Ahora la prioridad más urgente es atender a los huérfanos del Covid. Es un momento muy complicado en términos socioeconómicos y sanitarios; la vacunación avanza pero a un ritmo más lento que en otros países, dado que arrastramos problemas estructurales muy grandes.

– ¿Cuáles son las estrategias para reforzar el Sistema Nacional de Cuidados?

En primer lugar, reconocer que es un trabajo. En segundo, articular los distintos servicios que brindan cuidados; tenemos una serie de servicios dispersos con poca cobertura que el Estado tendría que articular, fortalecer y poner a disposición de la población. Y, sobre todo, que sea un sistema que recoja las demandas de las mujeres, que son quienes más asumen esta tarea. Estamos abriendo también un proceso de diálogo con organizaciones de mujeres indígenas, con organizaciones de mujeres trabajadoras en distintas regiones del país. Queremos llegar con una propuesta que recoja de verdad lo que las mujeres están planteando y no venga impuesta desde arriba.

– En América Latina vienen creciendo debates como la legalización del aborto o los derechos de las diversidades, pero en cada país con sus tiempos y particularidades. Su espacio político levanta estas demandas del feminismo aunque en la coalición de gobierno hay miradas diversas. ¿Cómo maneja esas tensiones? ¿Harán fuerza por instalar esas discusiones, tal vez en una posible Asamblea Constituyente?

Creo que, en primer lugar, que hay que tener en cuenta que hay demandas que tienen que ser sostenidas muy fuertemente por el movimiento social. Legalizar el aborto con 50 mil feministas en la calle es una cosa y hacerlo con colectivos más bien pequeños y todavía en formación como en Perú, es otra. Hay que tomar en cuenta eso. Yo vengo del Movimiento Nuevo Perú, con Verónika Mendoza, de la izquierda que se considera feminista. Es una de las banderas que siempre voy a defender, en el Gobierno, en la academia o en la calle. No tengo ningún problema en decirlo. Pero esa demanda tiene que venir fortalecida e impulsada desde el movimiento social. Y creo que ahí la tarea de las organizaciones feministas es empujar eso, porque la opción de gobierno que ha ganado no ha sido la nuestra, que llevaba esa bandera.

Nuestro compromiso es impulsar y fortalecer los derechos de las mujeres. Hemos tenido una buena disposición de parte del gobierno, por eso seguimos ahí. Pero creo que hay que hacer un trabajo mucho más articulado, organizado y cohesionado con la sociedad civil, con el movimiento social, con las colectivas feministas para poder avanzar en estos derechos. En Chile o en Argentina estos derechos se han conseguido con miles de mujeres en la calle. Creo que eso va a ser necesario también en Perú. El devenir del movimiento feminista en Perú es distinto, tiene otras particularidades. Ha avanzado mucho en sectores juveniles, universitarios, pero todavía falta llegar a los sectores populares y tener ahí un arraigo que permita que esta demanda sea sentida y disputada, sobre todo por las mujeres de las grandes mayorías. Entonces creo que esa lucha hay que darla desde todos los espacios, y ojalá haya ese encuentro y ese complemento entre el gobierno y la demanda de las organizaciones. En caso de que avance un proceso constituyente, empujaremos para que esos debates estén incluidos.

– En cuanto a la situación general del Perú, desde que asumió el gobierno parece estar dedicado a defenderse de las embestidas de la derecha más a que desarrollar políticas públicas. ¿Cuál es su balance de este primer tramo?

Creo que todavía estamos viviendo los estertores electorales, donde un sector que perdió las elecciones no se resigna a haberlas perdido y ya incluso está proponiendo una vacancia. Estamos en un momento álgido de la disputa política, un momento de quiebre donde los grupos económicos y políticos que han tenido el poder los últimos 30 años lo perdieron, o más bien han perdido el gobierno porque el poder todavía no lo pierden. Tuvimos casi dos meses con un sector gritando fraude, en una estrategia claramente trumpista de inventar pruebas donde no las había, un sector claramente ultraderechista que ahora busca bloquear abiertamente la posibilidad de una Asamblea Constituyente.

Además, tenemos un monopolio de los medios de comunicación que desde el día uno ha declarado la guerra al gobierno, un sector que ya cruzó la línea roja y hace cualquier cosa menos periodismo.

-¿Cómo hará entonces el gobierno para sobrevivir, teniendo en cuenta este permanente saboteo y la capacidad que tiene el Congreso en el Perú para destituir presidentes?

Creo que es un momento de tener una estrategia de acumulación progresiva para poder cambiar la correlación de fuerzas, que no termina de ser totalmente favorable. Y esto implica llevar a cabo los cambios prometidos en términos socioeconómicos. Hay una demanda muy clara de redistribución de los recursos. La gente que votó por Castillo lo hizo básicamente porque quiere un cambio, ahora ¿cómo le damos sustancia a esa necesidad de cambios? Es lo que empezamos a hacer desde el Ejecutivo con la propuesta, por ejemplo, de mejorar el presupuesto para salud y educación.

