¿Tú sabes cuál es el problema del Caribe? Que todo el mundo se vino a hacer aquí lo que no podían hacer en Europa, y esa vaina tenía que traer sus consecuencias históricas.
Gabriel García Márquez, La Habana, 1979
Una serie extraordinaria e ininterrumpida de acontecimientos históricos demuestran indiscutiblemente que Haití es el país más maltratado de la historia de las relaciones internacionales. En lugar de ser cantado en todas partes y por todos por la epopeya de su independencia, marcada por el fin del sistema colonial, el racismo y la esclavitud, el país ha sido en cambio aislado y despreciado.
Como el rugido del trueno en el cielo añil del colonialismo, la independencia de Haití y su mensaje de igualdad entre las razas fue un acontecimiento insólito. Ante la posibilidad de la independencia de Santo Domingo, la posición de Estados Unidos fue clara: “Haití puede existir como una gran aldea de cimarrones, un quilombo o un palenque. No se trata de aceptarla en el concierto de las naciones”1.
Además de hacer pagar a Haití una indemnización equivalente a 27.000 millones de dólares, París tuvo que reaccionar y hacer del caso haitiano un ejemplo para mostrar a los pueblos colonizados la imposibilidad de liberarse. Inspirado en esta posición, el Occidente colonialista y racista definió entonces una estrategia que sigue presente en la actualidad y consta de cuatro dimensiones:
a. Establecer un cordón sanitario que impida a Haití establecer y mantener contactos internacionales;
b. Debilitar el Estado haitiano haciendo que el país sea ingobernable;
c. Crear las condiciones culturales y psicológicas en Occidente para que todo lo que venga de Haití sea percibido como malo en sí mismo;
d. Caracterizar a Haití como una sociedad que amenaza los fundamentos de las relaciones internacionales.
Al tratar de borrar de la memoria colectiva todo rastro de la responsabilidad de Occidente en la dramática formación de la sociedad haitiana, el país se ha visto privado de su propio pasado. Los principios que dieron lugar a la Revolución Haitiana se trasladaron a las revoluciones francesa y estadounidense. Desde entonces, Haití se ha convertido en el agujero negro de la conciencia occidental.
Tras la independencia de Estados Unidos en 1776, el Nuevo Mundo vivió una segunda victoria contra el colonialismo europeo. Pero el contraste entre la entusiasta acogida de los independentistas en Norteamérica y el desprecio y la arrogancia para con los libertadores de Santo Domingo era inmenso. Para los primeros, la gloria. Para los segundos, el oprobio. Esto marcó el comienzo de dos siglos de vía crucis y soledad internacional para el pueblo haitiano.
“Al tratar de borrar de la memoria colectiva todo rastro de la responsabilidad de Occidente en la dramática formación de la sociedad haitiana, el país se ha visto privado de su propio pasado”
Los dos siglos de soledad internacional del pueblo haitiano se vieron interrumpidos a principios de 2004 cuando el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, al amparo del Capítulo VII de la Carta, decidió enviar una misión multidimensional para imponer la paz en un país que, hay que subrayarlo, no estaba en guerra. Se trató de la llamada Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH).
1. Una operación multidimensional nacida con fórceps
Empujado hacia la puerta de salida por una vigorosa y ecléctica oposición interna, la situación del presidente Jean-Bertrand Aristide pendía de un hilo a principios de 2004: todo lo que se necesitaba para derrocarlo era el apoyo extranjero. Este vino primero de París. ¿Cuál era la razón principal? Francia estaba indignada por la campaña que marcaba los dos siglos de independencia de Haití. En efecto, Aristide difundió por todas partes carteles exigiendo que Francia devolviera a Haití la cantidad que había pagado para que se reconociera de jure su liberación2.
Luego vino de Washington. Aunque reconocía la gravedad de la crisis humanitaria y la decepción causada por la gestión de Aristide, Colin Powell declaró a mediados de febrero ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos que no tenía la intención de enviar a los militares porque Aristide “era el líder democráticamente elegido, y que la política de la administración no era buscar su derrocamiento”3. Estados Unidos fue incluso más allá al señalar que un golpe de Estado era inaceptable: “No aceptaremos ningún resultado que de alguna manera intente ilegalmente destituir al presidente electo de Haití”4.
