El regalo de cumpleaños que la derecha le dio al presidente peruano Pedro Castillo, fue el hacer que el Parlamento apruebe una bomba de tiempo preparando su vacancia.

Justo en la misma tarde en la cual Pedro Castillo cortaba su torta de santo, el Congreso decidió darle su propio regalo. Poco más del 60% de sus legisladores no quisieron cantarle el “happy birthday”, sino aprobar contra él una bomba tiempo, una forma de entonarle un “happy bombday”. 
 

La moción presentada por el fujimorismo para limitar las facultades presidenciales fue aprobada con el voto de 79 parlamentarios. Mientras tanto, fue desestimada la moción de Castillo para esclarecer que la vacancia presidencial solamente podría darse por incapacidad mental o física. A pesar de que la carta magna estipula que cualquier modificación a esta debe ser dada con el voto mínimo de 87 de los 130 congresistas, la derecha unida logró hacer pasar esta enmienda constitucional bajo la modalidad de “interpretación”. 
 

El Gobierno podría responder solicitando una moción de confianza al Gabinete, con lo cual, de darse, se agotaría la última “bala de plata” de este Parlamento antes de que el Ejecutivo pudiese disolver constitucionalmente el Legislativo. Sin embargo, reiteradas veces Castillo ha desestimado apelar a ello y a un choque con el Parlamento. Parece él va a apelar al Tribunal Constitucional, el cual, tras extensas deliberaciones, ha de poder rechazar esta medida como ilegal. No obstante, durante el periodo en que la nueva norma valga, el Congreso va a querer sacar la máxima ventaja de dicho lapso para censurar a cuanto ministro o propuesta de ley oficial puedan. 
 

Patricia Chirinos, la segunda vicepresidenta del Congreso, sustentó el planteo mayoritario insultando, con su particular estilo, a muchas personas, incluso a los ministros que han sido “coches bombas”. Y, para acabar su discurso, dijo que esta nueva ley iba a ser un presente para Castillo y que ésta iba a ser su forma de desearle a él un “feliz cumpleaños Míster presidente”. 

 

Pastel bomba 

 

Las formas de cortesía que rigen en parlamentos “civilizados” (como el británico, no son seguidos por una mesa directiva del Congreso cuya presidenta, además, decidió romper con su neutralidad para ir a votar en contra del Ejecutivo. 
 

Este ha sido el “queque bomba” que todas las bancadas de la oposición (RP, FP, AvP, Podemos, APP, SP y AP) le dieron a Castillo por su santo. Ello es algo altamente serio. El propio Vladimir Cerrón, ante las nuevas circunstancias, dio un giro ante su anterior hostilidad al nuevo Gabinete y tuiteó: 
 

“79 votos a favor del golpismo parlamentario, faltarían 8 votos para alcanzar una vacancia si esta se solicitara. El Ejecutivo, sin arma de defensa, está a merced de la derecha. La unidad de la izquierda es una necesidad vital, impostergable e imprescindible.” 
 

Posiblemente ya se debe haber dado cuenta que la tesis de no darle voto de confianza al nuevo Gabinete le quita piso al Gobierno y al partido, mientras que divide y achica a su bancada. La reflexión debe ser útil a todas las izquierdas, las mismas que han chocado por puestos o han seguido el camino de quererse moderar para lograr que los poderosos les permitan gobernar. 
 

Muchos de ellos han buscado emular a modelos como el de Chile, Uruguay o Brasil donde los gobiernos constitucionales de izquierda pudieron acabar sus mandatos y reelegirse varias veces. Un problema es que, a diferencia de estas naciones vecinas, en el Perú no existe un solo partido de izquierda de masas, y tampoco un oficialismo que haya ido trepando gradualmente elección tras elección hacia la Presidencia de la nación. Lo que se ha dado en la tierra de los incas es un globo que se ha inflado casi desde la nada y que corre el riesgo de ser hincado, a menos que busque consolidarse con un paquete de medidas sociales muy populares. 
 

Mientras que en Chile se pudo viabilizar una Concertación con los socialcristianos contra la derecha, en Perú la sección oficial de la Internacional Socialcristiana (el PPC) aún hoy se niegan a reconocer el triunfo de Castillo y nunca han dejado de promover su desconocimiento o vacancia. En Brasil el Partido de los Trabajadores tuvo un vicepresidente empresario republicano y luego un representante del PMDB (el partido del “centro”, una variante carioca de lo que es APP, APP y SP), aunque luego este último partido logró que el congreso vaque a Dilma Rousseff y coloque a su militante Michel Temer en la Presidencia. Mientras en Brasilia el “centro” aceptó cogobernar con el PT durante 14 años, en Lima ya planean tumbarse a Castillo, incluso tal vez antes de que él cumpla 14 semanas en Palacio. 
 