Estamos en un momento en el cual hay que cumplir las promesas electorales. Al gabinete no le han dado un día de tregua. Nunca había habido un gabinete ministerial tan escudriñado. El Congreso básicamente se dedica a eso, ya ni legisla, está dedicado a escudriñar la vida de los ministros. Entonces el gobierno necesita afirmarse en los lineamientos programáticos en que se ha comprometido, que se vayan configurando ya los cambios, sobre todo económicos, en la recuperación de la soberanía de los recursos y en la reforma tributaria. En fin, una serie de temas que tienen que llegar a la vida de la gente. Creo que ese es el desafío ahora.

Se ha especulado mucho sobre qué tan radical va a ser este gobierno. Pero hay que tener en cuenta que el triunfo de Castillo no fue un triunfo ideológico de la izquierda para hacer un gobierno chavista, comunista, etcétera, como quieren presentar algunos medios. Creo que es la posibilidad de un gobierno que plantee una agenda de cambios en el marco de un proyecto de nación, de recuperación de soberanía, de redistribución y de mejora de las condiciones concretas de vida de la gente. Dentro de eso hay una gama de actores que tienen diversas posturas políticas, ideológicas, desde el centro hacia la izquierda. Pero creo que lo principal en este momento es afirmar este proyecto común que asegure los cambios que la mayoría de la población demanda.

– Quizá la clave para avanzar en esos cambios estructurales pase por poder llevar a cabo la Asamblea Constituyente, principal promesa de campaña de Pedro Castillo. ¿Cómo está hoy la correlación de fuerzas para que se camine hacia ese proceso?

Efectivamente, el cambio de Constitución ha sido una de las promesas de campaña de del presidente Castillo. Hay entonces la necesidad de ir avanzando en esa propuesta y en esa demanda de la ciudadanía. Hay distintos mecanismos. Algunos grupos de izquierda consideramos que la fórmula más apropiada es conseguir firmas para un referéndum y que luego la ciudadanía decida si lo quiere o no. Es la fórmula más democrática. Lamentablemente la derecha ha instalado la idea de que el cambio de Constitución equivale al colapso del régimen democrático, cuando vemos perfectamente que en Chile el régimen democrático continúa mientras sesiona la Asamblea. Hay ahorita un momento de tensión; las organizaciones están empezando a recolectar firmas para avanzar hacia ese referéndum y la derecha también está juntando firmas para bloquearlo. Pero sin dudas hay un momento constituyente que está instalado porque el debate está ahí, es claro que la Constitución del ´93 no tiene el consenso y la legitimidad de hace 15 años. Efectivamente la discusión sobre la Constitución permitirá abrir debates para poder avanzar en cambios y transformaciones de largo aliento.

– Yendo al plano internacional, por ahora el gobierno no ha desplegado una política exterior muy activa, y encima tuvo el traspié de la salida del ex canciller Héctor Bejar. ¿Cómo crees que jugará el Perú en el escenario latinoamericano? ¿Está confirmada la salida del Grupo de Lima?

La postura del gobierno en Latinoamérica, al margen de la salida de Héctor Bejar, prioriza la articulación, la integración, la recuperación de una política exterior soberana.

El Grupo de Lima prácticamente ya se extinguió, no hace falta que Perú se salga. Ya se fue Argentina, se fue México… Entonces creo que lo que se está haciendo más bien es reafirmar esa extinción y apoyar el proceso de diálogo que se está haciendo en México entre el gobierno venezolano y la oposición. Creo que esa es la ruta, poder tener una política exterior soberana, que ponga por delante la integración latinoamericana, que tienda puentes y desideologice determinados temas.

Por ejemplo, en el caso de la migración venezolana, Perú ha recibido casi un millón de migrantes venezolanos y no ha habido ningún punto de encuentro con el gobierno venezolano porque se coordinaba con Juan Guaidó. Era una cosa muy esquizofrénica. Entonces ahora estamos tratando de retomar esos vínculos.

– ¿Cómo ves el resurgimiento del polo progresista en la región? ¿Cuáles son las alianzas concretas o espacios que Perú buscará fortalecer de cara a la integración latinoamericana?

Creo que las iniciativas de Argentina y de México han sido fundamentales para reabrir el proceso de integración latinoamericana. En el caso peruano, en estos momentos creo que la prioridad es la integración andina, especialmente con Bolivia con quien tenemos una historia común y una serie de proyectos estratégicos binacionales. Eso poco a poco podrá repercutir en una mayor articulación, y creo que también va a ser fundamental para poder remontar este momento de crisis desde una perspectiva que favorezca a los pueblos y no a las élites, a los grupos de poder.