En fin, era una posición similar a la del Grupo de Río. El 25 de febrero de 2004, en un comunicado sobre la situación de Haití emitido en portugués y español en Brasilia, el Grupo de Río apoyó los esfuerzos de la OEA y la CARICOM para “una solución pacífica”, así como la oferta de ayuda humanitaria de la ONU. Los países del Grupo de Río pidieron a las partes que apoyen el Plan de Acción Preliminar propuesto por la CARICOM y condenen los actos de violencia. Por último, el Grupo de Río expresó “su apoyo al presidente constitucionalmente elegido de Haití, Jean-Bertrand Aristide”5.
La prensa occidental, al demonizar a Aristide, desempeñó un papel fundamental en la campaña a favor de la intervención extranjera. Algunos periódicos se mostraron muy afanosos, como L’Humanité, portavoz del Partido Comunista Francés (PCF). En un incisivo editorial, Aristide fue descrito como un “tirano maldito, cruel, despótico, grotesco y siniestro”.
En el periódico de centro-izquierda Le Monde, se decía: “¿Cuándo aplicar el derecho de injerencia? ¿Cuándo será necesario desconocer la soberanía de un Estado, aunque esté en quiebra, para aliviar a la población? ¿A partir de qué nivel de sufrimiento la comunidad internacional debe decidir actuar? ¿Cómo puede ajustarse lo que debería ser la ‘ley’ del humanitarismo a un derecho internacional que, según la Carta de la ONU, se basa en el principio casi absoluto de la soberanía de los Estados?”
El periodista admite que es difícil responder a todas estas preguntas, salvo en el caso de Haití, donde “debería imponerse la injerencia”. El apoyo del periódico al derrocamiento por la fuerza se justifica por un poder: “[…] totalmente desacreditado del presidente Jean-Bertrand Aristide. Ha sucumbido a un tropismo maligno que, generación tras generación, parece caracterizar el poder en Haití: una cruel deriva dictatorial unida a una marcada tendencia a la corrupción, todo ello sobre un fondo de absoluta incompetencia”6.
Aunque es conocido por sus posiciones de izquierda, el altermundista Le Monde Diplomatique sigue el camino trazado por su hermano mayor, pero con menos clase y más fuerza. Aristide se convierte en un “cura”, un antiguo sacerdote de los pobres, sólo interesado en el poder y el dinero. Al final, el único responsable de una historia degradante”7.
Animado por una rara unanimidad, el gobierno francés decidió el 24 de febrero acelerar el proceso de derrocamiento del presidente haitiano. En un discurso público, Jacques Chirac declaró que “Haití ha sido gobernado de forma desastrosa durante mucho tiempo”. Al día siguiente, Dominique de Villepin anunció oficialmente que Francia había decidido intervenir en Haití.
Alentada y convencida por la decisión francesa, la comunidad internacional se posicionó en contra de lo que había afirmado anteriormente. A partir de ese momento, el gobierno de Haití se convirtió en un usurpador, carente de legalidad; Aristide ha sido el responsable de la crisis. Villepin señala que él “tiene una gran responsabilidad en la situación actual. A él le corresponde extraer las consecuencias de acuerdo con la ley”. [sic]
Al ministro no parece molestarle la contradicción intrínseca de su discurso cuando afirma que la decisión francesa se ajusta estrictamente a los “principios democráticos y constitucionales”. Por lo tanto, el derrocamiento de Aristide es una acción legal indispensable para restaurar el Estado de Derecho en Haití. Al confundir derecho y poder, Villepin ofrece un triste espectáculo. Es difícil encontrar un mejor ejemplo de la mezcla de malabarismo semántico e hipocresía democrática.
Un día después de la declaración de Villepin y a petición de la CARICOM, el Consejo de Seguridad de la ONU se reunió para debatir la crisis de Haití. En nombre de la organización regional, el Ministro de Asuntos Exteriores de Jamaica, Keith Desmond Knight, hizo una declaración sorprendente: “Que el Consejo llame urgentemente la atención sobre el rápido deterioro de la situación en Haití. La situación ha alcanzado proporciones de crisis, dada la continua ruptura del orden público, el aumento de la insurgencia y las condiciones de pura anarquía y caos, así como el empeoramiento de la crisis humanitaria, que, a su vez, ha provocado el desplazamiento de la población, lo que ha dado lugar a un número cada vez mayor de refugiados que salen del país […] la situación imperante en el país ya no puede considerarse sólo una cuestión interna. La situación actual supone una grave amenaza para la paz y la seguridad regionales, dado el flujo de refugiados que amenaza con desbordar los recursos de los Estados de la región”8.