La posibilidad de conformar un gobierno de centroizquierda o de “unidad nacional antifujimorista” buscando una coalición con la derecha “moderada”, es algo que no es hoy viable para el caso peruano. Esto, debido a que este sector viene de apoyar la candidatura de Keiko Fujimori quien ha buscado emular e indultar a su padre, el mismo que el propio Vargas Llosa antes llegó a describir como uno de los dictadores más sanguinarios y corruptos de nuestra historia. 
 

El único partido significativo e histórico de derecha que pudiese jugar el rol de colaborador de un gobierno de centroizquierda es AP, pero hoy éste está liderado por una presidenta del Congreso que justifica el golpe de su correligionario Manuel Merino en noviembre 2020 y que ha sido la segunda de la plancha de Alfredo Barrenechea, quien ha ido a mítines con militares para implorarles para que hagan un gobierno cívico-militar. 
 

No conozco ni un solo presidente que haya sido electo en las Américas con más del 50% de los votos que haya tenido tantos intentos para evitar que llegue a Palacio o de que se mantenga en este. Resulta iluso pensar que un Congreso dominado por votantes de Keiko le va a permitir a Castillo durar un quinquenio, o, siquiera, la quinta parte de su periodo. 
 

Si las velas del bizcocho de Castillo se apagan con un suave soplido, la mecha encendida por el Congreso puede acabar reventando en la cara del presidente, pues cada vez más y más se siguen revelando planes de grandes empresarios y de financistas del fujimorismo para producir la caída del primer mandatario constitucional izquierdista. Todo ese sector ni siquiera quiere que Castillo siga en Palacio para la época de las navidades que en Lima se festejan con panteones. 

 

Dilemas 

 

Mirtha Vásquez ha sido la única presidenta de un congreso peruano que se ha reclamado de izquierda. Al margen de que se le pueda criticar por una u otra cosa, ella ha demostrado grandes dotes de negociadora. 
 

El problema es que todas sus destrezas como una mujer dialogante y dispuesta a hacer concesiones no van a recibir las respuestas de una oposición que se siente envalentonada y que, además, es impulsada por numerosos empresarios y mecenas para ir hacia un pronto golpe congresal. 
 

Este parlamento prepara dos tipos de golpe. Uno contra los trabajadores y otro contra el Ejecutivo. Su presidenta, Maricarmen Alva, a la cual no se le presentó una moción para condenarla porque 100 de sus trabajadores agrícolas fueron intoxicados y, a la hora de ser internados, descubrieron que ilegalmente no tenían seguro social, es la misma que ha presentado varios anteproyectos de ley muy antilaborales. 
 

Dentro de estos se contempla anular las gratificaciones como un beneficio haciendo que estas sean parte de los sueldos, dejar que los millones de trabajadores temporales puedan pasar a ser parte de la planilla del personal a tiempo indeterminado tras un quinquenio en sus empleos, aumentar la jornada de medio tiempo de 20 a 24 horas semanales, reducir el porcentaje estipulado para el cese colectivo y sin goce de indemnizaciones, entre otras cuestiones. 
 

Al anularle la capacidad al presidente de poder disolver el Congreso si es muy obstruccionista se elimina la paridad de poderes, se desconoce a la carta magna (la misma a la cual se ha considerado como sacrosanta que no puede ser descartada) y se convierte al Tribunal Constitucional (quien antes ya ha dictaminado en contra de esas “interpretaciones”) como un ente meramente consultivo. Con esa nueva ley el Congreso tiene libertad para echar a cuanto ministro quieran y luego ir por el presidente y la vicepresidente (incluso sugiriendo una doble vacancia presidencial para toda la plancha presidencial). 
 

El Dr. Aníbal Torres, ministro de trabajo, ha dicho que con esta medida “el Congreso ha roto el equilibrio de poderes entre el Ejecutivo y el Legislativo. Por lo tanto, ha infringido la constitución, por lo que no tiene capacidad moral para cuestionar nadie”. Si el Palacio de la plaza de la inquisición se ha puesto en contra de la ley y de la constitución, ¿por qué no apelar a la movilización de masas, como las que se dieron para cerrar anteriores congresos o sacar al golpista Manuel Merino (miembro del mismo partido de Alva), para presionar para dar paso ya a nuevas legislativas o a una nueva asamblea constituyente? 

