En conversación con ALAI, el dirigente del Movimiento Sin Tierra analizó la coyuntura de Brasil y de la región, las expectativas respecto a Lula para las presidenciales de octubre y la incursión electoral del MST al cumplir 38 años de vida.

Desde el impeachment contra Dilma Rousseff en 2016 Brasil se sumergió en una espiral de profunda crisis. La llegada de Jair Bolsonaro al Ejecutivo supuso la emergencia de una fuerza neo-fascista que arrastra consecuencias y peligros para todo el continente. Este año habrá elecciones presidenciales y el campo popular se prepara para derrotar, en las urnas y las calles, al neo-fascismo. Charlamos con Alexandre Conceição, integrante de la dirección nacional del Movimiento Sin Tierra (MST), sobre la situación política y social del gigante sudamericano, los desafíos, perspectivas de los movimientos populares y la candidatura de Lula en este año decisivo.

Brasil se ha visto especialmente afectado por la pandemia, es el segundo del mundo con más muertes. ¿Cuál es la situación actual Y cuáles fueron las medidas que adoptó el gobierno?

-El 2020 fue muy complejo para nosotros. La pandemia llegó en medio de una profunda crisis económica y social, como manifestación de una crisis estructural que atraviesa Brasil. Pese al enorme potencial productivo que tenemos, hay casi 20 millones de personas pasando hambre y más de 60 millones de personas sin tierra donde trabajar o donde vivir. También hay una tasa de desempleo de alrededor del 13 por ciento: estamos hablando de más de 14 millones de desempleados. Esto significa una destrucción completa de la soberanía y de la economía. Junto a todo esto, también se atraviesa una crisis ambiental nunca vista en la historia de Brasil, que está causando, por un lado, importantes lluvias e inundaciones, que producen el desalojo de millones de personas y, en otras partes, sequías que también han causado un perjuicio muy grande en la agricultura. Esta crisis ambiental es producto, entre otras cosas, de las quemas del Amazonas en beneficio de la extensión de la frontera agropecuaria de los grandes latifundistas.

Con la llegada de la pandemia, el gobierno adopta medidas que lo colocan como un aliado del virus. Al fin y al cabo, Bolsonaro y el virus son la misma cosa. Bolsonaro adopta una posición política negacionista de la ciencia. De manera completamente irresponsable, incentiva tratamientos ineficientes que van contra todas las orientaciones médicas, al punto de desalentar el uso de barbijo o incluso la vacunación.

 
Fruto de esta orientación política, ya tuvimos más de 24,12 millones de casos y más de 623 mil personas fallecidas producto del virus. Estamos hablando de una política de genocidio del gobierno Bolsonaro.

 

En este contexto, los movimientos sociales frente a la pandemia tomamos la definición de no ser negacionistas, de cuidar la salud, de asumir el cuidado de la vida. Cuidar la vida significaba para nosotros apostar por un aislamiento productivo y solamente productivo. Eso fue justamente lo quehicimos, nos quedamos en nuestras áreas de asentamientos y campamentos produciendo alimentos, ya que con la crisis social y económica de la que estábamos hablando sabíamos que mucha gente pasaría a vivir en una situación muy fuerte de hambre.

– Frente a esta situación, ¿cuáles fueron las respuestas que adoptaron desde el MST?

-El MST adoptó una política en el 2020 de no aglomera personas, siguiendo las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud. Al mismo tiempo, apostamos por la producción de alimentos, pese a que el gobierno de Bolsonaro estaba destruyendo todas las políticas productivas y poniendo todo el aparato del Estado para perseguir la agricultura familiar, la producción de alimentos saludables. Esto nos obligó a estar en una situación de resistencia activa, a no acobardarnos y luchar para no perder ni un área recuperada por los sin tierra. En este periodo, tuvimos más de 25 intentos de desalojos incluso el Ejército. Resistimos a todos ellos. Hoy tenemos más de 90 áreas con amenaza de desalojos, pero también seguimos en esta resistencia junto con la sociedad. Adoptamos entonces la resistencia activa en defensa de la tierra y la producción de alimentos para la población.