Por primera vez, la Comunidad del Caribe apoya la tesis norteamericana de que las crisis políticas haitianas dejan de ser un problema estrictamente interno y se convierten en una amenaza para la paz y la seguridad internacionales desde el momento en que provocan o corren el riesgo de provocar una afluencia de boat people (refugiados del mar).
El plan franco-estadounidense se inició la víspera y previó (a petición de la CARICOM) el desembarco de tropas en Haití. No en respuesta a una petición de Aristide, sino todo lo contrario. La acción estaba relacionada con la vacante de poder, ya que Aristide había abandonado el país.
Con la salida de Aristide, a través de la Resolución 1529 del Consejo de Seguridad de la ONU (2004), llegó al país una Fuerza Multinacional Interina (FIM) compuesta por soldados de Estados Unidos, Francia, Canadá y Chile. El gobierno de este último mantuvo estrechas relaciones con la Internacional Socialista y abrió el camino a la participación, hasta entonces impensable, de Sudamérica en la futura MINUSTAH. Esta nueva perspectiva fue confirmada por el contenido de los debates en el Foro de São Paulo, donde una abrumadora mayoría de partidos y movimientos de izquierda latinoamericanos y caribeños se opusieron ferozmente al presidente Aristide.
“El plan franco-estadounidense se inició la víspera y previó (a petición de la CARICOM) el desembarco de tropas en Haití. No en respuesta a una petición de Aristide, sino todo lo contrario”
Aparte de las críticas de Aristide en el exilio y de las reservas de Jamaica, la intervención fue unánimemente acogida. El éxito de la iniciativa fue tal que dejó dudas sobre su verdadera naturaleza. ¿Fue una intervención imperial clásica o, por el contrario, una operación humanitaria destinada a ayudar a un pueblo rehén del caos y a preservar la vida de un presidente elegido democráticamente?
Dejando a un lado el epílogo, la secuencia de los acontecimientos proporciona los argumentos para desentrañar la cuestión.
La intervención de Occidente en la crisis constitucional haitiana de 2004 representa: “[…] una mezcla de paternalismo, mesianismo e ingenuidad que le lleva a favorecer las ideas de intervención en toda su generosidad y cinismo, a creer que todo lo occidental es necesariamente bueno para el mundo… Como emblema principal, las ideas de libertad, democracia y Estado de Derecho”9.
Orientado por Estados Unidos, Occidente practica un multilateralismo selectivo que permite a los Estados miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) imponer coalitions of the willing (coaliciones ad hoc), lo que da la posibilidad “a los Estados del Club de liderar o monopolizar una intervención militar con mandato de la ONU o, en su defecto, autoconstituida y sacando su legitimidad de la unción democrática”10.
Sin embargo, hay que subrayar el realismo de la estrategia estadounidense. Así, Susan Rice, representante de Washington ante las Naciones Unidas, fue muy clara sobre el lugar que ocupan las Naciones Unidas en la política exterior de Washington: “Si las Naciones Unidas no existieran, tendríamos que inventarlas”.
“El olvido de Haití es el olvido del imaginario de la Revolución”
Entre las funciones de la ONU de especial interés para Estados Unidos, Rice citó las relacionadas con las operaciones de mantenimiento de la paz: “Cada miembro del personal de paz de la ONU cuesta una fracción de lo que costaría enviar un soldado estadounidense para hacer el mismo trabajo. Entonces, ¿qué es mejor, que Estados Unidos asuma toda la carga, o que comparta la carga de las fuerzas de paz de la ONU y pague un poco más de una cuarta parte del coste? No sé tú, pero a mí me gustan los sitios donde me hacen un 75% de descuento”11.
2. Éxito relativo (2004-2009)
La percepción del CSNU de que un conflicto estrictamente político interno amenazaría la paz regional influirá de forma permanente e indeleble en la actuación de la comunidad internacional en Haití. Desde el momento en que se lanzan estas equívocas premisas, que se benefician del incuestionable poder y derecho de las resoluciones del CSNU, el complejo dilema haitiano se convierte en una simple cuestión de seguridad militar. El Capítulo VI (establecimiento de la paz mediante el arreglo pacífico de controversias) se deja de lado en favor de la imposición de la paz –incluso por la fuerza– en virtud del Capítulo VII de la Carta de la ONU.
