Nadie mejor que México para valorar el error que significa bloquear las ventas de petróleo y gas ruso, medidas que Europa tampoco acaba de digerir porque dependen en mucho de ese complicado vecino suministrador.

Los mexicanos deberían congratular al presidente Andrés Manuel López Obrador por enfrentar la crisis económica y el alza de precios del petróleo sin aumentar la deuda externa, y apoyarlo en el acorralamiento de la inflación.

 

Aunque el último reporte del Instituto Nacional de Estadísticas situó ese índice en 7,28 por ciento, México tiene condiciones de volver a su proyección de 4,5 aun cuando parece algo muy difícil dado el contexto internacional signado por las cotizaciones en espiral de los carburantes, según el mandatario.

 

“Vamos bien, hemos hecho las cosas bien, gracias a que no hemos permitido la corrupción, no endeudarnos, ni aumentar el precio real de la gasolina más allá de lo indexado por la inflación”, repite en sus mañaneras.

 

En la relación petróleo-refinados, dijo, con los precios del crudo por encima de los 100 dólares el tonel, a México le puede quedar un margen para emplearlo en acciones que permitan frenar la inflación, como subsidios a los alimentos.

 

Nadie mejor que México para valorar el error que significa bloquear las ventas de petróleo y gas ruso, medidas que Europa tampoco acaba de digerir, en particular Alemania, porque dependen en mucho de ese complicado vecino suministrador.

 

Este país jugó un papel protagónico en las crisis energéticas y estanflación en 1973, 1982 y 2008, en las que un manejo perverso o mediocre de los altos precios del crudo y en las hipotecas, convirtieron a México en uno de los más endeudados del mundo.

 

Esta de ahora, cuyo detonante es la situación político-militar en Ucrania, y su expresión más angustiante los altos precios del petróleo y la inflación, realmente viene desde los primeros años del decenio de 1970 cuando estalló la del sistema monetario internacional que derivó en la crisis energética de 1973, el nacimiento del petrodólar, y la de la deuda externa en 1982.

 

Precisamente el ministro francés de Economía y Finanzas, Bruno Le Maire, afirmó hace unas horas que la crisis energética actual, marcada por el alza de los precios, es comparable al shock petrolero de 1973 en intensidad y brutalidad.

 

El caso de México fue muy especial entonces, pues con un alto índice inflacionario, llegó a tener una deuda externa cercana a los 30 mil millones de dólares en 1975, y el peso, que gozó de una estabilidad relativa durante años, perdió hasta el 50 por ciento de su valor frente al billete verde, a pesar de los grandes ingresos petróleos.

 

Ante la oferta masiva de crédito, el gobierno del expresidente LKuis Echeverría continuó el endeudamiento sin control ni medida, llegando a triplicar los préstamos que al inicio del período ya eran exorbitantes, y pasó de 19 mil 600 millones de dólares en 1976, a 58 mil 874 en 1982, equivalente al 91,57 del PIB.

 

Esa enorme incongruencia de ingresar montañas de dinero y triplicar o cuadruplicar al mismo tiempo su deuda externa, tiene una sola explicación: corrupción y mal manejo de la economía.

 

Resumiendo, la crisis energética de 1973 sentó las bases para que México protagonizara la de la deuda externa de 1982 bajo la presidencia de José López Portillo quien la sembró y luego Miguel de la Madrid, la cultivó y declaró insolvente al Estado para cumplir sus compromisos financieros y la crisis se extendió al mundo.

 

Ahora algo parecido ocurre en Argentina donde el presidente Alberto Fernández carga con una deuda miserablemente fabricada por Mauricio Macri, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, después de haber hundido los tres juntos a esa economía.

 

López Obrador pidió a su colega no caer en default como México en 1982, y evitar sus graves consecuencias.

 

De todo esto surge a la luz que las últimas guerras que nos han tocado, destilan petróleo, como la del Yom Kippur desatada por Israel contra los países árabes en 1973, y la de ahora de Ucrania que disparó los precios del crudo.

 

Un ligero repaso de la historia nos recuerda otras guerras por el petróleo: Nigeria 1967 a 1970 y de 1980 a 1984; Sudan desde 1983; Yemen entre 1986 y 1987, Indonesia en esa época, y entre 1990 y 1994; Argelia 1991, Angola 1992, el Congo 1997 y 1999; Irak de 1974 a 1975 y luego 10 años más tarde desde 1985 hasta las invasiones de los Bush, sin incluir Siria y Libia.

 

Un dato para la historia: auspiciar la guerra en Ucrania, precipitar una depresión económica mundial semejante a las de 1973 y 1982, e incluso a la de 2008, con sanciones económicas que dividen al mundo, no le ha valido a Biden mejorar su imagen y su impopularidad aumenta, lo cual tiene nerviosos a sus seguidores a ocho meses de elecciones intermedias.