 

Festejo y movilización 

 

Castillo bien pudo haber aprovechado la fecha de su onomástico para haber organizado una gran celebración en la Plaza Mayor, en uno de los barrios más populares de la capital, en Puno o en cualquier otra región del país donde ha tenido tanto respaldo. Incluso pudo haber hecho una fiesta simultánea “con olor y sabor a pueblo” y con pantallas gigantes puestas en diversas plazas en toda la república. Dicha celebración bien se pudo organizada por sus simpatizantes para no gastar fondos públicos. 
 

Un festejo como esta hubiese podido demostrar que él mantiene un apoyo popular y que las masas están dispuestas a respaldarles ante un Congreso que quiere sacarle con un golpe y aprobar nuevas leyes antilaborales. 
 

Castillo llegó a Palacio, precisamente, gracias a masivas marchas y concentraciones, las mismas que son su fortaleza. No obstante, no ha querido apelar a las movilizaciones para defender su triunfo electoral y luego para gobernar. Toda su estrategia ha consistido en ir desafilando su programa original, ir removiendo ministros que la derecha pedía sus cabezas, e irse adaptando al status quo. 
 

Mientras las encuestas muestran que este Congreso es cada vez más impopular, Castillo podría apasionar a las amplias mayorías decretando una serie de medidas como aumentar los bajísimos sueldos, salarios y pensiones, abaratar drásticamente los precios del agua, la luz, la telefonía, la Internet, el agua y servicios básicos, entregar cada semana o quincena cajas con productos básicos a precios reducidos para combatir el hambre y la mala alimentación (y así prevenir la expansión de la pandemia), con lo cual el Estado garantizaría la compra masiva (y sin intermediario) a millones de productores campesinos y a los pescadores, nacionalizar el gas, entre otras medidas populares. 
 

No obstante, Castillo ha decidido entrar al juego de quienes quieren que él sea otro gobernante más que continúe el modelo monetarista neoliberal, con lo cual él puede ir desilusionando a sus electores y bases sociales y haciéndose más débil a una derecha fujimorista cuyo método consiste en echar siempre a ministros y presidentes. 
 

En los últimos 3 años el Congreso puso la banda presidencial a 4 personas, antes de que le tocase el turno a Castillo. Si el maestro no cambia su forma de trabajo, es probable que pronto le pase lo mismo a él y a su vicepresidenta Dina Boluarte. 
 

Ninguna de las grandes “palabras de maestro” que Castillo prometió durante las elecciones, incluyendo la de la asamblea constituyente, van a poder darse si es que no se apela a la movilización de las masas y a la formación de asambleas populares pro-constituyente (siguiendo su propia línea electoral). En nombre de moderar sus medidas para lograr la tan mentada gobernabilidad, lo más probable que él no pueda mantener su propia gobernabilidad. 
 

Castillo es la primera persona en toda la historia de la cuenca pacífica sud y centro americanas en haber sobrepasado la cantidad de 8,8 millones de votos. Él y todos los que le apoyan están en la obligación de defender ese triunfo contra el autoritarismo y la corrupción, y en las actuales circunstancias, no hay otra forma de lograr ello si no es siguiendo el ejemplo de varias luchas de masas, las mismas que antes lograron catapultar al maestro de Puña al estrellado nacional. 
 

La actual democracia que aún tenemos que cuidar es fruto de las grandes movilizaciones y huelgas obreras como las de los paros de julio 1977 y mayo 1978 (las cuales pusieron fin a la dictadura militar), las marchas de los 4 suyos que acabaron con la dictadura de Alberto Fujimori, su primera dama Keiko y varios de los actuales congresistas de la derecha dura y las marchas juveniles y populares que motorizaron a millones de peruanos contra el golpe parlamentario de Acción Popular y el fujimorismo exactamente 11 meses atrás. 
 

La unidad de las fuerzas antigolpistas que tanto claman desde el secretario general de PL hasta cientos de miles de personas que se movilizaron para lograr el triunfo electoral de Castillo y evitar los intentos de golpes derechistas, es algo que puede darse no en torno al reparto de ministerios o de cuotas de poder, sino impulsando grandes marchas para dar paso a la brevedad posible a una constituyente plenipotenciaria.