Ante la precariedad de la Policía Nacional de Haití y la ineptitud de la UNPOL, se decidió utilizar el contingente militar para acciones represivas de carácter estrictamente policial. Sin embargo, el mando militar de la MINUSTAH, que es brasileño, se opuso al uso de tropas para no “crear heridas peores que las ya existentes”12.
La reacción a la propuesta brasileña de no utilizar personal militar para fines distintos de la guerra y el combate fue negativa, inmediata, generalizada y vigorosa. Si el objetivo no fue hacer la guerra, ¿por qué enviar militares a Haití? ¿Cuál sería el papel del Departamento de Operaciones de Paz (DPKO) en estas circunstancias? Por otra parte, los debates en el Consejo de Seguridad indicaron que Rusia y en menor medida China apoyaron la operación de paz en Haití, siempre que se respetase los parámetros del Capítulo VII de la Carta. De lo contrario, Moscú amenazaba con utilizar su poder de veto.
El “tridente imperial” (EE.UU., Francia y Canadá) reforzó las reservas y críticas del DPKO a la Doctrina 6 y ½. En una declaración pública ante el Congreso Nacional de Brasil en diciembre de 2004, el general Ribeiro Pereira dijo que estaba “bajo gran presión para usar la violencia, para ser más firme en el uso de la fuerza, especialmente por parte de los países más interesados en la zona y cuya acción como fuerza de paz difiere de la nuestra”13.
“Si el objetivo no fue hacer la guerra, ¿por qué enviar militares a Haití?”
En mayo de 2005, el embajador de Estados Unidos en Brasil, John Danilovich, presionó al gobierno. Incluso amenazó con enviar marines estadounidenses a Haití si no se tomaba ninguna iniciativa para controlar a las bandas que “ya no tienen miedo”. El “tridente imperial”, por su parte, condicionó cualquier inversión socioeconómica a la existencia previa de una improbable situación de seguridad absoluta.
Por último, la presión ejercida sobre la MINUSTAH no quedó sin efecto. El 6 de julio de 2005, a bordo de helicópteros y carros de combate Urutu, cientos de soldados invadieron Cité Soleil. Se efectuaron 22.000 disparos, y algunos habitantes hablaron incluso de disparos procedentes de helicópteros que sobrevolaban la barriada. Médicos sin Fronteras informa que el ataque dejó 50 muertos, entre ellos mujeres y niños, y más de un centenar de heridos14.
Tras la renovación del mandato de la MINUSTAH en 2008, continuó el debate sobre la naturaleza de la presencia de la ONU en Haití. A la luz de los progresos realizados en materia de seguridad, se recomendó suprimir el concepto de zona roja, adoptado para designar las regiones supuestamente en guerra. Pero los burócratas de la ONU reaccionaron con vehemencia ante esta sugerencia, que supondría un ahorro de costes y la eliminación de prestaciones adicionales como el seguro social y las vacaciones extra.
Al ser interrogado por un periodista de la época, yo mismo declaré que había una excesiva militarización de la MINUSTAH, agravada por la ausencia de una coherencia sistémica, centralizada y planificada: “El fallo tiene múltiples orígenes. Los países donantes prefieren concentrar los recursos en el mantenimiento de la seguridad. La historia de la ONU, que ve estos conflictos esencialmente desde un punto de vista militar. Por último, la debilidad de los países del Sur, que no pueden convencer a los países donantes de que la cuestión social es la raíz de los problemas de seguridad”15.
Incapaces de pasar de una situación de uso de la fuerza, como prevé el Capítulo VII, a la construcción del desarrollo, las Naciones Unidas y el “tridente imperial” prefirieron mantener la paz de los cementerios en Haití.