El tercer punto de nuestras tareas de 2020 y 2021 fueron campañas de solidaridad. La solidaridad fue el punto principal del MST, una solidaridad impresionante con la clase trabajadora, con la gente que estaba con hambre. Distribuimos más de 6 mil toneladas de alimentos y más de un millón de viandas. También más de 70 mil libros para también cuidar de la salud cultural e intelectual de las personas que estaban aisladas. Todo esto hizo que termináramos el 2020 más fortalecidos.

Y entonces, en marzo de 2021, llegó la recuperación de los derechos políticos de Lula. Y eso nos permitió trabajar en construir y consolidar una unidad política importante en torno a él. Ahí iniciamos la campaña “Fuera Bolsonaro”. Esta campaña nos permitió iniciar un proceso de grandes movilizaciones de toda la izquierda brasileña. Hicimos cinco grandes actos nacionales en más de 600 municipios y 700 ciudades brasileñas, donde participaron más de 800 mil personas.

La creciente movilización de la sociedad habilitó que se produjeran más de 130 pedidos de impeachment contra Bolsonaro. Dos de ellos fueron particularmente importantes para nosotros: uno fue presentado por los movimientos populares, donde incluso firmó el MST; y otro, presentado a final del año y conocido como Super Pedido, fue hecho incluso por una parte del bolsonarismo arrepentido, es decir que una parte de la derecha liberal se juntó para realizar el pedido.

Hicimos muchas movilizaciones, ganamos las calles y estamos ganando la conciencia de la clase trabajadora. Esto fue posible porque logramos construir una unidad de lucha, junto a la clase trabajadora y los estudiantes. Una unidad en torno a tres temas fundamentales: vacunas para todos, auxilio emergencia de 600 reales para toda la clase trabajadora desempleada y, por último, la consigna “Fuera Bolsonaro”. Estos puntos permitieron la unidad para las grandes movilizaciones y ahora estamos iniciando el diálogo para mantener a todos los movimientos movilizados.

– El 2022 será un año bisagra con las elecciones presidenciales. ¿Cómo se vienen preparando?
 
-Hemos acumulado mucho de todo ese proceso de lucha, de resistencia activa y de solidaridad. En ese sentido, el presidente Lula siguió junto a nosotros en estos actos de movilización popular, lo que permite que hoy tengamos en Brasil una candidatura de Lula que mide entre 40% y 42% de  intención de voto. Atrás queda Bolsonaro con una intención que va del 20% al 26%. Por último, queda la derecha liberal que no consigue pasar del 8%.

Pese a esto, creemos que la campaña será muy dura. En primer lugar, porque la elite brasileña no nos va a permitir avanzar fácilmente. Pero además porque el bolsonarismo consiguió una inserción en una parte de las masas brasileñas. Tienen una militancia neo-fascista con capacidad de influencia y movilización. 

Es por eso que, desde el MST, venimos hablando con Lula sobre la necesidad de que esta campaña tenga tres elementos imprescindibles: tiene que ser masiva, tiene que ser ideológica y tiene que ser a través de comités populares. Tenemos que salir de lo marketinero y de esas formas de hacer campaña a las que los partidos están acostumbrados.

Necesitamos una campaña que sea un movimiento de masas contra el fascismo. No se trata solamente de elegir un candidato del PT, sino de crear un movimiento de masas que pueda, digamos así, ayudar a elevar el nivel de conciencia de la clase trabajadora y, al mismo tiempo, hacer que Lula gane las elecciones.

 

Es para eso que estamos trabajando. Queremos construir comités populares en cada casa, en cada aula, en cada fábrica, en cada barrio, en cada iglesia. Queremos que los comités populares debatan el proceso histórico de Brasil, combatan al fascismo y lleven adelante la candidatura de Lula. Pero, también, que debatan los problemas de Brasil y construyan un programa popular. Estamos dialogando con Lula porque además del programa económico contra el neoliberalismo tenemos que ir de inmediato a presentar para la clase obrera, para las masas brasileñas, un programa especial para sacar al pueblo del hambre, de la miseria, de la pandemia y del fascismo. Un programa que retome el tema de la industrialización y el de la reforma agraria popular.
 

-¿Cómo ven el comportamiento de los sectores dominantes en esta contienda? Desde afuera, pareciera que hay dos fracciones: una que sigue apoyando al bolsonarismo pero también otros sectores que apuestan por la posibilidad de construir una alternativa. ¿Cómo evalúan esta situación?  

