Ya se largó la campaña presidencial 2023 y se difunden las candidaturas de las coaliciones que disputan el gobierno del capitalismo local, en un momento de profunda crisis mundial, agravada por la pandemia que no culmina y una guerra que parece recién empezar y que puede escalar con peligro para la sociedad global y la propia naturaleza.
¿Por qué no pensar en candidaturas alternativas, más allá de las coaliciones con posibilidades de ganar?
Que exprese una articulación política popular que puedan surgir desde la meca del modelo primario exportador, por ejemplo, desde Rosario, claro que también desde Córdoba, de Cuyo, la Mesopotamia, la Patagonia, el centro o el litoral, de los cuatro puntos cardinales en nuestra extensa geografía.
Imagino la gran ciudad del sur santafesino por ser un territorio de grandes contrastes, de acumulación de ganancias, de capitales y de poder, pero también de resistencias variadas, incluso con expresiones públicas en el ámbito institucional y popular. Rosario es la riqueza y la pobreza, expresión del capitalismo de esta época, que incluye el delito del tráfico, de drogas, armas o personas. Alguna vez fue la Chicago local, pero también anticipó y continuó el “Cordobazo”. Los rosariazos son antecedentes y continuidad de la emblemática lucha a fines de los sesenta del siglo pasado, y cuna de históricas luchas de nuestro pueblo.
Los “azos” levantaron la voz de alerta de la reacción y produjeron la ofensiva más feroz sobre las y los alzados, las trabajadoras, los trabajadores y el pueblo argentino, con el terrorismo de Estado y la contribución a la ofensiva neoliberal, que aún hoy sufrimos. El eje de ese modelo se sustenta en la concentración y centralización de negocios con epicentro en el puerto y en las vías navegables, especialmente el Rio Paraná y los negocios que por el navegan.
Hay que unir el espacio de la denuncia y la movilización para otro país posible y que venga desde el interior profundo, por ejemplo, a trescientos kilómetros de la capital federal, o incluso más lejano, pero con proyección de estimular un proyecto popular que contenga a los habitantes de toda la Nación. A los de abajo en tanto mayoría social en contra de los de arriba, la minoría de la población, que sustenta su poder en la acumulación de capital local y externo.
La política parece concentrarse en torno a la General Paz, pero las expresiones populares tienen historia, experiencia y reflexión en todo el territorio nacional. Así lo expresa la historia de lucha indígena, anticolonial y anticapitalista por años.
No es distinto en el presente, con las luchas feministas o ambientalistas, como los múltiples auto convocados en defensa de las trabajadoras y los trabajadores, con variadas experiencias de movimientos sociales vilipendiados desde proyectos de gestión del capitalismo local, u organizaciones sindicales y territoriales que no concilian con el proyecto del capital. En el mismo sentido actúa el pensamiento crítico, revolucionario, anti sistémico por la emancipación y la revolución.
Existe una experiencia de lucha parlamentaria de la izquierda y una dinámica desarticulada de una izquierda plural que necesita articularse en un proyecto más amplio de identidades por la crítica y las transformaciones profundas, más allá y en contra de la mera gestión del orden capitalista.
Si hay lectores atentos a estas líneas, ya se puede ponerle nombre a esa candidatura alternativa, con múltiples aspirantes y aspirantas, que recoja la crítica política del orden existente e imagine un horizonte de transformaciones, con la insignia de la bandera, la soberanía y el internacionalismo popular como emblema. Son muchas y muchos los que pueden expresar esa aspiración, con construcciones de colectivos que despliegan su experiencia en toda la extensión del país.
Está muy cerca el 20/6 y el 9/7, lo que puede ayudarnos en la perspectiva de la independencia y la soberanía, abonada con las luchas callejeras, expresamente contra el acuerdo del gobierno y el FMI que intenta “legitimar” la estafa del macrismo y el FMI del 2018.
Una candidatura que vaya por la expropiación de Vicentin y la suspensión de pagos de la deuda, contra el acuerdo del FMI, que hay que anular y sustentar un modelo productivo y de desarrollo pensado en la cooperación, lo autogestionario y lo comunitario. Un proyecto de independencia e integración regional que articule propuestas existentes de organización popular fragmentada. Que sustente la defensa de las reivindicaciones y demandas de los de abajo y con respeto por los bienes comunes y la naturaleza, contra toda forma de discriminación y racismo, contra el patriarcalismo y por la solidaridad y cooperación regional. Con una orientación latinoamericanista y caribeña, con las mejores tradiciones que reivindica la lucha de Nuestra América, por la independencia y el bienestar de nuestro pueblo.
¿Es ello posible? Totalmente, si es que así lo construimos, nos lo proponemos y lo echamos a andar, como tarea colectiva, sin techo a la imaginación transformadora.