Ante la calmada situación política y la aún tímida recuperación económica, el Core Group –grupo encargado de la coordinación internacional en Haití formado por representantes de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, España, Estados Unidos, Francia, Naciones Unidas, la Organización de Estados Americanos y la Unión Europea– continuó, a finales de 2009, sus debates sobre la definición y los parámetros de un modelo para salir de la crisis. En otras palabras, las discusiones versaban sobre las modalidades, el calendario y las condiciones necesarias para poner fin a la presencia de la MINUSTAH en Haití. Se proponían entonces tres elementos: en primer lugar, aumentar la capacidad humana, técnica y material de la Policía Nacional de Haití; en segundo lugar, consolidar las instituciones del Estado a toda costa; y en tercer lugar, definir un modus vivendi entre Haití y la comunidad internacional mediante un plan de ayuda al desarrollo socioeconómico a largo plazo.
Si se cumplieran estas condiciones principales, sería posible definir un calendario para una retirada gradual cuando el sustituto del presidente René Préval tomase posesión. Sin embargo, el 12 de enero de 2010, un terrible terremoto destruyó cualquier posibilidad de poner en práctica lo planeado. La retirada de las tropas se pospuso indefinidamente. Comenzó entonces el descenso a los infiernos de la MINUSTAH.
3. La MINUSTAH se convierte en un desastre (2010-2017)
El año 2010 fue el annus horribilis de Haití, marcado por tres grandes acontecimientos: 1) el catastrófico terremoto que destruyó la mayor parte de las infraestructuras del país, matando a más de 220.000 personas; 2) la llegada sin precedentes del cólera traído por los soldados nepalíes al servicio de la MINUSTAH, que causó 50.000 muertos e infectó a 800.000 personas; y 3) una nueva crisis política originada por las maquinaciones internas y externas que rodearon las elecciones presidenciales de noviembre de 201016.
La ayuda internacional de emergencia llegó masivamente a Haití. La comunidad internacional prometió 11.000 millones de dólares para la reconstrucción del país. Según los datos más optimistas, la mitad ha sido efectivamente desembolsada. Sin embargo, sólo el 2% de esta cantidad se canalizó a través de las instituciones estatales haitianas. Así, la ayuda fue a parar a las “ONGATs”17 y al sistema de la ONU. Como resultado, el Estado se debilitó aún más.
Al no confiar en la MINUSTAH, Washington envió 20.000 marines y ocupó puntos estratégicos. Ante la disciplina haitiana, los militares estadounidenses abandonaron el país unos meses después.
A mediados de octubre de 2010, el cólera apareció repentinamente en Haití por primera vez en su historia. Una investigación independiente pronto encontró el origen de la mortal epidemia: la base militar de la MINUSTAH dirigida por soldados nepalíes en Mirebalais. A pesar de las evidencias, la ONU negó su culpabilidad. Finalmente, en diciembre de 2016, cuando la admitió, limpió inmediatamente su nombre porque, según la organización, las operaciones de paz están protegidas por el principio de inmunidad. Así que eran ¡”culpables pero no responsables”!
Si las Naciones Unidas hubiesen reconocido rápidamente su culpa, unas simples medidas sanitarias podrían haber tenido un gran impacto y reducido el número de víctimas. Así, más que una negligencia culpable, la actitud de las Naciones Unidas puede compararse con un deseo expreso de causar la muerte18.
Es en el terreno político y electoral donde el poder de las Naciones Unidas en Haití se manifestó una vez más de manera inaceptable. Y esto en dos momentos precisos.
En primer lugar, Edmond Mulet –representante del Secretario General de la ONU– presionó al presidente Préval para que dejara su cargo y se exiliara. Esta iniciativa se tomó el 28 de noviembre de 2010, el día de la primera vuelta de las elecciones presidenciales. ¡Sin mi intervención personal habríamos asistido a un putsch promovido por las Naciones Unidas!
Luego, cuando la ONU y la OEA apoyaron la iniciativa de Hillary Clinton de cambiar el resultado de la votación para dejar a Jude Celestin fuera de la segunda vuelta en beneficio de Michel Martelly. Como ocurre con demasiada frecuencia en otros lugares (Congo con Mobuto, Liberia con Charles Taylor y Camboya con Hun Sen, que lleva en el poder desde 1998), una operación de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas deja instalado un régimen autoritario y antidemocrático. Haití se suma a esta lista.
A la hora de hacer las maletas, el fracaso de la MINUSTAH es flagrante y la situación actual de Haití es tan o más difícil que la que existía en vísperas de su intervención. Las enormes sumas gastadas por la MINUSTAH deberían haber dado otros resultados.