 

-El gobierno de Bolsonaro es la cara y el corazón de la élite brasileña. El capital financiero y parte del agronegocio y de sectores industriales son la base de sustentación del actual gobierno. Esta elite es así: vendepatria, antinacional y antidemocrática. Pero ahora también se revela fascista. Una élite que no tiene proyecto nacional porque no puede construir un proyecto que incluya a su pueblo.

Por otro lado, hay otras fracciones del capital financiero, vinculado a medios de comunicación Red Globo y esos grupos empresarios, que están buscando lo que llaman la tercera vía. Construir una candidatura por fuera de Bolsonaro, de una derecha liberal. De no conseguir este objetivo, lo más probable es que terminen apoyando a Bolsonaro.

 

Por lo tanto, nosotros tendremos muchas tareas y necesitamos incluso de la ayuda de los amigos internacionales. Vamos a tener que dar muchas peleas. El fascismo de Bolsonaro ha propagado la violencia y no podemos descartar que haya intentos de violencia contra la militancia de izquierda y popular. Es por eso que necesitamos de la observación internacional, porque nosotros estamos embarcados en un proceso de guerra contra el gobierno fascista y la elite brasileña. Y bueno… una guerra no es un baile, es una lucha donde uno triunfará y otro perderá. 

Lo que nosotros acá llamamos el “centrão”, que son los partidos fisiológicos del poder, los que están siempre en el gobierno, aprobaron estos días un aumento de sus recursos para hacer campaña y montar sus engaños. No será una campaña tan fácil como algunos piensan.

 

Por el peso económico y geopolítico que tiene Brasil, estas elecciones tendrán un fuerte impacto en todo el continente. ¿Cómo crees que afectarán a la región?

 

-Ahorita el Gobierno aprobó un decreto que crea una oficina del Ministerio de Economía en Nueva York. Es la entrega total de la soberanía nacional. El precio de combustible en Brasil es determinado por Nueva York, por empresas como Shell. Entonces, cuando hablamos del golpe de 2016 contra la presidenta Dilma estamos hablando de un complot promovido por Estados Unidos para sacar al PT del poder y condenar a Lula y, al mismo tiempo, apoderarse de nuestras riquezas naturales y nuestra soberanía.

Por lo tanto, derrotar a Bolsonaro significa también recuperar la democraciay nuestra soberanía. En el período del golpe de 2016, ellos crearon el Grupo de Lima e impusieron un bloqueo aún más fuerte contra Venezuela y Cuba. Y así fueron cerrando filas contra movimientos y gobiernos populares. Pero los tiempos latinoamericanos ya son otros. El pueblo parece que empieza a despertar. La derrota de Macri fue importantísima, así como la victoria de Castillo en Perú, la de Boric en Chile, destruyendo incluso a la Constitución de Pinochet; la victoria de Xiomara en Honduras, donde incluso no querían entregar el gobierno.

Tenemos que retomar en América Latina un proyecto de integración popular y económica complementaria. Tenemos que recuperar la Unasur, el bloque de BRICS con China y Rusia, y aquellos proyectos económicos que ayuden a la soberanía latinoamericana. Entonces, la victoria de Lula será un paso enorme para el enfrentamiento contra el Imperio y para que podamos recuperar un proyecto de integración económica complementaria, popular con nuestros pueblos.

 

Mencionas un conjunto de experiencias progresistas que en los últimos años han llegado al gobierno. Sin embargo, vemos que los gobiernos progresistas se encuentran enfrentados a serias dificultades para operar cambios en sus países. En el caso de que Lula gane la presidencia, ¿cuáles crees que serán los principales desafíos que tendrán los movimientos sociales? 

 

-Nsotros vamos a pelear por una verdadera integración popular de los movimientos. A partir de las luchas políticas, del intercambio campesino, del comercio justo entre nuestras bases. Tenemos que generar intercambios entre lo que producimos desde nuestros movimientos y lo que producen otros movimientos en otros países. Un intercambio de ciencia, tecnología, técnicas, textos, agroecología, etc.