Sólo en su implementación, la MINUSTAH ha gastado 50 veces más que la suma de todas las demás misiones en Haití. Si este dinero y las promesas incumplidas de ayuda por parte de la comunidad internacional se hubieran utilizado para el desarrollo social y económico, el país de Dessalines estaría sin duda en una situación diferente a la actual. Recordemos que actualmente 4.5 millones de haitianos sufren inseguridad alimentaria.
“El fracaso de la MINUSTAH es flagrante y la situación actual de Haití es tan o más difícil que la que existía en vísperas de su intervención”
De hecho, el pueblo haitiano no se equivoca. Una encuesta de 2013 mostró que solo el 10,9% de la población haitiana confiaba y respetaba a la MINUSTAH19.
Podemos suscribir la conclusión del prefacio del profesor Robert Fatton Jr. a la edición inglesa de mi libro: “La comunidad internacional ha fracasado en Haití. Las potencias extranjeras no sólo malinterpretaron el país y lo presentaron como más violento de lo que realmente era, sino que sus políticas debilitaron un Estado ya débil y privilegiaron a las ONG extranjeras que no estaban preparadas para tratar los problemas de Haití. En otras palabras, la ayuda extranjera ignoró las preferencias y los conocimientos de los haitianos, e impuso sus propias ideas preconcebidas sobre lo que el país necesitaba. El resultado es la transformación de Haití en un protectorado de facto disfuncional bajo la tutela de las Naciones Unidas.”
Este artículo fue publicado en la edición 553 “Haití, más allá de los mitos” de la revista de ALAI.
Referencias:
1 Casimir, Jean, Prefacio en Dubois, Laurent, Les Vengeurs du Nouveau Monde, Éditions UEH, Puerto Príncipe, 2009, p. 12.
2 Véase Esclavage et indemnités (http://esclavage-indemnites.fr/public/), una base de datos en línea sobre el tema y un proyecto de investigación dirigido por Thomas Piketty para estudiar las indemnizaciones, reparaciones y compensaciones por la esclavitud.
3 BBC News, 14/02/2004.
4 Ibid.
5 Grupo de Rio, Documentos de la Secretaría Pro Tempore, Brasilia: FUNAG, 2005, p. 289.
6 Editorial de Le Monde titulado “La question d’Haïti”, París, 18 de febrero de 2004.
7 Véase Lemoine, Maurice, “Aristide: a queda na própria armadilha”, Le Monde Diplomatique Brasil, 1/9/2004.
8 Naciones Unidas, Consejo de Seguridad, 4917ª reunión, 26 de febrero de 2004. La cursiva es del autor.
9 Seitenfus, Ricardo “Politischer Kannibalismus”, Der Spiegel, 3 de enero de 2011, p. 71.
10 Badie, Bertrand, La Diplomatie de la connivence : les dérives oligarchiques du système international, La Découverte, París, 2011, p. 140.
11 Rice, Susan, Facing 21st-Century Threats: Why America Needs the UN, conferencia en el World Affairs Council of Oregon, Portland, 11 de febrero de 2011.
12 El teniente capitán Carlos Chagas, mano derecha del Comandante en Jefe, en: Mantendo a paz no Haïti? Harvard Law Student Advocates for Human Rights, Cambridge y Centro de Justiça Global, Río de Janeiro y São Paulo, 2005, p.46.
13 Folha de S. Paulo, 3 de diciembre de 2004.
14 Sobre esta operación de guerra, véase el documental https://itstayswithyou.com/
15 “Falsa guerra rende salários mais altos”, Estado de São Paulo, 12 de octubre de 2008.
16 Al igual que la mayor parte de este texto, estos tres acontecimientos se describen y analizan detalladamente en mis dos libros mencionados anteriormente.
17 Concepto para definir a las Organizaciones No Gubernamentales de Alcance Transnacional. Antes del terremoto había unas cincuenta. Tras la catástrofe, la cifra aumentó a 10.000 según Hillary Clinton.
18 Véase la entrevista con Ban Ki-moon en la que dice que el escándalo del cólera ha hecho que “la imagen de las Naciones Unidas en Haití quede destruida para siempre”, en https://www.nytimes.com/2021/06/06/world/americas/cholera-haiti-ban-ki-moon-memoir.html. Ciertamente, la suya también.
19 Encuesta realizada por la empresa Newlik de Miami, Le Nouvelliste, 12 de julio de 2013.