Y no estamos hablando de comercio simplemente. Sino de intercambiar un proyecto de futuro que nosotros queremos para la integración de América Latina. Con soberanía, con una economía orientada para atender primero las demandas internas de cada país y después atender nuestras regiones. Para eso necesitamos desactivar la bomba que está hoy. Esta ola ultra neoliberal que está destruyendo nuestros países y nuestra soberanía.
Necesitamos entender que nuestros gobiernos no pueden siquiera pensar en hacer concesiones al neoliberalismo. No pueden hacer más políticas económicas neoliberales. Sabemos que son muchas las trampas que el imperio impuso a nuestros países.
 

Estamos viviendo una crisis muy fuerte desde el punto de vista estructural del capitalismo mundial. Y, por lo tanto, nuestros movimientos tienen que anunciar lo nuevo, lo que tiene que venir. Y eso nuevo es el socialismo. Hay que buscar cambiar los paradigmas de la sociedad. El capitalismo no puede resolver el problema de la soberanía y el problema de nuestras economías, la crisis del medio ambiente.
 

 

– Luego de 38 años de existencia, desde el MST tomaron recientemente la decisión de participar con candidatos propios en las elecciones. ¿Cómo se están preparando para esta incursión en el terreno institucional? ¿Cuáles son los principales peligros a los que se enfrentan?
 

-El mayor peligro que tenemos es aceptar el miedo. El miedo no puede dejarnos bajo la cama, dentro de casa. Tenemos que impulsarnos en la lucha para derrotar el miedo y construir la esperanza. No podemos inmovilizarnos. Tenemos que luchar contra las amenazas. En la resistencia activa, nosotros estamos cuidando de que ningún territorio conquistado en la lucha por la tierra a lo largo de estos 38 años se pierda. Tenemos casi 90 amenazas de desalojos, pero no podemos dejar que el miedo nos gane. Luchamos en solidaridad con los pueblos indígenas para que tampoco sus territorios sean ocupados por paramilitares, latifundios o por las empresas de minería internacional que han hecho muchas ocupaciones en territorio nacional.

Estas son luchas que no estamos dando solos y solas. Hemos construido la Asamblea de los Pueblos, la campaña “Fora Bolsonaro”, el Frente Pueblo Sin Miedo, con los compañeros del PSOL y el MTST. En este proceso de resistencia y lucha construimos y fortalecimos el Frente Brasil Popular. Y en el campo construimos lo que llamamos “Campo Unitario” donde juntamos movimientos sindicales, movimientos indígenas, el movimiento agroforestal, el movimiento de los pescadores… O sea, todos aquellos que componen el campo brasileño, la tierra y territorio.

Nosotros decidimos, después de 38 años, constituir un equipo que va a participar efectivamente de la disputa electoral. Vamos a estar poniendo cuadros históricos del MST, que ayudaron en la construcción de la lucha por la tierra, para disputar en las elecciones. Vamos a disputar con ocho candidatos a diputados federales en ocho estados. Y luchar por puestos en el legislativo de 15 estados. Ya tenemos definidas 15 candidaturas importantes para esta disputa. Entonces tenemos que hacer un trabajo de base con la sociedad brasileña para elegir un candidato o candidata del MST que tenga compromiso con la lucha por la tierra, con la agroecología, con la producción de alimentos y, sobre todo, compromiso con los compañeros y las compañeras de la ciudad que necesiten de un programa de reforma agraria que pueda combatir la inflación de los alimentos y latifundio y el agronegocio.

 

Venimos de años muy difíciles donde la ofensiva del capital no solo afectó nuestras economías y nuestras condiciones de vida, sino también nuestras sensibilidades y esperanzas. ¿Qué le dirías a las y los jóvenes del continente que no conocen la experiencia del MST?

 

-A la juventud de todo el continente latinoamericano le diría que el MST tiene 38 años. Fueron años largos y muchas veces difíciles. Pero ese esfuerzo hizo que hoy tengamos en Brasil un movimiento popular de lucha por la tierra que ha durado tantos años. Pero estos logros solo los conseguimos gracias a la solidaridad de los campesinos, a la solidaridad internacional y la solidaridad de los movimientos populares de Brasil. Entonces, a ustedes, a la juventud: construyan su movimiento; construyan sobre la base de la solidaridad. Y, sobre todo, construyan como un proyecto de clase. Porque ellos tienen su clase y no defenderán sus derechos. Si quieren luchar por sus derechos luchen con solidaridad y con identidad de clase: de la clase obrera.